El jueves de la semana pasada, el «Gan Haatzmaut» (Parque de la Independencia) de Jerusalén, ubicado cerca del centro de la ciudad, se vistió con el arcoíris multicolor, símbolo de la comunidad gay a nivel mundial.
Tras una hora de reunión, encuentros, música y una celebración tranquila pero al mismo tiempo llena de energía, los participantes comenzaron su marcha.
«¡Jerusalén a marchar!», afirmó a viva voz desde el escenario el maestro de ceremonias, con especial orgullo al pronunciar el nombre de la ciudad, su ciudad.
Es que en Tel Aviv, como comentaban algunos presentes, ya no se trata de un desafío. La ciudad es considerada prácticamente la capital del turismo gay a nivel mundial. En Jerusalén, sin embargo, aunque formalmente los derechos que otorga el Estado son por cierto los mismos, el ambiente general es más conservador por las características de la ciudad y el tamaño de su población religiosa.
Años atrás había que luchar fuerte para garantizar que la marcha pueda llevarse a cabo. Hubo hasta un caso de un extremista que acuchilló a una persona durante el evento hace pocos años.
Israel es uno de los países más avanzados del mundo en cuanto al reconocimiento de los derechos de los gays. De todos modos, para los jerosolimitanos, salir a la calle y verse acompañados por ciudadanos que no son parte de la comunidad pero que querían dejar en claro su apoyo a quienes desean vivir de otra forma, es un logro.
En el parque, antes de emprender la marcha, observábamos la gran variedad de tipos humanos. Israelíes de distintas procedencias; jóvenes, adultos, mayores; hasta niños que habían llegado con sus padres; y no pocos religiosos.
Uno de los testimonies que recabamos, y que compartimos con los lectores, fue el de Neal Kaunfer, rabino conservador de Nueva York, acompañado de una amiga personal, Carol Kaplan, que vive hace 20 años en Israel.
Este es un resumen del diálogo con Neal.
- ¿Qué está haciendo por aquí? ¿Por qué viene a la marcha gay en Jerusalén?
- Le cuento ante todo que vengo a Israel casi todos los veranos desde hace ocho años. He venido el pasado marzo también a la marcha en Tel Aviv. Ante todo, claro, porque soy gay.
- Y por su kipá multicolor… también es religioso.
- Así es. Para mí no hay conflicto entre mi condición religiosa y el hecho que soy gay. Soy judío religioso desde una visión liberal. Soy conservador. En nuestro movimiento hay rabinos mujeres y hombres gays. Es muy común allí. No soy ortodoxo, pero tengo amigos que sí lo son, y que son gays. Creo que esto es muy importante, más que nada en Jerusalén, que es una ciudad más conservadora. Es una oportunidad de manifestar junto a ellos el hecho que soy gay y judío religioso. Para mí es un día cargado de emociones al que espero ansioso todos los años. Es una forma de integrar todo; y hacerlo en Jerusalén es más fuerte todavía que hacerlo en Nueva York, donde también participo en la marcha gay.
- ¿Creció en un hogar religioso?
- Mi hogar era conservador. Crecí en una atmósfera religiosa liberal; respetábamos kasher; disfrutaba de ir a escuelas judías; seguí luego mis estudios judíos y generales. Me interesaba mucho la temática judía y el hebreo; y me fue bien. Soy también rabino conservador.
- ¿A qué edad entendió usted que era gay? Estimo que fue un proceso…
- Diría que fue un proceso, aunque ya a los 4 años sentí que me atraían varones, lo cual no quiere decir que entendía de qué se trataba. Pero no tomé conciencia plena de todo ello antes de los 32 años. Desde ese momento viví un proceso lento en el que traté de aceptarlo cada vez más e integrarlo a mi vida. Eso ha sido un trabajo por toda mi vida.
- Se lo pregunto porque quería saber si acaso en algún momento, siendo ya un judío respetuoso de la tradición, sintió que había una contradicción entre su condición de religioso y la de homosexual. ¿O desde el principio entendió que no había contradicción alguna?
- Me declaré abiertamente como homosexual en mi grupo en la sinagoga a los 40 años. Aunque me sentía todavía incómodo con mi condición de gay, al mismo tiempo estaba feliz por tener un lugar, un marco, en el que estaba con otra gente igual a mí y que también me permitía expresar mi judaísmo: la sinagoga gay en Nueva York.
- ¿Y qué opinión le merece el hecho que hay entre los ultraortodoxos quienes dicen que ser gay es un pecado? ¿Qué les diría? ¿Qué también los gays fueron hechos a imagen y semejanza por Dios?
- Exactamente. A imagen y semejanza. La gente más tradicional toma la tradición en forma muy literal y, en cierta medida, según mi modo de verla, de forma un poco extremista. Creo que Dios ha hecho a todos los seres humanos, también a gays, homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales, a todos, cada uno con su tipo de vida, a su imagen. Quienes no lo entienden me parece que están limitados en su forma fundamentalista de ver el judaísmo y la tradición.
- Esta marcha gay en la que estamos conversando se lleva a cabo en Jerusalén; aquí no se ven carruajes con hombres semidesnudos moviéndose en forma provocativa, como sí se ve siempre en Tel Aviv. Allí es otra cosa; y la marcha tiene otro carácter. En Jerusalén la marcha es mucho más recatada. También entre quienes defienden fervientemente los derechos de los gays en la capital, hay quienes recuerdan que Jerusalén es otra cosa, que es una ciudad sagrada y que los eventos aquí deben tenerlo en cuenta. ¿Está usted de acuerdo? ¿Cómo cree que se puede maniobrar entre el carácter sagrado de Jerusalén y el derecho de la gente que vive en ella a hacerlo con libertad, defendiendo sus derechos; en este caso los derechos de los gays?
- Quiero que todos sean libres, pero que no impongan su estilo de vida a los demás. Por lo tanto, este encuentro aquí y la marcha me son tan importantes. Como ya le comenté, vengo todos los años y lo espero. Para mí es una gran cosa poder venir a celebrar aquí, justamente en una ciudad sagrada como Jerusalén, viviendo al mismo tiempo en libertad. No estoy de acuerdo con algunos gays seculares que creen que deben ir exteriorizando todo. Mi forma de ser es más conservadora, aunque tengo la mente abierta. Pero mientras nadie esté dañando a nadie y nadie esté imponiendo nada a los demás, respeto la libertad de expresión. Por lo tanto, voy a la marcha también en Tel Aviv y también en Nueva York. Allí hay de todo, gente que actúa y se presenta en público como yo jamás lo haría, pero si no me molestan en nada a mí ni a los demás, no tengo problema.
«No hay contradicción entre judío religioso y homosexual»
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay