Tzipi Livni goza de una prolongada experiencia partidaria y, justificadamente, tenía serias aspiraciones políticas de llegar a ser, después de Golda Meir, la segunda mujer que obtiene el cargo de primer ministro de Israel.
A decir verdad, estuvo a punto de lograrlo como resultado de las elecciones de 2009, cuando su partido, Kadima, obtuvo el mayor caudal de votos entre los diferentes contendientes. Como los analistas lo preveían, este intento fracasó pues, a diferencia de Netanyahu, cuyo partido obtuvo un escaño menos en esa oportunidad, Livni no disponía de la habilidad política que le permitiera formar una coalición mayoritaria.
La estrepitosa caída de la popularidad de Kadima en el período 2009 - 2013 la alejó de la jefatura de su partido. Las nuevas elecciones de 2013 le crearon nuevas expectativas largándose a conformar una nueva lista, Hatnuá, táctica que no pudo evitar un nuevo fracaso electoral y, consecuentemente, una significativa caída en su capacidad de negociar.
En un marco democrático guiado por principios comunes de comportamiento político, ante una serie de fracasos cada vez más resonantes, es de suponer que todo candidato, especialmente a la máxima posición ejecutiva del país, pasaría a retiro o, al menos, recapacitaría seriamente sobre su propuesta política. No es el caso típico de Israel, especialmente de los candidatos de bloque de partidos transigentes o comúnmente denominados de izquierda.
La experiencia de los últimos quince años nos ha demostrado que estos serios aspirantes a conducir políticamente el país no dudan en convertirse en floreros políticos. En vez de aceptar la derrota electoral, prefieren cruzar las líneas para adornar mesas de gobiernos intransigentes, pintar de color rosa a extremistas para proyectar una imagen pacifista y disimular verdaderas intenciones de colonización y conquista territorial con sus insinuaciones aromáticas de concesiones.
Ante la angustiosa perspectiva de permanecer por un largo período en el desierto opositor, estos distinguidos políticos finalizaron en un vergonzoso resbalón ideológico hacia nuevas cortes de quienes fueron sus peores adversarios. Quienes tanto proclamaron a viva voz la imperiosa necesidad de materializar la solución de dos Estados para dos pueblos en el conflicto con los palestinos, no dudaron en convertirse de un día para el otro en escudos y cortinas de humo de oscuros intereses de continuar sigilosamente una masiva colonización judía en Cisjordania.
La patente para obtener un sillón ministerial con el engañoso pretexto que dentro de un gobierno se puede influir mucho más que desde la oposición, sin lugar a dudas, quedó registrada en la historia a nombre de nuestro presidente Shimón Peres. Nadie se le acerca a la cantidad de discursos con alta predisposición a concesiones pacifistas como ningún ministro fue testigo durante su mandato a tanto crecimiento en la cantidad de colonos judíos en Cisjordania y Gaza como lo fue Peres durante sus cadencias ministeriales de gobiernos en coalición con o liderados por el Likud. Su sucesor en la conducción del partido, Ehud Barak, no lo defraudó y continuó con las mismas andanzas en gobiernos bajo la dirección de Olmert y Netanyahu, sus acérrimos contendientes políticos en las elecciones previas.
La mesa del gobierno que surgió de las últimas elecciones de 2013 no quedó vacía y expuesta a feroces críticas por su tendencia expansionista. Tzipi Livni se encargó de decorarla y tomó a su cargo la función de adorno floral.
Pese a una plataforma electoral totalmente opuesta a la de Netanyahu, Livni fue la primera en correr desesperadamente a firmar el primer acuerdo de participación en la coalición expansionista del presente gobierno. Como premio recibió el jerárquico cargo de ministra de Justicia y encargada de las negociaciones con los palestinos. Probablemente Livni suponía que en sus manos estaría la posibilidad de alcanzar su soñado acuerdo. ¡Cuánta inocencia política!
Un veterano zorro político como Netanyahu no podría cometer semejante error. Tal es así que como medida preventiva e insólita en la política israelí el primer ministro le impuso a la flamante negociadora un celador como Itzjak Moljo que no le permitiría el más mínimo sesgo de las instrucciones de su patrón.
Por si eso fuese poco, ante le estancamiento sin un horizonte con perspectivas en las negociaciones, Livni tomó iniciativa y se encontró días atrás en Londres con el presidente palestino Mahamud Abbás. Este simple acto fue suficiente para que Bibi y su canciller la rebajen y humillen públicamente.
Para Netanyahu, «en su encuentro con Abbás, Livni representó sólo a sí misma y no al gobierno». Liberman fue mucho más sarcástico: «Supongo que Livni estaba en Londres en visita particular y se encontró con quien ella quería. Estoy seguro que no se trataba de negociaciones. También si jugaron a las damas, estaban en su derecho», afirmó [1].
Los trascendidos de último momento nos informan que Netanyahu sopesa tomar medidas unilaterales en el frente palestino. Para ser más precisos, su mano derecha y líder de los religiosos nacionales expansionistas, Naftali Bennett, afirmó que «apoya esta medida y que debe tratarse de la anexión a Israel de todos los territorios conquistados en la Guerra de los Seis Días» [2].
No es que Livni no tenga la capacidad de analizar correctamente la realidad. Cuando resume la situación tras el rotundo fracaso de nueve meses de intensas negociaciones, ella misma acusa a Netanyahu: «Los asentamientos israelíes tienen la culpa del fracaso de las conversaciones» [3]. Con todo, Livni no da indicios que tiene la mínima intención de abandonar su mullido sillón ministerial.
Da la impresión que antes que experimentada política y estadista, Tzipi Livni se valora más como reluciente flor.
Ojalá me equivoque...
[1] «Netanyahu en contra de Livni»; Haaretz; 17.5.14.
[2] «Bennett en respuesta a la propuesta de Netanyahu»; Haaretz; 23.5.14.
[3] «Livni: los asentamientos israelíes tienen la culpa del fracaso de las conversaciones»; Haaretz; 9.5.14 en Página Identidad; 16.5.14; Traducción I. Laubstein.