Asumiendo responsabilidad
- Cuando analizamos el relato de la creación y observamos las conductas de las primeras generaciones, notamos que el hombre nació evadiendo responsabilidades.
Adán, habiendo ya comido del fruto prohibido, oyó la voz de Dios que le preguntaba: «¿Acaso has comido del árbol?». El hombre no admitió su culpa. «La mujer que me diste me dio de probar de ese fruto», indicó.
Tampoco Eva aceptó cargos. «Fue la serpiente», dijo. «Ella me sedujo y comí».
Caín acababa de asesinar a su hermano Abel y oyó la voz de Dios que le dijo: «¿Dónde está tu hermano?». Y Caín - bien educado por sus padres a la hora de evadir responsabilidades - dijo: «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?».
Esta insensibilidad por la vida del prójimo continuará en Parashat Noaj, la sección de la Torá que leeremos la semana próxima.
Toda una generación iba a ser borrada de la faz de la tierra. Sólo Noaj y los suyos quedarían libres de cargos.
Sin embargo Noaj, hombre justo a los ojos de Dios, evitó interceder por aquellos que estaban condenados.
La Torre de Babel es otro claro ejemplo. Se dice que si un ladrillo caía desde lo alto, todos lloraban. En cambio, si el que caía era un hombre, el accidente era visto con indiferencia.
Según parece, Dios estaba buscando, desde el mismo momento de la creación, a aquel hombre que pudiera ser portador de su palabra y de su mensaje.
Dios le pregunta al primer hombre «¿Dónde estás?» y sólo recibirá respuesta veinte generaciones después, con la aparición de Abraham, el primero en responder «¡Aquí estoy!». El primer hombre en sentirse un auténtico guardián de su prójimo.
Adán fue sin dudas el primer hombre. Pero el primero en admitir su responsabilidad ante Dios fue Abraham Avinu.
¡Shabat Shalom!