¿Mundo o burbuja?
- La historia de Noaj es una de las favoritas de los niños debido a sus animales, sus pájaros y su arco iris multicolor.
Tendemos a imaginarnos a Noaj mirando la lluvia bajo el techo de la cubierta del arca junto al elefante, la jirafa y los monos, pero al leer la descripción del arca en la Torá, vemos que la misma difiere notablemente de la idea que tenemos en nuestra mente. No había en ella techo bajo el cual guarecerse y de hecho tampoco existía cubierta alguna.
El arca se asemejaba más a un submarino que a un barco. Había una única ventana y sólo a través de ella los que moraban en su interior sabían de lo que ocurría afuera.
Sin embargo, este es también un punto polémico e la exégesis bíblica.
La palabra «jalón» (ventana) no aparece en nuestra Parashá, sino la palabra «tzohar» que tiene más de un significado. Algunos la traducen como «claraboya», mientras que otros prefieren traducirla como «piedra preciosa».
Existe al respecto una pregunta interesante: ¿Cuál es la diferencia entre una piedra preciosa y una ventana?
Una ventana deja pasar la luz y a través de ella vemos aquello que ocurre afuera. Una piedra preciosa, por su parte, logra absorver la luz, pero no nos permitirá jamás ver a través suyo.
Esta diferencia coincide con la controversial personalidad de Noaj. Hay quienes sostienen que su corazón y sus pensamientos estaban con lo que ocurría en el exterior, mientras que otros opinan que él sólo se ocupaba de pensar en los suyos olvidándose del dolor que se abatía sobre el género humano que era cubierto por el agua allí afuera.
El arca, en la historia de Noaj, simboliza la seguridad, la burbuja o la torre de la marfil.
Cada uno en su propia vida se sienta dentro de sus propias torres de la marfil. Están los que gozan de estabilidad económica y se olvidan de que en el mundo - y tal vez en la casa del vecino - existe pobreza y hambre. Están quienes habitan la torre de marfil de la calidez familiar y olvidan que mucha gente sufre de una soledad lacerante.
Son muchas las burbujas que pueden cobijarnos.
Hay una famosa polémica entre los sabios en la Guemará acerca de si una persona ciega está obligada a pronunciar la bendición de las luminarias en la oración matutina.
¿Cómo puede un hombre ciego decir «quien forma la luz y crea la oscuridad» si jamás ha visto la luz en su vida?
Nuestros sabios señalan en el Talmud que siempre se vieron perturbados por el versículo que dice: «Y estarás palpando en el mediodía, como palpa el ciego en la tiniebla» (Dvarim; 28-29). ¿Qué diferencia tiene para una persona ciega si hay claridad o hay tieniebla? En cualquiera de los casos no puede ver.
Los sabios responden al interrogante con un relato:
Un hombre caminaba en la oscuridad de la noche y percibió que un ciego venía en dirección suya con una antorcha en la mano.
Le preguntó: «¿Qué función cumple esa antorcha?»
El ciego le respondió: «Mientras llevo la antorcha en mi mano, la gente puede verme andar y ayudarme a no tropezar».
El propósito de la luz no es sólo iluminar nuestro camino, sino también permitirnos ver al prójimo y a su propio mundo.
La controversia con respecto a la palabra «tzohar» no es una mera discusión semántica. Ella nos ayuda a pensar acreca de si es posible una sociedad mejor.
«¡Sal del arca!» (Bereshit; 8-16), le dice Dios a Noaj cuando las aguas bajan. «Sal del arca, porque hay un mundo fuera de las paredes de tu burbuja».
Solamente Noaj decidirá si transformará al «tzohar» en «zohar» (brillo) y traerá luz al mundo, o si la convertirá en «sohar» (prisión) y se la quedará sólo para él.
¡Shabat Shalom!