El motor del pueblo
- Moisés y el Faraón se encontraban en el final del enfrentamiento. Un tete a tete que duró doce meses y que costó vidas, sufrimiento y dolor a los egipcios.
Moisés quería demostrarle al Faraón que ya no había lugar para más discusiones.
«¡Está bien!» - dijo el Faraón después de tanto discutir. «Vayan y sirvan a su Dios al desierto tal como desean. ¿Quiénes son los que se van?», quiso saber.
El Faraón parecía entregado. Ya no hablaba con voz de trueno; su voz era la de un hombre vencido.
Moisés, enérgico y resuelto, dio la letra como correspondía: «Con nuestros jóvenes y nuestros ancianos nos iremos» (Shemot; 10-9).
«No será así» - dijo el Faraón. «Vayan solamente los hombres y sirvan a su Dios» (Shemot; 10-11).
¿Qué es este nuevo enfrentamiento? ¿Por qué para Moisés es tan importante ir con los jóvenes? ¿Por qué el Faraón quiere que ellos se queden?
Ambos líderes entienden que la fuerza de un pueblo está en la juventud. Moisés sabe que el pueblo no podrá mantenerse en pie sin los jóvenes; entiende que ellos son el principal motor de todo grupo social; sabe que en ellos está la frescura, las dudas, las iniciativas.
El Faraón, por su parte, sabe que si logra quedarse con los jóvenes, Israel no llegará muy lejos.
Ningún automóvil puede viajar con un motor fundido. Ningún pueblo puede desarrollarse sin su juventud.
Esos jóvenes por los que peleaban Moisés y el Faraón eran el motor de los hijos de Israel. Moisés lo sabía muy bien. Él pone el enfásis en ellos porque el futuro del pueblo judío depende de una nueva generación; depende de la juventud.
Dice el Talmud: «Todo lugar en donde los niños no estudien Torá, será destruído». Toda nación que escatima en recursos para la educación de los más pequeños, no tiene futuro y será destruída aún cuando no estalle ni una sola bomba entre sus habitantes.
Un niño es llamado huérfano cuando no tiene padres; un pueblo es llamado huérfano cuando no tiene jóvenes.
¡Shabat Shalom!