«Lo bello del creador es su obra, que queda para siempre». El renombrado cantante y compositor argentino, César Isella, antes de su segunda visita a Israel para una única presentación, dialogó con Israel en línea.
De todas las historias que compartió con nosotros, esta frase, expresada por él mismo, es la que mejor describe la intensa vida de este hombre que le sigue regalando al folklore latinoamericano todo su talento y sensibilidad.
César Isella en uno de esos artistas que siempre tiene una historia que contar. A varias preguntas responde con anécdotas porque su trayectoria es tan grande como el número de canciones que lleva compuestas y a veces es difícil traerlo al tema en cuestión, porque insiste en responder lo que tiene ganas.
No siente inhibiciones para hablar de él mismo, de su ideología política y de las personas que compartieron su camino. Durante la charla, el autor de «Canción con todos» recordó su etapa musical junto a Los Fronterizos y a la supuesta rivalidad con Los Chalchaleros. También explicó porque se alejó del conjunto y habló de su etapa como solista.
Recordó a grandes amigos y se dejó emocionar sin rodeos. El público israelí podrá volver a ver al cantautor, pero también a un hombre con una ideología marcada a fuego y un fuerte espíritu religioso que, según él, lo sostiene y le da fuerzas aún en los momentos difíciles.
- Si hacemos un pantallazo rápido por la memoria, ¿cómo recordás tu infancia?
- Nacer en esa aldea mágica que era Salta fue un milagro para mí; en una familia humildemente cálida; con mi madre y una abuela guitarrera venida del Chaco salteño, que para subsistir tejían mantas en un telar, que luego los hijos vendíamos casa por casa. Más tarde, la guitarra que tocaba fue una varita mágica para acercarme a los que serían mis maestros, Eduardo Falú, Cuchy Leguizamón, Manuel J. Castilla, entre muchos otros.
- ¿Cómo definirías la importancia de Los Fronterizos en tu vida?
- Fue otra magia que me acercó al sueño de todo chango provinciano. Fue en 1956. En octubre de ese año debuté con ellos en Uruguay, en Radio Carve de Montevideo y en el Teatro Sodre. Fue más un milagro para mí; y fuí un complemento maravilloso creciendo y creciendo musicalmente con ellos, mi guitarra y otras influencias increíbles con compositores y talentosos creadores de diversas disciplinas culturales. Fue como crecer en un camino de compromiso; ir por más todos los días hasta llegar al umbral de la creación. Fue cuando verdaderamente crecí sintiendo un gran compromiso con los demás.
- ¿Qué hay de cierto sobre la supuesta rivalidad de la que se hablaba entre Los Fronterizos y Los Chachareros?
- Era un mito creado por la prensa que, como muchos más, adoptó la gente. Eso duró hasta que en 1964 hicimos un ciclo cantando juntos por varios meses. En aquel tiempo el público no lo podia creer.
- ¿Por qué te separaste de Los Fronterizos?
- En 1965, y luego de grabar el original de la «Misa Criolla», del maestro Ariel Ramírez, me pareció que había cumplido mi ciclo con ellos. Tenía apenas 27 años y deseaba recorrer América Latina, aquella América Latina que había conocido en las poesías de Nicolás Guillén, Pablo Neruda, César Vallejo o Julio Cortázar, entre muchos otros.
- ¿Cuándo creés que «Canción con todos» se convirtió en el himno de América Latina?
- Luego de participar activamente en el Cordobazo - 29 de mayo de 1969 -, hice un viaje por varios países sufrientes de América Latina. Con la guitarra y mucha fuerza me nació una melodía que luego enamoró al gran poeta Tejada Gómez, quien escribió la letra. El salto se dio cuando la cantó Mercedes Sosa y la convirtió en un himno continental. Hay cientos de versiones en diversos idiomas, incluyendo varias en hebreo. Hay también una muy melancólica que recuerda la tragedia de Hiroshima.
- ¿Cuál es tu visión sobre las nuevas generaciones en Latinoamérica que no nacieron durante las dictaduras militares?
- La política de América Latina - y digo la política y no los políticos - tiene una enorme deuda con la cultura. Con todas las disciplinas culturales del continente y de su contenido de los últimos 50 años. Muchos han dado la vida por esta lucha contra el despotismo y los dictadores, feroces dictadores, que hoy mueren en la cárcel y nunca en el olvido. Muchos creadores de hoy han sido consecuentes con la herencia recibida. Los hay de muy buen nivel, y otros con un mensaje pasatista y comercial, sólo al servicio del mercado. Para mí, lo bello del buen creador sigue siendo su obra. Él se va, pero ella queda para siempre.
- ¿Cómo ves la realidad argentina de hoy?
- Debilitada como los partidos políticos. Mucho vedetismo de parte de la masa política opositora y muy poco de originalidad en sus propuestas. No hay oposición, algo muy difícil para poder sostener cualquier régimen democrático.
¿Algún nuevo proyecto, alguna nueva canción?
- Tengo algunos sueños... pero me faltan los poetas. No tengo demasiado oxígeno. Siempre guardo celosamente algún poema que me regala la gente por donde ando; y por ahí se puede dar el milagro, el golpe certero a la imaginación, un remar bajo del agua o la explosión brillante de la luz.
- ¿Te impresionó tu primera visita a Israel?
- Tengo en mi haber andado todos los rumbos. Todos. Pero cuando llegué por primera vez a Israel ocurrieron varios milagros que cuento y cuento a quien quiera escuchar. Es algo inexplicable. La gente que encontré me pareció maravillosa, cálida, respetuosa. Jerusalén me hizo lagrimear. Tanta historia, fe religiosa y sentimiento aprieta el corazón. Y cuando fuí un domingo al mediodía a Nazaret, a la Iglesia de la Anunciación, allí había una gran delegación de peregrinos de Navarra, España, que estaban dando misa en español, tocando y cantando la «Misa Criolla» justo en la parte que en la grabación original yo hago de solista. Y justo en ese momento también empezaron a sonar las campanadas. ¡No lo podía creer! No podía parar de lagrimear. ¿No es un milagro acaso?
- ¿Algún recuerdo en especial?
- Amo y respeto al pueblo judío. Me conmueve su historia, su largo sufrimiento y su fuerza enorme contra la adversidad. Admiro su inteligencia y perseverancia. En 1957 llegué a conocer en Polonia los campos de concentración y vi la barbarie humana y la mente perversa de los que creyéndose dioses exterminaron a millosnes de niños y ancianos y a un pueblo entonces sufriente que luego escribió la historia más fuerte de dignidad humana.