La Declaración de Independencia de Israel estipula que «El Estado de Israel… defenderá la total equidad social y política de sus ciudadanos, sin distinción de raza, credo o sexo… Y garantizará la libertad de conciencia, de culto, de educación y de cultura».
El pasado 16 de octubre, la policía de Jerusalén arrestó a Anat Hoffman, directora Ejecutiva del Centro de Acción Religiosa del Movimiento Reformista en Israel por leer el Shmá Israel y usar talit al frente de un grupo de 200 mujeres que se acercaron al Kotel para celebrar el Rosh Jodesh.
Los ultra ortodoxos han presionado para que se prohíba a la mujer leer la Torá en voz alta o usar talit en el Muro de los Lamentos.
Las autoridades dicen que Hoffman violó el orden público (ley 201 A4). La pena es de seis meses en prisión. También señalan que violó la ley 287 A al realizar un acto religioso «que ofende los sentimientos de otras personas». La pena en este caso es de hasta dos años en prisión.
Ya hemos visto cómo se ataca a mujeres que se niegan a viajar en la parte trasera de un autobús; hemos visto a un ultraortodoxo escupir a una niña de 8 años por el sólo hecho de que consideraba que su vestimenta no era suficientemente modesta; pero siempre se alega que son casos puntuales y que no representan al Estado de Israel.
Pero esta vez fue la propia policía, en una acción misógina y de maltrato, que indudablemente sobrepasó todos los límites.
Según declaró Anat, la llevaron a la comisaría, la esposaron, la arrastraron - mostró sus brazos llenos de moretones - y la tiraron en un calabozo junto con otras tres personas, incluyendo una prostituta.
La policía no negó ni impugnó estas declaraciones. Estamos acostumbrados a ver manifestaciones antisemitas y discriminatorias, pero la imagen de una mujer humillada, maltratada, obligada a cubrirse únicamente con su talit en una prisión israelí por querer ser fiel a sus creencias religiosas, es indudablemente una visión kafkiana.
Y uno se pregunta ¿Que pasaría si un judío fuese arrestado en Uruguay, en Argentina o en Francia por rezar y usar un talit en público? ¿No estaríamos todos en pie contra semejante arbitrariedad? ¿Se imaginan las denuncias en la Knéset, en Naciones Unidas y en el mundo judío si una mujer judía hubiese sido arrestada, esposada y maltratada por el hecho de usar un talit? ¿Por qué, entonces, no se escuchan las voces de protesta de nuestros líderes comunitarios?
Y uno también se pregunta ¿Dónde están los derechos de la mujer? Israel es un Estado judío, pero pregunto ¿es un Estado ultrareligioso judío o un Estado judío pluralista? Porque así como yo respeto la forma como cada uno lleva su judaísmo, pretendo que se respete mi manera de ser judía.
Algunos hombres entienden que parte de su judaísmo es usar un sombrero de piel inclusive con temperaturas de 40 grados; o medias blancas hasta la rodilla. Para algunas mujeres su judaísmo incluye usar talit y leer en las Aliot a la Torá.
En un país pluralista y democrático, cuando existe un respeto mutuo por el prójimo, todos ellos deben ser aceptados.
No creo que ninguno de estos actos altere el orden público ni pueda ofender los sentimientos de los demás. Más bien aceptarlos demuestra respeto por los derechos del otro.
El profeta Isaías dijo que Israel debería ser una luz entre las naciones. Para serlo no se puede menos que condenar enérgicamente este tipo de acciones que denigra los derechos de la mujer, que de hecho constituyen la mitad del pueblo judío, y seguir luchando para que no exista más discriminación en el país por el cual el pueblo judío rezó y anheló durante más de dos mil años.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay