Aprendiendo a ser gansos
- Durante la bendición que solemos pronunciar después de las comidas recordamos a Dios al decir: «Dios nos provee nuestro sustento, siempre, cada día, cada momento y cada hora».
Todos sabemos que Dios no tiene horarios de visita ni guardias nocturnas. Tal como dice la bendición, atiende siempre.
Tal vez en su ánimo por imitar los caminos de Dios fue que Moisés decidió no tener horarios de visita. Cientos, miles de reclamos diarios, preguntas, dudas, consultas...
Y Moisés no daba abasto. Pero por lo visto, su suegro Itró vio su cara de agotamiento y le dijo: «¿Qué es ésto que haces al pueblo? ¿Por qué estás sentado solo y todo el pueblo parado cerca de ti desde la mañana hasta la tarde?» (Shemot; 18-14).
«¡Sólo no podrás!», le dijo Itró. «Te debilitarás no solamente tú, sino también el pueblo. ¡No se puede conducir a un pueblo en soledad!».
El tema en cuestión no ha perdido actualidad. Hoy en día en muchas naciones del mundo se sigue hablando en sintonía con el consejo de Itró. Es cierto que los tiempos han cambiado; hoy se habla de reformas de Estado, por ejemplo, o de reducción de los costos de la política.
Bien vale la pena escuchar el consejo de Itró. El problema de un país no es que la política cueste plata. El problema es que la política sea ineficiente.
Casi podríamos decir que Itró recomienda a Moisés elevar los costos de la política. Itró le hace notar que había muy pocos funcionarios, que debería nombrar agentes de justicia menores que lo ayuden a guiar al pueblo. Le enseña que resultará imposible para él dirimir cada cuestión menor. Moisés debía ocuparse sólo de lo trascendente, de aquello para lo cual era imprescindible.
Debía ejercitar la renuncia - que es muy distinto a renunciar -, aprender a delegar funciones, pero, por sobre todo, rodearse de gente capaz, amante de la verdad y que aborrezca la corrupción.
La cantidad de funcionarios es algo absolutamente secundario en nuestra Parashá. No es ese un parámetro de transformación. Lo que realmente deja huella es la calidad humana de aquéllos que conducen los destinos de una nación, su apego por la verdad, su rectitud y sus ansias de trabajar por el bienestar común.
Seguramente, alguna vez viajando por alguna ruta observaron a una bandada de gansos volando en formación. No sé si notaron - seguramente sí - que ellos, como así también otros pájaros, vuelan formando una letra V.
La ciencia ha descubierto la razón de los vuelos en esa forma. Se ha comprobado que cuando cada pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda a volar al que va detrás suyo. Se ha determinado que la bandada, volando en formación, es un 70% más potente del poder que tendría cada pájaro si volara solo.
Es por eso que cuando un ganso sale de la formación enseguida siente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de volar solo y vuelve a ella.
Pero se han descubierto otras cosas con respecto al vuelo de los gansos. Cuando el líder se cansa, sigue volando, pero se pasa a uno de los puestos traseros y otro toma su lugar. Los gansos que van detrás graznan para alentar a los que van adelante a mantener su velocidad.
Finalmente, cuando un ganso se enferma o cae herido, otros dos abandonan la formación y lo acompañan para ayudarlo y protegerlo.
Varias enseñanzas podemos aprender de este fenómeno de la naturaleza, muchas de ellas similares a las que Itró transmitiera a Moisés. Trabajar en grupo siempre es ventajoso. Si bien, es uno solo el que va a la cabeza, quienes van detrás contribuyen en la eficacia del vuelo.
Se nos enseña que los gansos relegados deben graznar. Este graznido ayuda a volar a los que van al frente. Si bien los líderes no pueden mirar siempre para atrás, deben saber que no vuelan solos.
Se nos enseña que hay que saber resignar el liderazgo. Un ganso cansado que vuela al frente, termina perjudicando al conjunto de la formación. Si va detrás, puede seguir siendo útil.
Y por último, se nos enseña que los gansos deben sentirse comprometidos por el dolor de sus compañeros, que cada uno es fundamental y que su dolor y su herida debería preocupar a todos.
En estos tiempos de individualismos a ultranza, bien podemos escuchar la voz de Itró en el consejo que le diera a Moisés casi 3.000 años atrás. En estos tiempos en los que algunos siguen pensando que pueden salvarse solos, puede resultar todo un elogio el que a uno le digan que es un «ganso».
¡Shabat Shalom!