Jugarse por un hermano
- La pelea entre hermanos es una de las señales distintivas del Libro Bereshit. Era hora de que la Torá nos muestre la otra cara: la de un hombre que se juega por su hermano. Ese hombre fue Yehudá, al comienzo de Parashat Vaigash.
La historia atrapa y apasiona. Yehudá regresa a la tierra de su padre con sus hermanos y le asegura a Yaakov que cuidará de Binyamín, «único» hijo vivo de su amada Rajel.
Era imprescindible regresar a Egipto con él; Yosef lo había ordenado. De otra forma Shimón, quien había quedado como «rehén» podría quedar preso de por vida.
Pero súbitamente, y al regresar a Egipto, Yehudá comienza a experimentar la peor de sus pesadillas. Binyamín, luego de un ardid ideado por el mismo Yosef, es acusado de robo y apresado.
Yehudá estaba en serios problemas. En una de las arengas más estremecedoras de todo el texto bíblico le suplica a Yosef por la liberación del joven y le propone quedarse como esclavo a cambio de la libertad de su hermano.
Yehudá sabía que su padre moriría de pena si regresaba a Canaán sin él. Yosef ya no pudo contenerse más. Hizo salir a todos los intrusos del lugar y delante de sus hermanos confesó su identidad.
Yehudá, el mismo Yehudá que años atrás había propuesto la venta de Yosef, prefiere ser esclavo de por vida con tal de que su hermano sea liberado. Por primera vez en toda la Torá un hombre asume responsabilidad por su hermano y, en lugar de celarlo, se juega por él.
Este pacto de amor que se sella entre Yehudá y Binyamín tendrá siglos después sus implicancias históricas. De las doce tribus de Israel, diez se han perdido. Las tribus de Yehudá y Binyamín fueron las únicas que lograron sobrevivir a las persecuciones y a las expulsiones a las que fueron condenados los hebreos desde tiempos inmemoriales.
Nosotros somos descendientes de ese pacto de amor. Algo paradójico en un pueblo judío tan dividido, donde los celos, las peleas y las rencillas están a la orden del día.
Lo único que persiste con el paso de las generaciones es la entrega entre hermanos. No hay nada más bello. Tal como está dicho: Hine Ma Tov Umanaim Shevet Ajim Gam Iajad. Cuán buena y bella es la convivencia entre hermanos.
Todo lo demás se pierde entre los vaivenes del tiempo.
¡Shabat Shalom!