Los crímenes de odio de judíos contra árabes musulmanes y cristianos se convirtieron en rutina en Israel, y no sólo en Cisjordania, donde es una parte integral de la política de ocupación y colonización.
En el último mes hubo 16 incidentes contra árabes que se registraron en Cisjordania e Israel, en comparación con 17 en los tres primeros meses del año y 48 en todo el 2013.
Pero estos ataques, eufemísticamente llamados «incidentes por daño colateral», siguen siendo tratados como actos inconexos con la violencia que ejerce un pequeño grupo de «malas hierbas salvajes».
En julio, presionado por el primer ministro Binyamín Netanyahu, el Gabinete interno se abstuvo de definir a los autores de los incidentes por daños colaterales como miembros de una organización terrorista, calificándolos por el delito menor de «concurso no autorizado de personas». La titular de Justicia, Tzipi Livni, y el ministro de Seguridad Interior, Itzjak Aharonovich, están ahora reexaminando esa decisión.
Desde el punto de vista jurídico, la diferencia entre las dos definiciones es insignificante; la policía puede arrestar, interrogar y enjuiciar a los autores en virtud de una u otra categoría. El significado es el mensaje que el Gobierno envía a la opinión pública y el grado de su determinación para detener crímenes motivados por la intolerancia y el racismo.
El primer paso en la eliminación de estos delitos es reconocer la existencia del terror judío, que no es diferente de otras formas de terror y debe ser tratada como tal.
Aun si los autores de los «crímenes de odio» no tienen una organización formal, reciben el apoyo de sus líderes espirituales y se muestran motivados por la inexplicable ineficacia de los servicios de seguridad.
Ellos entablan abiertamente diálogos de terror a través de Internet y se nutren de una ideología racista y ultranacionalista que predica la violencia.
Sus acciones tienen implicaciones para la seguridad nacional, para la sensación de amparo personal de la gente y la capacidad de de las minorías étnicas y religiosas en Israel para reclamar por su protección. En medio de la creciente frecuencia de estos incidentes, la pregunta no es si los perpetradores tomarán las armas y causarán un desastre, sino cuándo.
La batalla contra los terroristas judíos va más allá de la detención y el castigo de los responsables. Es una batalla por la conciencia de la opinión pública israelí, en la que muchos consideran a estos terroristas como mensajeros de Dios en una misión de llevar a cabo los mandamientos divinos.
Netanyahu tiene una mano en la conformación de esta actitud reflejada en sus esfuerzos por aumentar la identidad judía de Israel a expensas de otras comunidades.
En esto cuenta con el apoyo del ministro de Economía, Naftali Bennett, líder del partido ultranacionalista religioso Habait Haiehudí, quien considera que Cisjordania debe ser anexada a Israel y se opone a una solución del conflicto con los palestinos basada en la fórmula de dos Estados.
Esta unión espiritual de ultranacionalismo y fanatismo religioso es el fundamento de los incidentes perpetrados por los grupos denominados «Etiqueta de Precio» y «Juventud de las Colinas», a quienes el escritor Amós Oz definió recientemente como «neonazis hebreos».
Netanyahu es el responsable de cambiarlo y tiene la obligación de hacerlo.
Fuente: Haaretz
Traducción: www.israelenlinea.com