Les formularé la siguiente pregunta, si un judío no vive en Israel, no habla hebreo, no se interrelaciona con sus pares, no cree en el Dios de Israel y su Torá y además su madre no es judía, ¿es acaso judío?
En comparación con el esfuerzo de definir quién es sionista, determinar quién es judio es un asunto complejo y tedioso. Constituye una cuestión que se ha debatido en demasía, no sólo por judíos. Lo vienen haciendo desde hace mucho tiempo admiradores del pueblo judío o sus más encarnizados enemigos.
Parece sorprendente que sobre un pueblo, que estima su existencia en unos 3.200 años, se siga discutiendo acerca de su autodefinición, como si miles de años de historia no han bastado para llegar a un acuerdo al respecto.
Pero si las disputas sobre la definición de «judío» no se saldaron con la Ley del Retorno, sino que se han mantenido e incluso intensificado, es porque debe haber alguna verdadera necesidad existencial, política y cultural que se expresa a través de la condición antedicha.
El primer interrogante es ¿por qué necesitamos una definición?
Antes de la creación del Estado de Israel, si hubiésemos viajado y entrado en un restaurante en Estados Unidos, Argentina o Tashkent, y el propietario nos hubiera reconocido como judíos, nos elegiría la mejor mesa y nos comentaría: «Yo también soy judio». Nadie trataría de examinar sobre qué base se definía a sí mismo como tal.
Nadie hubiese preguntado si su madre era judía o sólo su padre, o si tal vez algún antepasado judío se le apareció en un sueño y le instó a identificarse como judío. Nada de esto habría sido importante para nosotros; podríamos haber encontrado aceptable e incluso agradable el hecho de que se identifique como judío aceptable, pero al señor no le habría agregado nada.
O podemos tomar un ejemplo más extremo y terrible: en los guetos y campos de exterminio, durante la Segunda Guerra Mundial, no hubieron pocos judíos que se identificaron como tales y que fueron encarcelados como judíos a pesar de que desde la perspectiva de la halajá (ley rabínica) no se lss consideraba judíos porque no tenían madres judías. Pero si muchos de estos seis millones hubiesen resucitado y quisieran emigrar a Israel, por lo menos medio millón de ellos serían bloqueados por las autoridades de migración israelíes con el argumento de que no pueden recibir la ciudadanía del Estado porque no entran en las categorías determinadas por la Ley del Retorno.
Por lo tanto, antes del establecimiento del Estado de Israel, la definición de judío en sí misma no era importante para la mayoría de las personas que no fueran aquéllos que tenían que resolver sobre cuestiones de matrimonio, legitimidad de hijos y entierro.
Después de todo, a pesar de la antigüedad del pueblo judío, seguía siendo pequeño en número, por lo que cada alma era recibida sin demasiado control. Pero una vez que se creó el Estado de Israel, y sobre todo una vez que se aprobó la Ley del Retorno, la necesidad de una definición pasó a ser vital, ya que según ella un judío obtiene el derecho de vivir en Israel y convertirse en un ciudadano de pleno derecho con todo lo que ello implica. Por lo tanto, durante la última generación, el grave problema de la definición de judío salió a la luz.
Advertencia de Agnón
Después que se fundó el Estado de Israel, su primer líder, David Ben Gurión, reunió a unos 60 hombres judíos eruditos – religiosos, seculares, rabinos, filósofos, profesores, líderes en Israel y en la diáspora - y les pidió una respuesta a la cuestión de «¿Quién es judío?. Las respuestas fueron muchas y variadas, pero una de ellas sobresale en mi memoria, la de Shai Agnón: «Señor primer ministro, nos estamos metiendo en problemas».
Agnón tenía razón, su advertencia es válida en la actualidad.
Pero razones de Estado exigen que se alcance una solución al problema a la hora de extender documentos de ciudadanía. No hay más remedio que definir quién es judío y hacer frente a ese asunto complejo, porque aquí no se trata del fin del viaje; la próxima etapa será definir quién es israelí.
Vamos a empezar observando la definición de la halajá porque en el fondo es la que proporciona la mayor parte de los datos esenciales para poder seguir adelante; la definición por la cual un judío es tal deriva de tratarse de una persona nacida de madre judía. Esa definición parece haberse cristalizado al final del período del Segundo Templo cuando su fórmula final fue establecida por los sabios. Por cierto, durante muchos períodos de la historia judía, el término «Israel» se usó más comúnmente que la palabra «judío».
Analicemos la definición para ver qué dice y, sobre todo, qué no dice.
Un judío es el hijo de una madre judía. ¿La definición establece cuándo la madre es judía? Sí; cuando su madre y abuela del primero es judía y ésta lo es porque su bisabuela era judía, simplemente porque ella también nació de una madre judía, y así sucesivamente.
¿Qué no dice esta definición? No dice que un judío tiene que vivir en la Tierra de Israel para ser tal. No dice que un judío tiene que hablar hebreo para ser judío. No dice que un judío debe integrarse a una comunidad judía, o que él no tiene ninguna obligación de que los demás lo consideren judío.
Lo que sorprende aún más es que, aunque se trate de una definición halájica, no dice que tiene que creer en la Torá de Moisés o en Dios para ser judío.
Por lo tanto, la definición es esencialmente sectaria o tribal. No podía ser más básica.
Ello significa que, lógicamente, sería un error incluir a musulmanes, budistas, cristianos y judíos en una misma categoría, como sería un error colocar a musulmanes, budistas, cristianos y noruegos en una misma categoría.
La clasificación correcta sería que musulmanes, budistas, cristianos y judíos son devotos religiosos, pero como estamos definiendo al judío como pueblo y no como religión, judío viene a ser lo mismo que inglés o argentino.
En otras palabras, de acuerdo a la definición halájica, ser judío es una afiliación a un pueblo, no una religión.
Hasta hace alrededor de 200 años, los sabios podrían haber definido al judío como una persona que creía en la Torá de Moisés o alguien que observaba los mandamientos. Dicha definición habría encajado en más del 99% de los judíos de ese momento en cualquier lugar del mundo.
Pero ellos decidieron no definir al judío de esa manera. La halajá judía lo define como integrante de un grupo nacional, no de una religión. Aunque a esta afiliación nacional le faltan algunos componentes nacionales importantes y necesarios - tal vez para dejar espacio para la observancia de los 613 preceptos de la Torá -, es todavía una afiliación nacional.
Sostengo que en una definición religiosa no se puede encontrar un componente secular o de no religiosidad. Sin embargo, una persona nacida de madre judía que no cree en Dios o en la Torá e incluso niega cualquier conexión con la tradición religiosa judía, todavía se considera un judío en todos los sentidos, incluso en la interpretación más rigurosa de la halajá.
De este modo vemos que del primer elemento que se desprende de la definición halájica - un judío es el hijo de una madre judía - es vacío. Esta definición no proporciona ninguna contenido significativo.
Así, la pregunta que corresponde entonces es: ¿La pertenencia al pueblo judío es únicamente biológica? ¿Estamos hablando de un grupo étnico que puede ser identificado por sus genes, como la raza negra o amarilla?
Por supuesto que no. Mientras que un ser negro no puede convertirse en blanco o dejar de ser negro, una persona nacida de madre judía puede llegar a profesar el cristianismo o convertirse al islam, perder su identidad judía y pasar a otra religión.
El Hermano Daniel, un hijo de madre judía, sobreviviente de Auschwitz, que se convirtió al cristianismo, emigró a Israel y vivió en el monasterio Stella Maris en Haifa, pidió a la Corte Suprema ser registrado como judío en su documento de identidad, pero su solicitud fue denegada.
En Francia, el Cardenal Jean-Marie Lustiger, uno de los tantos niños judíos que fueron adoptados por cristianos, se jactó de que no sólo era cristiano sino también judío. Sin embargo, todos los rabinos de Francia rechazaron categóricamente su afirmación.
El judaísmo no es una filiación racial y si un judío se convierte a otra religión deja de serlo, a pesar de que haya nacido de madre judía.
Por otro lado, una persona que no ha nacido de una madre judía puede unirse al pueblo judío por conversión.
Durante los últimos 2.000 años de historia judía, numerosos judíos se convirtieron al cristianismo o al islam.
El número de judíos al final de la época del Segundo Templo se estimó en cuatro millones, mientras que al comienzo del siglo 18 sólo había en el mundo un millón de judíos.
Al mismo tiempo, las personas que no habían nacido de una madre judía se estaban convirtiendo al judaísmo.
Uno de nuestros historiadores dice que tales conversos se contaban por decenas de miles. Ello significa que la existencia o inexistencia de una madre judía no es un componente necesario de la definición de judío.
El corredor religioso que lleva a la entrada o salida del pueblo judío sigue dependiendo de la voluntad de la persona y no de una característica biológica o genética.
El acto de conversión al cristianismo significa que la persona ha abandonado al pueblo judío. El tránsito por el corredor cristiano o musulmán elimina su condición de judío.
Lo mismo se puede decir de una persona que se convierte y entra en el pueblo judío a través del corredor religioso y forma parte del mismo. No tiene significado la pregunta de si él se mantiene fiel a la religión que dejó atrás. Al haberse convertido y sentirse parte del pueblo judío, hará suyo sus valores y creencias, aun las secularizadas. Dentro del pueblo podrá formar parte de una corriente ortodoxa o reformista o ser nacionalista secular.
Elección y libertad
Para resumir, hemos identificado otros componentes en la definición de judío, además del elemento de vacío; se trata de la elección y la libertad.
Un judío es tal porque eligió serlo y no porque se vio obligado a causa de la biología o por alguna fuerza social externa para definirse a sí mismo como judío. En muchos casos, es más fácil dejar de ser judío que dejar de ser israelí o inglés.
Hago hincapié en este punto, porque esto es lo que da valor a la elección de la identidad judía. Ningún antisemita va a determinar si una persona es un judío o no; y sin duda los nazis no fueron autorizados para determinar quién es judío y quién no, aunque tuviesen el poder de matar tanto a judíos como a no judíos por su definición absurda.
Si un hombre que no se consideraba a sí mismo judío fue asesinado en Auschwitz, debemos respetar su propia definición, y no la de quiene lo mataron de acuerdo con su propia clasificación distorsionada.
De ahí surge el interrogante: Si un judío no tiene que vivir en Israel, no tiene por qué hablar hebreo, no tiene por qué estar comprometido con relaciones comunitarias, no tiene por qué creer en el Dios de Israel y su Torá y no necesariamente tiene que ser el hijo de una madre judía, ¿por qué decimos de él que es judío?
Y aquí está la respuesta aunque problemática: un judío es alguien que se identifica a sí mismo como judío. Esa es la raíz; esa es la esencia.
Si alguien piensa que esta definición es anárquica; que es fruto de una imaginación literaria, debe saber que esta es exactamente la definición que sirvió de base para la Organización de Registro de la Población de Israel en sus primeros años, cuando se absorbió a más de un millón de inmigrantes. Esa fue la definición de judío en el Reglamento del Registro de Población israelí determino en julio de 1950: Una persona es judía por su propia declaración siempre que no sea miembro de otra religión.
«Según su propia declaración», se entiende por su identificación como tal, y no es de extrañar que tal definición se basase en elementos confusos.
En la diáspora dicha definición puede existir sin demasiados conflictos ya que, en cualquier caso, los no judíos no tiene ningún control sobre la autodeterminación de los judíos, y ciertamente no tiene obligaciones legales hacia esa definición. Pero en Israel, donde los judíos deben someterse a la autoridad de otros judíos en todas las áreas de la vida, esta definición es problemática, y probablemente seguirá siendo así hasta el fin de los tiempos.
¿Qué puede salvarnos de este problema? La definición de israelí. En efecto, si leemos la Enciclopedia Hebrea, encontraremos para nuestro asombro que la enciclopedia, que fue editada por un erudito religioso, el profesor Yeshayahu Leibowitz, no incluye ninguna definición de judío . En el volumen 19, página 222, aparece lo siguiente: «Judío: Ver Israel, pueblo de».
Fuente: Haaretz
Traducción: Revista Identidad