Saul Singer es uno de los dos autores del muy famoso libro «Start-Up Nation: La Historia del Milagro Económico de Israel», que escribió junto con Dan Senor. Singer fue columnista del periódico «The Jerusalem Post», donde se desempeñó como editor de su página editorial.
Dos días antes de la llegada a Israel de la delegación oficial uruguaya compuesta por destacados empresarios en el área de las tecnologías de la información, conversamos con Singer, comentándole ya antes de la entrevista, que en Uruguay el viaje se presentaba como una marcha hacia la «Start-up Nation», un término que quedará al parecer acuñado por siempre a su nombre y al de Senor, co-autor del libro.
La obra en cuestión, que ocupó el 5º lugar en la lista de bestsellers de negocios tanto del «The New York Times» como del «The Wall Street Journal», se ha contado entre las más vendidas también en Israel, India y Singapur. El libro ha sido traducido o está ya en proceso de serlo a 25 idiomas, entre ellos español, chino, alemán, francés, italiano, ruso, portugués, coreano, japonés, turco, árabe y por cierto hebreo.
Este es un resumen del diálogo mantenido con Saul Singer sobre Israel, la Start-Up Nation.
- Saul, en el ya muy famoso libro que usted y Dan Senor escribieron, se analiza el «secreto» del milagro económico de Israel, un término con el que ustedes hicieron referencia al éxito emprendedor de un país joven y pequeño, que parece desproporcionado para su edad y su tamaño. Uno de los elementos interesantes es que en gran medida, el análisis es sociológico, no tecnológico por cierto. Uno de los elementos que mencionan es el hecho que Israel es un país que recibe mucha inmigración, ya que el inmigrante, casi por naturaleza, empuja hacia adelante para tener éxito, al comenzar de cero a menudo en su nueva casa…
- Es cierto. Creo que emigrantes, en general, son gente que se pasa de un país a otro, que tiende a tener un espíritu emprendedor. Disponen de dos cosas claves para esto: tienen empuje para hacer cosas y están dispuestos a correr riesgos. Ambas condiciones las mostraron al dejar un país e instalarse a otro.
- Pero no se puede generalizar. Los inmigrantes de Etiopía no parecen estar ahí, aunque no se puede generalizar...
- Creo que a los inmigrantes de Etiopía no se los ve tanto todavía en este tema porque es una inmigración relativamente pequeña y porque los procesos llevan tiempo. Pero no tengo duda de que quienes vinieron de pequeños a Israel o nacieron en Israel, como hijos de inmigrantes, también estarán presentes en esto. Siento que es sólo cuestión de tiempo. En la inmigración de la ex Unión Soviética, como sabemos, esto sí es notorio.
- Una explicación clave en la que ustedes hicieron hincapié, fue el servicio militar en las Fuerzas de Defensa de Israel. ¿Cómo resumiría el por qué de su incidencia?
- El ejército es importante por varios aspectos. Hay unidades de las que salen jóvenes que luego lanzan emprendimientos de start-ups. Pero lo central es algo cultural. El ejército constituye una especie de tercera etapa en la vida. En la mayor parte del mundo, hay dos grandes etapas: estudio y trabajo, mientras que en Israel está también el servicio militar. En el ejército, los israelíes reciben cosas que no reciben de otro lado: cualidad de liderazgo, el trabajo en equipo, disposición al esfuerzo y al sacrificio. En general, a los 18, 19 años, los jóvenes no tienden a pensar que hay algo por sobre ellos mismos por lo que valga la pena hacer un sacrificio. Y justamente ese espíritu es importante para lanzar emprendimientos. Y quizás el elemento más importante en todo ello sea que en el ejército se aprende el significado de cumplir una misión, de fijarse la meta y concretarla, también cuando hay que correr riesgos en el proceso. Y el start-up es una misión a cumplir.
Una figura muy conocida hoy en Israel, que llegó a la política de la alta tecnología, es el ministro de Economía Naftali Bennett. Tuvo mucho éxito en high-tech y entró a ese mundo luego de haber sido oficial en Sayeret Matkal, una de las unidades élites de las Fuerzas de Defensa de Israel. Llegó a ser director general de una compañía de high-tech, no porque viniera de ese mundo sino porque sabía bien qué significa emprender una misión y garantizar su éxito.
- Otro tema que quizás sea una impresión general, no producto de un estudio ordenado por cierto: la sensación es que en Israel siempre hay «pulgas», un empuje por hacer cosas, por moverse y avanzar. También un gran sentido crítico. ¿Eso cuenta?
- Por supuesto, es muy importante. Es parte del carácter de Israel. La gente aquí siempre está planteando preguntas, interrogantes; siempre piensa que debe haber una forma mejor de hacer las cosas. Nos gusta solucionar problemas. Vemos los problemas como desafíos. Y se sabe combinar diversos temas. Por ejemplo, Israel es muy fuerte en el desarrollo de dispositivos médicos. Creo que una de las razones por las cuales es un tema fuerte de Israel, es porque combina varias áreas como biología, tecnología, física e ingeniería. Todos son necesarios para crear.
- De la gran cantidad de aspectos y ejemplos que ustedes investigaron antes de escribir el libro, y tomando en cuenta también cosas nuevas surgidas desde su publicación ¿puede dar algunos ejemplos concretos que a su criterio explican por qué Israel está hoy donde está en cuanto a desarrollo tecnológico?
- En el libro dimos varios ejemplos, como ICQ, que creo que fue uno de los primeros grandes éxitos, muy importante. En general hay dos etapas en las historias de la innovación en distintos países. La primera es cuando aún «no están en el mapa» y la segunda cuando ya sí lo están. Israel estaba en la primera etapa en los años '80 y comienzos de los '90. Había start-ups pero no eran aún conocidos mundialmente y a veces tampoco mucho dentro del país. Los primeros grandes éxitos son los que colocan al país en el mapa mundial de start-ups. Y en Israel, sin duda, uno de los grandes ejemplos fue ICQ. Pero no fue el único. Eso es importante mirando hacia afuera y en el plano interno. Cuando hay un éxito notorio de una empresa de start-up, eso ayuda a que desde afuera se vea al país como exitoso en ese ámbito, lo cual hace que entren inversiones de capitales de riesgo. Pero además eso es una señal dentro del país de que se incentiva la innovación. Y es más fácil seguir adelante con ello cuando tus padres no te dicen que estás loco. Eso ayuda a que más gente lance distintos emprendimientos.
- Un ejemplo especialmente notorio del éxito en Israel en los últimos tiempos fue WAZE ¿verdad?
- Sin duda.
- Aclaremos que se trata de la aplicación de guía del tráfico, un GPS especialmente sofisticado, que indica por dónde viajar, tomando en cuenta los embotellamientos que uno aún no puede ver, entre otras singularidades...
- Así es. Hubo muchos «exits» por mayor cantidad de dinero inclusive que lo que recibió WAZE. Hubo uno por 1.000 millones de dólares tan sólo un mes después de WAZE, pero el recordado como de alto perfil es WAZE. ¿Por qué? En gran medida, porque lo compró Google. Pero además, porque es un programa que fue directo al consumidor. Millones de personas usan WAZE en todos los rincones del mundo. En muchos países quizás no necesariamente saben que llegó de Israel, pero saben lo que es, conocen WAZE. Esto demuestra que podemos desarrollar cosas que sirvan directamente al consumidor, no sólo que sean parte de algo más grande; no sólo el chip en la computadora de Intel o una tecnología que usa Sisco; no sólo una tecnología que usa una empresa grande.
- No ser un tornillo en la máquina, sino ser la máquina...
- Exactamente. Directamente al consumidor. Vender directamente a quien utilizará el producto, no a una empresa grande que luego hará algo con él. La mayoría de las compañías no trabajan así sino que venden algo a otras empresas más grandes. Pero se puede también hacerlo diferente. Creo que WAZE fue el mayor éxito directo al consumidor desde ICQ, que también lo era.
- Saul, bien sabemos que así como hay quienes aprecian en especial el desarrollo de Israel y sus logros, hay quienes llaman a boicotearlo. En la red han circulado repetidamente mensajes que sugieren a los boicoteadores que si realmente están contra Israel, dejen de usar tal o cual tecnología, tal o cual aparato, desarrollado por Israel...
- Así es, también yo los he visto.
- ¿Qué le diría usted a esos boicoteadores?
- Creo que no debemos perder tiempo discutiendo con quienes no nos quieren. Perdemos tiempo preocupándonos por los que quieren boicotearnos y a veces nos olvidamos de quienes realmente nos quieren. Y en el medio, entre las dos puntas, está la gente a la que no le importa el tema del conflicto, no está ni por un lado ni por el otro; sí está abierta a escuchar qué dice y hace Israel, pero más que nada es gente que está interesada en start-ups, en innovación, en la solución de problemas.
Esta es la razón por la cual el libro «Israel, the Start-Up Nation» ha sido traducido a 25 idiomas, por la cual periódicos que no simpatizan con Israel escribieron buenos artículos sobre el fenómeno. Yo personalmente brindo conferencias sobre el tema y capto claramente la sed de conocerlo, de saber al respecto y de relacionarse con Israel en el ámbito de la innovación. No entiendo para qué perder tiempo con los boicots. Si alguien no quiere invertir en Israel o no quiere comprarle a Israel, que no lo haga, ningún problema. No obligamos a nadie.
- Y el resumen, para Israel, ¿el balance es positivo? ¿el boicot queda tragado por la relación positiva?
- Sin duda alguna. Israel recibe grandes cantidades de inversiones. Recibimos dos veces y media más inversiones de capital de riesgo per cápita que Estados Unidos, 30 veces más per cápita que Europa, y más inversiones (no per cápita sino en términos absolutos) en euros que cualquier país de Europa; y eso que se considera que Europa es menos pro israelí que otros sitios. Creo que tenemos que concentrarnos más en la mayoría, aquellos que nos quieren en forma activa o que simplemente están abiertos a trabajar junto con Israel.
- Un tema clave, creo yo, cuando se analiza el éxito de los distintos emprendimientos, pasa también por lo que hace el Estado, no sólo por la dedicación del emprendedor privado. ¿es así?
- Sin duda, y al respecto hay otra cifra interesante. Israel, como Estado, invierte aproximadamente el 4.5% de su Producto Nacional Bruto en investigación y desarrollo, una cifra que duplica aproximadamente el promedio en la OCDE. Y esto es sin la investigación y desarrollo en el ámbito militar. Es solamente en lo civil.
- ¿Otros números que indiquen la situación actual; por ejemplo cuántos start-ups hay hoy en Israel?
- Es difícil contar los start-ups porque a veces vienen y se van. Es más fácil la medición de acuerdo a capital de riesgo. Pero una cifra que se menciona es 4.000 start-ups.
- Saul, usted estaba invitado a participar en la delegación de Israel a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, México. Finalmente no puede ir, pero es oportuno mencionar que Israel es este año el país invitado de honor a la FIL. Y se me ocurre que parte del mismo empuje, la variedad y energía que se siente en el mundo de los start-ups en Israel, se siente en lo rico de su producción cultural. El éxito de la literatura israelí en el mundo es un ejemplo. Un país chico, pero exitoso en este ámbito...
- Ese es un campo que domino menos, pero sí es sabido que hay escritores israelíes sumamente apreciados y valorados en el mundo. Creo que el tema es la energía creativa que hay en Israel. Nuestro libro se dedicó a cómo esa energía creativa se manifiesta en start-ups, pero la energía creativa se expresa también en el arte, la cultura, la literatura, la ciencia y en start-ups sociales, emprendimientos que aportan en el ámbito social, no tecnológico. Es todo un mundo aparte. O sea que de la energía creativa salen muchas cosas positivas; no sólo en la tecnología. Parte llega a la innovación y la tecnología, pero también a la literatura, el cine y otras áreas de producción israelí.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay