Cuando estaba al frente de la Inteligencia Militar, al general retirado Amós Yadlin se le conocía como «el evaluador». Y no sólo por el cargo, sino más bien por lo certero de sus análisis y predicciones. Hoy, encabeza el prestigioso Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS en hebreo), con el que consultan también figuras de primera línea, dentro y fuera de Israel.
- ¿Coincide con Netanyahu en que el acuerdo con Irán sobre su programa nuclear es un «error histórico»?
- No es un acuerdo histórico, pero tampoco un error histórico.
- ¿A qué se refiere?
- Es clave tener presente que se trata de un acuerdo interino, no definitivo. El acuerdo no da a Irán la aprobación para desarrollar armas nucleares. Lo que hay por ahora es un acuerdo parcial que vale por seis meses y es en este lapso cuando se deberá lograr el definitivo.
- ¿Es un buen acuerdo?
- Es mejor de lo que había sido propuesto dos semanas antes de la firma. Y creo que, en gran medida, la diferencia fue gracias a las presiones de Netanyahu. Cambió un acuerdo que era muy malo por uno con el que podemos vivir, teniendo en cuenta que es interino.
- ¿Qué hay de nuevo en este acuerdo?
- Es la primera vez desde 2003 que el programa nuclear es detenido y hasta diría que da un paso atrás, aunque limitado y modesto. Detiene el enriquecimiento de uranio al 20%, debe convertir lo ya enriquecido a ese nivel en combustible que no puede ser usado para preparar una bomba, debe suspender el canal de plutonio en Arak y, lo más importante, habrá una supervisión más estricta del programa.
- ¿Cuáles son las fallas?
- El reconocimiento de facto del enriquecimiento que ya se está haciendo en Irán y el hecho de que no se presta suficiente atención al desarrollo de sistemas armamentistas en Irán.
- ¿Considera que lo logrado es mejor que nada?
- Así es. Si se hubiera fracasado en el intento de llegar a un acuerdo, estoy casi seguro de que Irán habría continuado enriqueciendo uranio, habría puesto en funcionamiento las centrifugadoras del nuevo modelo que trabajan de modo más acelerado y habría proseguido con la construcción del reactor de aguas pesadas en Arak. Si no se hubiera llegado a nada, las sanciones todas podrían haber caído y hasta se podría haber acusado y responsabilizado a Israel.
- Usted ha escrito que en seis meses sabremos si esto se parece al acuerdo de Múnich, símbolo de un espíritu muy conciliador pero que fue preludio de la Segunda Guerra Mundial.
- Cuando expire el acuerdo interino, podremos tener claro el valor de lo firmado. Si nos recuerda a aquel acuerdo de Múnich o al de Camp David, que en menos de un año condujo a la firma de la paz entre Israel y Egipto.
- Cuando se llegó hace pocos meses a un acuerdo diplomático para desmantelar el arsenal químico de Siria, Obama aclaró que Teherán se equivocaría si sacara conclusiones sobre supuestos paralelismos entre el tema Irán nuclear y lo que había pasado en Siria.
- Del modelo sirio aprendemos que cuando la amenaza de EE.UU era creíble, cuando todo el mundo creyó que los Tomahawks estaban en camino, súbitamente un logro diplomático que antes no estaba al alcance se convirtió en algo posible. En el caso de Siria, fue creíble. En el de Irán, había signos de interrogación. Pero lo que en el caso de Irán sí era y es creíble son las sanciones. En lugar de amenazar con sanciones, las pusieron en funcionamiento y fueron, y son, muy dolorosas.
- Sin acción, nada se mueve...
- Sin una palanca de presión militar o económica, nada se moverá. Otro tema clave es que debe haber cooperación entre EE.UU y Rusia.
- ¿Es una carrera contra el tiempo?
- En efecto, mientras Irán continúa enriqueciendo uranio, estamos en una carrera contra el tiempo. Pero de todos modos, lo que cuenta no es sólo el enriquecimiento de uranio, o a qué porcentaje, sino también el hecho de que los iraníes acumulan más y más centrifugadoras y más y más uranio. No sólo hay que ver el tema del uranio, sino también la vía del plutonio. Es necesario determinar un control sumamente estricto. Lo necesario es garantizar que los iraníes no estén a meses de llegar a una bomba atómica, sino a años.
- ¿Está usted de acuerdo con que Irán es un «país al borde» de lograrlo?
- Sin duda. Estoy diciendo desde 2010, o quizás ya antes, que Irán tiene en sus manos todos los elementos necesarios para llegar a una bomba. Saben cómo girar las centrifugadoras, saben enriquecer uranio y mucho más. Si en 2009 o 2010 ese tiempo restante hasta la bomba, desde el momento que se toma la decisión, se medía en años, ahora se mide en meses. Pero aún no han logrado desarrollar el cabezal explosivo, al menos que sepamos.
- ¿Usted daba crédito a la «ofensiva de sonrisas» del nuevo presidente de Irán, Hassan Rohani?
- No creía que los iraníes fueran a cambiar drásticamente su posición, pero había que ponerlos a prueba. La ofensiva de las sonrisas es, en mi opinión, un caso a estudiar sobre cómo se hace diplomacia en el siglo XXI. Lo hicieron todo correctamente. Escribieron artículos en «The Washington Post» y «The Guardian», firmados por el presidente y el ex presidente. Concedieron numerosas entrevistas a mujeres hermosas con y sin velo, utilizaron palabras suaves y se abstuvieron de repetir conceptos usados antes... Pero lo que cuenta es la esencia. Si no renunciaban a nada, no había esencia.
- El primer ministro de Israel daba la impresión de que no quería ni que se negocie porque no les creía nada...
- Mi enfoque era un tanto distinto del del primer ministro: hay que ponerlos a prueba. La probabilidad de que sea sólo una campaña diplomática sin fundamento es alta. Pero sabemos que hay puntos en la vida de un pueblo y sus líderes en los que hay un cambio. Quizás ha llegado el momento. Pero ese ponerlos a prueba debe estar limitado en el tiempo. No se podía negociar durante años porque eso juega en su favor. Y no había que darles ningún logro antes de que también ellos den algo de su parte.
- En el mundo se interpreta que Netanyahu prefería la opción militar.
- Hay que cuidarse de no dejar la impresión de que Israel empuja hacia la opción militar. La posibilidad de atacar a Irán siempre está sobre la mesa. No hay que hablar de ello todo el tiempo. Todos lo saben. Irán no es un problema solamente de Israel.
Fuente: La Razón