Que pase el que sigue
Al inicio de Parashat Devarim, que leemos esta semana, veremos que no hay nada nuevo bajo el sol. Moisés rememora días antes de su muerte los sinsabores de la travesía de cuarenta años por el desierto.
La gran tragedia de la generación del desierto fue el abismo que separaba a la dirigencia del pueblo del ánimo popular.
Moisés soñaba con la Tierra de Israel; su pueblo quería regresar a Egipto. Moisés bregaba por la Torá; su pueblo bailaba alrededor del becerro. Moisés miraba hacia adelante; su pueblo miraba hacia atrás.
Moisés no logró ver coronada su colosal obra; tal vez por éso su vida tenga tantos ribetes trágicos. Sin embargo, su visión triunfó con el paso de los siglos. El pueblo hebreo finalmente se aglutinó alrededor del mensaje divino que él mismo recibiera en el Sinaí, y transformó a la tierra de Abraham, Itzjak e Yaakov en su hogar nacional.
Si Moisés, arquetipo del profeta, no logró zanjar en vida este abismo entre su visión y la de su pueblo, ¿qué podemos esperar de Abdel Fatah al-Sisi, el nuevo presidente de Egipto o de otros mortales que lideran el destino de Europa?
Claramente ellos entienden el peligro que se avecina; ven venir la ola del tsunami. Pero, ¿cómo pretender que tengan actitudes más decididas frente al terrorismo de Hamás cuando gran parte de sus pueblos consumen basura propagandística de Al Jazeera y sus acólitos?
Cuando una rana cae en una olla de agua hirviendo huye despavorida. Pero si se coloca a la misma rana dentro de una olla con agua a temperatura ambiente, y se eleva progresivamente la temperatura del agua, la rana finalmente terminará cocida.
¿Por qué la rana no huye?
Ante todo, porque no advierte que está en peligro y no tiene capacidad para advertir cambios progresivos en su entorno. Pero fundamentalmente no escapa porque cuando «entiende» que debiera hacerlo, ya no puede huír.
Son muchas las naciones de Europa que se vienen cocinando a fuego lento desde hace años. En América Latina ocurre lo mismo. Tienen la propaganda de la Yihad mundial enquistada en vastos sectores de la prensa y de la izquierda «progresista». Su propaganda se viraliza a través de las redes sociales.
En Oriente Medio, Egipto ya se cocinó, y - rápido de reflejos - pudo escapar momentáneamente. Arabia Saudita comienza a entender que el problema de Oriente Medio no es Israel y ya comienzan a alzarse voces a favor de la normalización.
Los líderes empiezan a entender pero los pueblos no siempre comparten su visión. Esa es en parte la tragedia de nuestra generación, tal como ocurrió con Moisés y la generación del desierto.
Mientras tanto - por los pasillos del mundo - seguiremos escuchando «¡Que pase el que sigue!». Son muchos los que aguardan en la sala de espera.
¡Shabat Shalom!