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Lo mítico, lo sagrado y la identidad

Cuando queremos definir un concepto, lo que hacemos básicamente es colocar un fin para distinguir qué es parte de ese concepto y qué no. Cuando se intenta definir a los judíos aparece un límite. Entonces decimos quien pertenece y quien no.

Ya decía el filósofo Michelle Foucaut que toda la cuestión de saber toda la verdad, es siempre una cuestión de poder. Porque de algún modo logra instalar una verdad como una verdad naturalizada. Puede ejercer entonces el manejo del poder sobre esos esquemas.

En ese sentido, cuando uno se encuentra con las diferentes definiciones de judaísmo que se establecen como genuinas, verdaderas y auténticas, rápidamente entiende como lo que se está ejerciendo es un dispositivo que lo que intenta es demarcar a quien pertenece y a quien no pertenece ejercer el poder.

Porque no hay una esencia de lo judío; porque lo judío es lo otro; porque lo judío nació siendo lo otro.

¿Se acuerdan del nacimiento? ¿Mítico, no? El relato fundacional; los relatos que el hombre escribe para construir su propio origen; origen que no importa si existe o no, sino que está en la base de la que uno necesita construirse para darse un sentido.

Mejor lo relato. Nuestro origen es el exilio. Es un Abraham que escucha una voz que viene alumbrando - según Génesis 11 - con su padre de …aldea, y en Génesis 2 escucha una voz que le dice: «¡Vete de la tierra de tu padre! ¡Vete de la casa de tu padre hacia el lugar que te mostraré! ¡Vete!

Una voz que dice: ¡Parte! Un parte de lo propio; ábrete a lo otro. Extranjero fuiste en la tierra y por eso debes, te debes - de deber - al otro. Es una máxima ética de las más importantes de la tradición judía.

Es muy interesante la disección que se hace de nuestra fuente judía; en nuestra literatura judía; una disección que a mí no me preocupa en la medida que uno acepte y asuma que no existe un Corpus canónico normativo de lo que es la filosofía judía. El Talmud sigue abierto. Lo han seguido escribiendo. Lo escribió Kafka, lo escribió Benjamín, incluso Marx siguió escribiendo el Talmud. El problema está en la gente que cree que el Talmud está cerrado y que el Talmud dicta las normas del verdadero judío.

Entonces diseccionamos la literatura judía por el lugar que nos conviene; leemos las… que a nosotros - a nosotros no -, digo las que al poder le resulta conveniente leer, pero las que no les resulta conveniente leer, no las lee. Entonces no leemos como las hijas de Lot violan a Lot; violan al padre. No leemos el episodio del hijo de Abraham con la esclava (Ismael y Hagar) y como Sara los echa al desierto. No leemos que después de los 10 mandamientos hay una serie de mandamientos menores, uno de los cuales, por ejemplo, dice: «Deberás ser siempre generoso con la viuda, el huérfano y el extranjero»; pero no importa porque uno disecciona como quiere.

Creo que hoy vivimos en un momento donde la separación entre religión y secularismo ya no explica la complejidad del mundo en el que estamos. Creo que lo que muchos llamaban la muerte de Dios, lo podemos traducir en un mundo sin verdades absolutas. No sólo deja sin efecto la verdad de la religión, sino que también deja sin efecto la verdad del ateísmo.

El concepto de Dios no es de los religiosos también es de los filósofos; la diferencia es que los religiosos justamente hacen de Dios algo cerrado; los filósofos, en cambio, hacemos de Dios algo abierto.

Decía Fernando Pessoa - cita que me proveyó Hugo Mujica - «Dios existe pero no es Dios». Un poco me parece que se trata de eso. Creer en Dios es algo que cierra el mundo; hace que Dios sea cualquier cosa menos Dios. Lo interesante es asumir nuestra condición humana, nuestra condición finita, y entender que en este lugar en el que uno se asume, limitado, no hace otra cosa, como ejercicio creative, que poder saber más. Que nunca se plebiscita.

Pienso en algún sentido que Abraham no existió; ni Abraham, ni la voz; pero no importa; ese relato no importa si es verdadero o falso, es nuestro. Eso es lo que importa; y como es nuestro, hacemos con él lo que se hace con los relatos: los cambiamos, le sacamos una parte, los damos vuelta, los resignificamos, nos peleamos con el que lo lee de otra manera.

Lo grave es cuando alguien se apropia de ese relato y te dice que no te pertenece porque no eres hijo de vientre judío; ahí está el límite; límite intolerable; eso es lo que hay que combatir.

Foto: Gentileza Ariel Jerozolimski