La mala lengua
- Es muy conocido el relato del Midrash en el que se nos cuenta una anécdota de Rabán Gamliel y su sirviente Tavi.
«Anda y tráeme lo mejor que encuentres en el mercado», le dijo el Rabino.
Fue Tavi y trajo una lengua.
«Ahora tráeme lo peor que encuentres en el mercado». Fue Tavi y trajo una lengua.
«¿Cómo puede ser ?»- preguntó Rabán Gamliel - «Cuando te pido lo mejor del mercado me traes una lengua, y cuando te pido lo peor, también me traes una lengua»
«Nada mejor que una buena lengua», respondió Tavi. «Pero nada peor que una mala».
Parashat Metzorá, trata de las diferentes manchas de la piel.
Ya nuestros sabios sugirieron que esas manchas pueden ser producto de la mala lengua; del Lashón HaRá.
Lo que Tavi insinúa en este relato es que las palabras que pronunciamos a diario tienen - para bien o para mal - un poder transformador.
Nada mejor que una buena lengua como decía Tavi. Una buena lengua puede transmitir amor, hacer reír, traer consuelo al que sufre o acercar a la gente a la tradición de Israel.
Pero nada peor que una mala. La mala lengua puede lastimar, ensuciar la reputación de una persona, hacer llorar o arruinar una relación para siempre. La mala lengua es como una flecha, dice el Midrash; no sólo por su poder mortífero, sino porque una vez que se lanza no tiene posibilidad de regresar.
Cuidar la lengua se cuenta entre los preceptos más difíciles de cumplir para todo judío. Observar meticulosamente el Shabat es bien fácil. Limpiar la casa de jametz antes de Pesaj, es un juego de niños al lado de este precepto.
Los preceptos rituales son la capa externa del judaísmo. El Lashón HaRá está bien adentro, más cerca del corazón. Si el judío limpiara su lengua de la misma forma que limpia su casa antes de Pesaj, posiblemente el Mesías llegaría mañana mismo.
Para entender el lugar que ocupa este precepto en nuestra tradición pensemos en lo que rezamos cada día.
Pedimos por salud, justicia, sustento, paz y la reunión de las diásporas. Pero ¿cómo empieza la oración?
«Dios abre mis labios, así mi boca pronuncia tu alabanza».
¿Y cómo concluye?
«Dios mío preserva mi lengua de la calumnia y mis labios de la mentira».
Nuestros sabios sabían al fijar el texto de la plegaria que no existe epidemia en el mundo de la magnitud del Lashón HaRá - la mala lengua.
Y aún cuando en nuestras oraciones diarias supliquemos por valores supremos como paz, la justicia y salud, nuestros sabios eligieron que todas estos ruegos estén enmarcados por el pedido expreso de paz, salud y justicia... ¡para nuestras lenguas!
Se nos cuenta que Rabí Yehudá HaNasí preparó un banquete para sus alumnos, para el cual sirvió lenguas. Sin embargo, colocó algunas tiernas y suaves y otras duras y ásperas. Los discípulos empezaron a elegir, comieron las tiernas y dejaron las duras en el plato.
Al verlos, Rabí entendió que llegó el momento de la lección. Los miró fijo a los ojos y les dijo: «Así como eligieron las lenguas suaves y abandonaron las ásperas, hagan lo mismo con sus propias lenguas.
Pesaj está ya a la vuelta de la esquina. Sabemos que Pesaj viene de la palabra «Pasaj» (saltear) porque el Ángel de la Muerte salteó en aquella noche de redención la casa de los hijos de Israel.
Sin embargo, alguna vez alguna vez remarcó Rabí Itzjak Luria que la palabra hebrea «Pesaj» está compuesta por otros dos vocablos hebreos: Pe + Saj (Boca que Habla).
Allí, en la noche del Seder, nuestras lenguas y nuestro poder de palabra desempeñarán un papel fundamental. Contaremos y cantaremos. Alabaremos y rememoraremos el Éxodo tal como lo hacemos año trás año.
Quiera Dios inspirarnos para trasladar ese espíritu de pureza al resto de los días del año ayudándonos a limpiar también el jametz que muy a menudo se posa en nuestras lenguas.
¡Shabat Shalom!