La Fiesta de Sucot tiene varios significados. El nacional-histórico, quizás el más conocido, es hacernos recordar la época en que los hijos de Israel anduvieron por el desierto después de salir de Egipto en su camino hacia la Tierra Prometida. Esta recordación se realiza en primer lugar a través del acto simbólico de dejar el judío su casa para pasar a vivir durante siete días en cabañas provisorias construidas para este fin, así como a través de ritos y plegarias que le permiten revivir la alegría que sintió el pueblo al sentirse protegido por Dios durante su largo peregrinaje hasta completar su camino. (Levítico; 23-34, 23-42-43).
La Fiesta de Sucot tiene también un significado personal importante para el creyente que después de los Días Terribles se dispone a comenzar una nueva vida, y también tiene un significado agrícola importantísimo en cuanto festeja la Cosecha de los frutos del trabajo anual, celebra con regocijo la siega y el acopio de las mieses de los campos y prepara el comienzo de un nuevo año de trabajo de la tierra. (Éxodo; 23-16, 34-22).
Según el profesor Eliezer Schweid, el más importante filósofo israelí contemporáneo, el tema central de la Fiesta de Sucot es el sentimiento de alegría de la vida que se renueva en todas sus dimensiones y se expresa en los distintos ámbitos de significación aquí implicados.
«Delante nuestro tenemos un triple acorde de alegría: la del campesino que lleva a su casa la cosecha del año; la del creyente que siente que sus pecados han sido perdonados y comienza de nuevo su vida en estado de pureza, y la del Pueblo Elegido que siente la Providencia de Dios que lo protege en su camino a la libertad» (1).
Una cuarta dimensión de alegría máxima
A todo esto se agregaría, según Schweid, una cuarta dimensión de alegría máxima del pueblo cuando al llegar al octavo día, terminada ya la celebración de Sucot, se festeja en la fiesta de Simjat Torá la finalización de la lectura de la Torá y el reinicio de esta lectura. Por todo esto Sucot - la Fiesta de las Cabañas -, puede verse básicamente como Fiesta de la Alegría, la única - además - en que se nos ordena como precepto el estar alegres y esto significa que aquí la alegría no es sólo un sentimiento humano espontáneo que mana de fuerzas vitales naturales y de la historia del pueblo sino que integra la concepción del mundo del judaísmo.
Podemos profundizar nuestra comprensión de esta fiesta, según Schweid, si nos preguntamos por el sentido de su símbolo principal: la Sucá. Según las instrucciones de la Mishná sobre su construcción, comprendemos que se trata de una vivienda que no está destinada a ser Casa o Morada permanente, sino sólo una construcción provisoria, inestable e insegura que no protege del todo del calor del sol ni de la lluvia. Como es sabido, la cobertura debe hacerse con ramas de árboles que no cubrirán por completo el techo, ya que se debe poder ver desde dentro las estrellas. Schweid destaca que estas condiciones de precariedad y contingencia de la Sucá son también tema de estudio para el judío que no sólo vivencia de hecho un cambio físico de vida sino que debe también comprender su significado. Es claro que este cambio puede deparar una sensación positiva de renovación al volver a tomar contacto con la naturaleza, pero también puede producir según cada caso- una sensación de incomodidad, de frío y quizás también otros sentimientos negativos.
El hacer este cambio existencial enseña a la persona, entre otras cosas, que el ser humano no tiene ni puede tener un dominio total sobre la naturaleza y sobre la vida y permite al individuo comprender su lugar en la Creación y en relación a Dios, y como consecuencia de esto a no enorgullecerse ante los propios logros, comprender los límites de la libertad humana, confiar siempre en la Providencia divina y saber que los logros técnicos y culturales humanos son siempre limitados. Este cambio permite también comprender que en la vida hay alegría y también sufrimiento, que la vida es efímera y sin embargo hay que amar a Dios, agradecerle y alabarlo por todo lo bueno que se recibe y esto significa también aceptar la existencia del mal, del dolor y de la muerte como parte integral de la vida. La lectura del Libro del Eclesiastés durante esta fiesta nos enseña la necesidad del agradecimiento a Dios por todo lo bueno de la vida junto a la conciencia de que todo bien es pasajero.
Esta interpretación de Schweid que centra el análisis de la Fiesta de Sucot en el motivo de la alegría nos permite profundizar nuestra comprensión de los significados de la festividad.
El judío «en camino»
Dando un paso más en esta búsqueda de comprensión, quisiera referirme a otro contenido conceptual que me parece también muy importante y es la descripción de la condición judía que podemos deducir de las fuentes bíblicas y talmúdicas que se ocupan de esta festividad. Me refiero a la presentación del judío el individuo y el pueblo como estando «en camino». Según vimos antes, la Fiesta de Sucot nos hace recordar la situación histórica-existencial de individuos y de un pueblo que salen en un momento determinado de una situación de esclavitud en camino hacia lo que deberá ser su Lugar de descanso, un hogar estable, permanente, una patria.
La peregrinación por el desierto es sin ninguna duda una situación difícil y peligrosa que se caracteriza, sin embargo, dentro de la visión judía de la historia, como una etapa en un camino que debe llevar a una situación de libertad, independencia, autonomía y soberanía en la vida del pueblo.
En 1944 el filósofo existencialista cristiano Gabriel Marcel describió la condición humana en su famoso libro: Homo Viator: prolegómenos a una metafísica de la esperanza como «condición itinerante». En este libro señala Marcel que la vida humana es una exploración y un estar continuamente «en camino»; y que este camino tiene significado y la vida lo tiene en cuanto haya fe y esperanza en su sentido trascendente y en la posibilidad de llegar a realizar objetivos positivos.
Creo que podemos parafrasear esta idea de Marcel y aplicarla a la descripción de la condición judía como una «condición itinerante», que armoniza en especial con la lectura de las fuentes de la festividad de Sucot. Nos referimos antes a los objetivos didácticos de la construcción de la Sucá y algunos de los textos que se leen y estudian durante la fiesta. Todos estos materiales se proponen educar al judío, hacerle comprender el significado de las distintas etapas de su historia de pueblo «en camino» y hacerle también creer que todo lo que su pueblo vive a través del tiempo es parte de un drama universal, que es el tema básico del mito del Galut y de la Gueulá (el Exilio y la Redención) que forma la base de la concepción del mundo, de la vida y de la historia del judaísmo.
Creo que es muy importante comprender la diferencia abismal entre esta imagen del judío itinerante, judío «en camino» (a su casa, a su hogar, a su tierra), que surge de las fuentes mismas del judaísmo y que fundamenta la autoimagen del pueblo en la mayoría de sus individuos a través de su historia después de la destrucción del Segundo Templo, la pérdida del Estado y la salida al exilio de la vida entre los otros pueblos - así como fundamenta la idea sionista y el comienzo de su realización desde fines del siglo 19 hasta la formación del Estado de Israel -, y la imagen tan distinta y en realidad opuesta presentada por el relato popular cristiano - mito muy significativo en la cultura occidental - sobre el «judío errante». También el «judío errante» es un judío aparentemente «en camino», cuyo destino sería sin embargo vagar eternamente por el mundo sin encontrar en ningún lugar su casa, su morada, su patria, como castigo por haber rechazado la condición divina de Jesús. Se trata, evidentemente, de dos interpretaciones opuestas del significado de la condición judía.
La Fiesta de Sucot nos presenta en verdad un judío «en camino», pero no se trata de un judío «errante», sino de un ser humano «itinerante» que busca su morada propia en condiciones de estabilidad y normalidad de una existencia humana personal y nacional a lograrse en la situación de redención a la que siempre aspiró y aspira el pueblo judío.
El mito cristiano del «judío errante»
La interpretación de la condición judía a la luz del mito cristiano del «judío errante» no sólo ha sido y es la base de distintas formas de antisemitismo a lo largo de la historia, sino también, como respuesta al sionismo, de distintas formas de antisionismo hasta la actualidad. Entre quienes adoptan esta posición contra el sionismo y el Estado de Israel se encuentran también, paradójicamente, intelectuales judíos importantes que parecen haber internalizado este mito cristiano y consideran, como el famoso crítico de la cultura occidental George Steiner, que el sionismo niega la esencia misma de la condición del judío destinado al parecer a ser un «paria» sin raíces que habita temporariamente en sociedades y estados no judíos. Este judío «paria» debe, según Steiner, también en nuestro tiempo - y en especial, después del Holocausto - seguir desempeñando en todo el mundo la función singular moralmente excelsa de llamar en nombre de los valores de la libertad, de la razón y del humanismo a la rebelión contra todos los valores falsos e idólatras de sociedades y culturas materialistas que han perdido sus ideales morales.
En este sentido, a diferencia del mito cristiano, la condición judía «errante» no es vista por Steiner como un castigo sino como teniendo que cumplir una misión moral sublime para el bien de toda la humanidad. La posición de Steiner sobre el sionismo es en realidad ambivalente ya que no puede siendo él mismo «casi» un sobreviviente del Holocausto rechazar totalmente el valor positivo de la creación del Estado de Israel, no sólo en su momento sino también frente a amenazas del probable resurgimiento del antisemitismo. Y sin embargo, Steiner señala que el sionismo, como todo nacionalismo, constituye un veneno letal para la civilización humana y también para la posibilidad de que se siga escuchando la Voz verdadera del humanismo judío. El «precio del sionismo» sería, según Steiner, silenciar la voz del «paria» judío que puede y debe seguir pregonando en todos lados su verdad contra el conformismo materialista e idólatra.
Creo que el análisis de la Fiesta de Sucot así como lo hemos hecho constituye la mejor respuesta a la crítica de George Steiner pues, como dijimos, las fuentes básicas de esta fiesta se refieren a un «judío itinerante» que aspira a llegar a su tierra, construir aquí su casa, sembrar y cosechar sus campos y leer y estudiar su Torá con alegría. Es de señalar también que, según las fuentes, la fiesta de Sucot no sólo celebra la búsqueda y la posibilidad de la redención nacional del pueblo de Israel, sino que implica la posibilidad de la redención de todos los pueblos del mundo invitados a compartir la alegría del pueblo de Israel en la celebración de esta fiesta de Redención en Jerusalén. (Zacarias; 14-16). Éstas son las fuentes cuyo significado vive en la conciencia de la mayoría del pueblo que se educó y se sigue educando - también los laicos - en base a estos motivos religiosos también a través de su traducción nacional sionista.
Creo que debemos agradecer a Dios el privilegio especial del que gozamos los judíos israelíes al poder vivir la Fiesta de Sucot plenamente en los distintos planos de significación que ella tiene. Para nosotros, además de la experiencia personal de abrirnos a la posibilidad de una vida nueva y mejor, esta festividad nos permite experimentar de hecho el itinerario de nuestro retorno a la casa de nuestro pueblo, pues al salir de la Sucá volvemos en verdad - al menos físicamente - a nuestra casa y no sólo a otra estación transitoria en el camino, como ocurre en la diáspora.
Sabemos, en verdad, que este retorno de nuestro pueblo no es completo y tenemos conciencia de que sólo somos la vanguardia de quienes todavía están «en camino». Sabemos, además, que el retorno no es completo tampoco aquí, en Israel, desde el punto de vista cultural, pues sólo hemos comenzado el retorno espiritual a nosotros mismos y también aquí estamos todavía «en camino» hacia nuestra propia verdad interior.
Pero somos muchos los que creemos que nuestra búsqueda ha de permitirnos llegar a una identidad judía plena que puede llevarnos en el futuro a un verdadero encuentro y diálogo con los otros pueblos y culturas de la humanidad.
Esa es nuestra esperanza.
¡Jag Sameaj!
(1) Eliezer Schweid; «El Ciclo del Año»; Tel Aviv; 1984.