Nada nuevo, por ahora, en los cielos de Gaza e Israel, en donde los cohetes lanzados por Hamás a la población civil de Israel hacen parte del paisaje, con leves interregnos, al igual que los bombardeos israelíes en retaliación.
Tampoco habrá variación en el circo mediático que cubre cada estallido de violencia entre Israel y la Autoridad Palestina y las condenas a Israel y «marchas de solidaridad» con el pueblo palestino por parte de organizaciones para quienes las decenas de miles de niños masacrados en Siria en los últimos tres años no han generado ni siquiera un bostezo.
Hamás, que controla la Franja de Gaza desde su toma violenta en 2007, ha visto sus fortunas declinar considerablemente desde el comienzo de la «primavera árabe». Al alinearse con los rebeldes sirios sunitas perdió el apoyo de Irán. Posteriormente, el nuevo Gobierno de Egipto, encabezado por el mariscal Al Sisi, declaró a Hamás organización terrorista y le ha impuesto severas restricciones.
Tras el fracaso del proceso de paz de Kerry, Hamás, debilitado, accedió a hacer parte de un Gobierno de «unidad nacional» con Al Fatah, el cual no ha podido consolidarse por la posición de Hamás de mantenerse en su negativa de reconocer a Israel.
La actual escalada de violencia comenzó con el asesinato por parte de miembros de Hamás de tres adolescentes israelíes, a lo que se sumó la brutal muerte de un joven palestino cometida por radicales judíos, lo que incendió la calle árabe, situación aprovechada por Hamás para aparecer oportunistamente como el abanderado de la respuesta palestina al asesinato.
Para Hamás, la forma de mantenerse vigente es a través de la violencia, específicamente el lanzamiento de cohetes a Israel, con la intención de provocar una acción del Ejército hebreo, colocándose así a la vanguardia de la «resistencia».
Hamás carece de un plan político de solución al conflicto israelí-palestino y su raison de ser es el enfrentamiento perenne, con lo cual le causa un irreparable daño a las legítimas aspiraciones del pueblo palestino, a su independencia y a su futuro Estado.
Es probable que la actual ronda concluya sin una invasión a Gaza por el Ejército israelí, la que sería una verdadera calamidad para todos y en la que nadie está interesado, a pesar de las declaraciones a los medios.
Al final del día volverá la tregua en Gaza, hasta la próxima ronda, en un convulsionado Oriente Medio en donde se desmoronan las fronteras coloniales, arrecia la guerra sectaria y la comunidad internacional ha desaparecido del panorama.
Para israelíes y palestinos, la paz sigue siendo tan esquiva como siempre, pero son los palestinos los que seguirán sin su Estado y así será mientras sea Hamás quien dicte la agenda a través de la «lucha armada», que para poco le ha servido al pueblo palestino, excepto para obtener una solidaridad vacía e inocua.