Sueños de trascendencia
- El pueblo judío sabe, desde muy tempranas épocas, que una de las mejores maneras de trascender como pueblo es plantando árboles.
Resulta sumamente interesante analizar las palabras del Midrash: Desde los tiempos de la creación del mundo, Dios se ocupó de plantar un jardín en primera instancia. También ustedes - dice el Todopoderoso - ocúpense ante todo de plantar al ingresar a la Tierra Prometida.
Antes incluso de ordenar la construcción del Templo, vemos que Dios exige a Israel la plantación de árboles.
Tan ligada está nuestra vida como pueblo a los árboles que Dios, a la hora de revelarse ante Moisés, eligió hacerlo a través de un árbol.
Los judíos pudimos sobrevivir a la destrucción de dos Templos; pudimos superar la perdida de las Tablas de la Ley; pero desde muy jóvenes, se nos ha enseñado como pueblo, que sin árboles nos morimos.
Uno de los mayores orgullos de todo israelí reside en haber podido transformar un desierto en un vergel.
Conquistar la tierra no fue para Israel una gesta de devastación, como lo fue para tantos conquistadores en la historia. Israel defendió y defiende esta tierra por medio de las armas. Pero conquistarla, la conquistó plantando y sembrando.
Uno de nuestros mayores orgullos es ver como esta tierra, descuidada y olvidada por todos aquellos que la habitaron durante los últimos dos milenios, hoy tiene verde en cada uno de sus rincones. Israel es el único país sobre la faz de la tierra que en el presente tiene más árboles de los que tenía en el momento de su independencia.
Tan ligada está nuestra vida como pueblo a los árboles, que incluso Moisés, al finalizar su «Shirat Haiam», el canto que cantará Israel después de cruzar el Mar Rojo, dice: «Habrás de traer el pueblo a Israel y los habrás de sembrar en el monte de tu heredad».
Dios no sólo nos bendijo trayéndonos a esta tierra. Dios - como buen jardinero que es - nos plantó en está tierra con la misma pasión con la que plantó el paraíso después de crear el mundo.
En esta semana de Parashat Beshalaj afirmamos con esa misma pasión que en tanto mantengamos nuestras raíces profundas y sigamos siendo capaces de dar frutos como pueblo, nadie ni nada nos podrá arrancar de aquí.
¡Shabat Shalom!