Los discípulos del movimiento de colonización judía en los asentamientos en Cisjordania consideraron a la Guerra de los Seis Días como el cumplimiento de una etapa de la redención; sin embargo, muchas otras personas creen que esa guerra perjudicó a Israel. Ellas están convencidas de que el conflicto palestino-israelí tuvo graves consecuencias sobre la imagen del Israel laico y democrático.
Creo que ese punto de vista pasa por alto las oportunidades proporcionadas por la guerra, por culpa de «las malas hierbas» de la ocupación que en estas últimas semanas intensificaron sus actos de violencia contra las poblaciones árabes y cristianas de Israel así como contra oficiales y soldados del Ejército.
La Guerra de los Seis Días marcó el momento crucial del conflicto. Produjo cambios importantes, no sólo aquellos problemas que quedaron sin resolver tras la Guerra de la Independencia en 1948 - el reconocimiento, las fronteras, la seguridad, Jerusalén y el destino de los refugiados palestinos, entre otros. Los cambios incluían una serie de ventajas que Israel podría canjear por acuerdos.
En primer lugar, la guerra otorgó legitimidad internacional a las conquistas de Israel en la Guerra de la Independencia y eliminó de la agenda las «fronteras de la partición de Palestina». Por otro lado, incluso después de casi 47 años de ocupación, la comunidad internacional rehúsa legitimar ni un solo metro cuadrado de territorio anexado por Israel sin acuerdo previo. En otras palabras, las fronteras de 1949 son la compensación por las conquistas de 1967.
En segundo lugar, la guerra modificó los intereses de los países árabes en el conflicto. Si hasta 1967 su interés era el control de territorios en la Tierra de Israel, desde la Guerra de los Seis Días se han centrado en la devolución de los territorios ocupados por Israel. Ese cambio condujo a los tratados de paz con Egipto y Jordania; a intentos por parte de Siria de alcanzar un acuerdo, e incluso a la propuesta de la Liga Árabe para un acuerdo de paz regional.
En tercer lugar, la guerra cambió el alcance del conflicto diplomático y militar. El conflicto dejó de ser entre Israel y los países árabes, sino entre Israel y los palestinos. Los palestinos llegaron a ese punto sólo después de que sus dirigentes decidieran abandonar la lucha armada para la «Gran Palestina», en favor de una lucha diplomática encarada en nombre de una parte de ella. Al hacerlo, reavivaron la posibilidad de establecer un Estado palestino sobre la base de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU. En otras palabras, el establecimiento del Estado ocuparía el 22% del territorio a cambio del reconocimiento de Israel.
En cuarto lugar, la guerra obligó a la comunidad judía de Israel a decidir sus prioridades: ¿la partición o el «Gran Israel»? ¿Qué es más importante: un territorio o un Estado? ¿Cuál habrá de ser la naturaleza del régimen de Israel: una democracia o una etnocracia judía? ¿Qué está primero: el imperio de la ley o el dominio de los rabinos? ¿Cómo se debe tratar a la minoría árabe: como una quinta columna, o como ciudadanos israelíes?
En otras palabras, la Guerra de los Seis Días fue el cumplimiento de aquella opinión expresada por el líder sionista Zeev Jabotinsky en su famoso ensayo «El muro de hierro»: «Un pueblo vivo hace concesiones tan enormes sobre cuestiones tan fatídicas sólo cuando no se percibe ni una sola hendidura en el muro de hierro», escribió Jabotinsky.
«Sólo entonces los grupos extremistas pierden su dominio y la influencia se transfiere a los moderados. Sólo entonces tales grupos moderados se acercarán a nosotros con propuestas de concesiones mutuas; y ambos pueblos, como buenos vecinos, podrán luego vivir en paz», agregó.
El Estado del pueblo judío debe decidir si es también un «pueblo vivo» que sabe proponer y aceptar compromisos sobre la base de los parámetros presentados por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y el presidente Barack Obama, o si se encuentra todavía bajo el hechizo de los «colonizadores» en los asentamientos y los defensores de los ataques terroristas conocidos como «etiqueta de precio» contra la sociedad.
Cuanto más tiempo posponga el Gobierno de Netanyahu la necesaria decisión sobre el canje de la última ventaja adquirida en la Guerra de los Seis Días - Judea y Samaria - para un acuerdo de estatuto definitivo, mayor será el peligro que corran aquellos importantes logros diplomáticos alcanzados por Israel desde 1967: los acuerdos de paz con Egipto y Jordania.