Mientras la credibilidad y la reputación estadounidenses se contraen en la escena mundial, el presidente norteamericano, Barack Obama, y sus secretarios de Estado y Defensa, John Kerry y Chuk Hagel, practican la negación persuasiva. Por desgracia para ellos, la realidad se impone a las palabras, hasta a las convincentes.
En pasado el Foro Económico Mundial de Davos, donde la menguante influencia de Estados Unidos sobre los acontecimientos de Oriente Medio fue la comidilla, Kerry se declaraba atónito a causa de las acusaciones vertidas de que de alguna forma su país se está zafando de sus obligaciones en el mundo.
«Nada podría alejarse más de la verdad», afirmó. «Entramos en una era de implicación diplomática norteamericana activa igual de amplia y profunda que durante cualquier otro momento de nuestra historia». De igual manera, Hagel instó a «una renovada y avanzada era de asociación con nuestros amigos y aliados».
En esta tónica, Obama hizo múltiples promesas para tranquilizar a aliados.
A Corea del Sur, que depende del reducido destacamento militar norteamericano para disuadir a un dictador perturbado que podría llevarse Seúl por delante a las primeras salvas de una andanada de artillería, Obama prometía que «El compromiso de Estados Unidos con la República de Corea nunca vacilará».
Frente a Japón, que depende de la Séptima Flota norteamericana para repeler las incursiones invasivas chinas cada vez más agresivas en las Islas Senkaku, volvió a afirmar que «Estados Unidos permanecerán firmes en sus compromisos defensivos con Japón», que el Departamento de Estado indica concretamente que abarcan las Islas Senkaku.
Para Taiwán, cuya integridad frente a la República Popular China depende del disuasivo norteamericano, reafirmó «nuestro compromiso con la Ley de Relaciones con Taiwán», que obliga vinculantemente a Estados Unidos a destacar una presencia «para repeler cualquier uso de fuerza o demás formas de coacción que pusieran en peligro la integridad de la isla.
Para las Filipinas, preocupadas por sus territorios en el Mar de la China Meridional reivindicados por China, Islas Spratly y atolón Scarborough en particular, reafirmaba el compromiso con el Tratado de Defensa Recíproca de 1951 que, en caso de intervención armada, estipula que Estados Unidos «intervendrá para combatir los peligros comunes».
A Arabia Saudita, alarmada por el apaciguamiento de Obama a Irán dentro del Plan Conjunto de Acción, reiteraba «el firme compromiso de Estados Unidos con nuestros amigos y aliados del Golfo».
Y para Israel, aislado en medio de un mar de enemigos, Obama anunció oficialmente «el compromiso resuelto de Estados Unidos con la seguridad de Israel», porque respaldar a Israel «revierte en nuestro interés fundamental en la seguridad nacional».
El problema, en primer lugar, es que los estadounidenses ponen en duda estas refinadas y convencidas palabras:
Cifras récord de norteamericanos están convencidos de que la imagen de su país están de capa caída, según el Pew Research Center. Por primera vez en la serie que se remonta a la década de los '70, «la mayoría - el 53% - afirmó que Estados Unidos interpreta un papel menos importante e influyente como líder del mundo que hace una década», al tiempo que sólo el 17% piensa que la influencia norteamericana mejoró. Una mayoría todavía mayor, el 70%, «afirma que Estados Unidos es menos respetado que en el pasado». Y el 51% dice que Obama «no es lo bastante duro» en cuestiones de política exterior o Interior.
Más de las dos terceras partes de los encuestados albergan una opinión negativa de la gestión del tema de Irán por parte de Obama, concluye la consultora Mellman Group; la mayoría - 54-37% - apoya la intervención militar selectiva contra las instalaciones nucleares iraníes antes que permitir que Irán desarrolle arsenales nucleares.
La consultora McLaughlin & Associates concluye que el 49% de los encuestados creen que la posición de Estados Unidos se vio menoscabada durante los cinco años de Obama en la administración; el 40% cree que los rivales miran hoy a Obama con desprecio.
En segundo lugar, Pew Research recoge que la mitad de las opiniones públicas de Gran Bretaña, Francia y Alemania, así como la tercera parte en Estados Unidos y Rusia, consideran que China reemplazará eventualmente a Estados Unidos como principal superpotencia mundial. Dos tercios de los israelíes creen que Obama no impedirá procurarse armas nucleares a los iraníes.
En tercero, los líderes mundiales de países tan diversos como Japón, Polonia o Israel perciben «ajenas a la realidad» las promesas de Obama. Hablando por muchos, Josef Joffe, del semanario alemán «Die Zeit», descubre «consistencia y coherencia en los intentos por parte de Obama de evadir los problemas del mundo, de sacar de primera línea a Estados Unidos. «Hablando en plata, quiere convertir a Estados Unidos en una potencia intermedia muy grande».
La «implicación diplomática activa» fructífera - como la llama Kerry - deberá estar respaldada por la consistencia, la influencia y la voluntad, no por palabras agradables, promesas huecas y castillos en el aire.
¿Se dará cuenta de esto la administración Obama antes de causar daños permanentes?