Profecía peligrosa
- Moisés estaba agotado. Aquel pueblo impaciente y disgustado estaba consumiendo la poca fuerza vital que aún le quedaba.
Dios le propone reunir setenta ancianos anunciándole que ellos lo ayudarían a llevar la carga de aquella generación. Y tomando de la capacidad profética que alimentaba el corazón de Moisés, Dios dota a esos ancianos de los mismos dones espirituales del maestro.
¿A qué se parecía Moisés en este momento?, pregunta RaSHI. A una vela que iba encendiendo un candelabro. Todas las velas tomaban fuego de ella, y ella no perdía fuerza. Aun con su fatiga a cuestas, el espíritu de Moisés logró proporcionar dones proféticos a setenta ancianos de Israel.
Sin embargo, dos de ellos - Eldad y Medad - se «salieron del libreto» y permanecieron profetizando en el campamento en lugar de dirigirse a la Tienda del Plazo de acuerdo al plan convenido.
RaSHI nos cuenta el contenido de su profecía. Eldad y Medad profetizaban que Moisés moriría en el desierto y que Yehoshúa ingresaría a Israel a la Tierra Prometida. La Torá nos cuenta que Yehoshúa, al enterarse de aquella profecía, se dirige a Moisés y pide prisión para aquellos ancianos descarriados.
Yehoshúa bien podría haber callado. Él era el favorecido en aquella profecía de Eldad y Medad. No obstante, reaccionó con la evidente intención de resguardar a su maestro. Aquella profecía - suponía Yehoshúa - era peligrosa. Estaba hiriendo aun más el delicado equilibrio anímico de Moisés y, al mismo tiempo, anunciaba al pueblo que la labor del líder quedaría inconclusa.
Moisés, por su parte, responde a Yehoshúa con grandeza. A pesar de que aquellos hombres estaban profetizando su propia muerte, el líder reacciona con coraje y entereza: «¿Celas tú por mí? ¡Ojalá que todo el pueblo de Dios fuese profeta para que el Eterno pusiese su espíritu sobre ellos!» (Bamidbar; 11-29).
No te preocupes, Yehoshúa, parece decir Moisés. Es preberible estar rodeado de profetas que preanuncien tu muerte, y no de un pueblo mediocre y superficial que te garantice vida eterna.
Este episodio, tal vez como pocos relatos en la Torá, contribuye a engrandecer en gran medida los atributos humanos de Moisés y de Yehoshúa quienes, carentes de todo egoísmo, saben dejar a un lado su beneficio personal.
¡Shabat Shalom!