Desintoxicación sabática
- Dice la Torá: «Y mis sábados guardaréis» (Vaikrá; 19-3). Guardar el Shabat es mucho más que un deber religioso; es una necesidad imposible de reemplazar por otra actividad. Necesitamos desconectarnos de tantas tensiones, noticias y corridas para ocuparnos 24 horas de nuestras «almas contaminadas».
No se trata de distraernos. No es eso lo que necesitamos.
No es casualidad que el primer versículo de Parashat Kedoshim nos diga «Kedoshim Tihiú» - Santos seréis - y el segundo «Veet Shabtotai Tishmoru» - Y mis sábados guardaréis.
Desde hace miles de años, la receta para desintoxicar el alma y recuperar esa chispa de santidad y vitalidad que se aloja en nosotros tuvo que ver con la vivencias sabáticas y el espíritu de este día.
Uno entiende cómo se puede contaminar un río o el aire. Pero ¿cómo se contamina un alma? ¿De qué estamos hablando cuando decimos «almas contaminadas»?
Saben ustedes que el cuerpo tiene ventanas y el alma respira, se alimenta y vive a través de ellas. Tenemos una boca, dos orificios nasales, dos ojos y dos oídos.
De la misma forma en que el polvo ingresa a casa a través de las ventanas, así también las ventanas del cuerpo en sus funciones semanales contribuyen a la saturación de nuestra alma.
Al terminar el Shabat dedicamos una bendición a cada uno de estos sentidos.
Empezamos con la brajá del vino, dedicada a la boca. Luego pasamos a la nariz, recitando la bendición de las especies aromáticas. En tercer lugar, bendecimos la luz de la vela iluminando nuestros ojos. Y por último, tan sólo prestamos oídos y escuchamos la distinción entre la santidad del Shabat que finaliza y lo rutinario de la semana que empieza.
Dios regala una bendición a cada ventana de nuestros cuerpos para guardarlos y protegerlos en aquel momento en el que vuelven a salir al ruedo y nuevamente comienza a entrar el polvo.
En siete días volveremos a vivenciar un nuevo Shabat y estaremos tan «contaminados» como hoy. Las noticias de la próxima semana no serán mejores, no tendremos que correr menos ni bajará nuestro nivel de stress.
Pero al menos un día a la semana tenemos este regalo de 24 horas para desintoxicarnos. Para recuperar por un rato esa chispa de santidad que anida en nuestras almas.
¡Shabat Shalom!