Fuentes con excelentes conexiones informaron recientemente desde el Infierno que el ex Führer alemán, Adolf Hitler, declaró que deseaba volver a la tierra para convertirse en un líder de izquierda.
Interrogado acerca de la motivación de este gran viraje ideológico, el líder nazi explicó que la decisión no se debía a razones de ideología sino de corrección política.
«Falta todavía algunos años para que ser nazi se considere políticamente correcto. Pero no muchos», explicó.
Inquirido acerca de si quería ser socialista, comunista o tan sólo liberal de izquierda, dijo que aún no había decidido nada al respecto, pero que «hoy los rótulos ideológicos tienen mucho menos importancia que en el pasado».
Acerca de los motivos de su decisión, Hitler destacó que había quedado muy impresionado con la fraternidad reinante entre los neo-nazis, los islamistas y los izquierdistas de todo tipo en manifestaciones contra Israel y los judíos en Nueva York, París y Londres.
«Realmente me emocionó ver hermanadas la hoz y el martillo y la cruz esvástica», aseguró.
«Lo cierto es que hoy ya se han diluido bastante las diferencias que tuvimos cuando existió el mundo bolchevique. Antes ellos creían en las luchas de clases, ahora, creen, como nosotros, en la lucha contra los judíos», añadió.
Hitler dijo no saber a qué se debió el cambio, pero luego de reflexionar un poco, opinó: «Quizás ellos hayan entendido, como nosotros, que los judíos son el enemigo ideal. Fíjese qué poco me costó a mí convencer al pueblo alemán de que los judíos son los responsables de todos los males del mundo. Decir que Israel es el peor enemigo de la paz en la tierra es facílisimo, sobre todo con una caja de resonancia en el mundo musulmán con 54 países y 1.300 millones de seres humanos. En Alemania, antes de la Segunda Guerra Mundial, éramos tan sólo 80 millones».
La única vez en que Hitler sonrió durante la entrevista fue cuando le preguntaron sobre la credibilidad de las masas.
«Ah, en ese sentido las cosas mejoraron», afirmó con un buen humor muy poco habitual en él. «Antes se necesitaba un genio de la mentira como el Dr. Goebbels para engañar a millones. Hoy le creen a cualquier imbécil», aseveró.
Nunca se aclaró quién hizo la entrevista ni quién estuvo presente en ella. El Infierno tiene serios problemas logísticos para llegar. Pero de lo que no cabe duda es que el único momento en que Hitler se enojó seriamente y desplegó esa agresividad feroz que constituye su forma particular de coquetear, fue cuando lo interpelaron acerca de los trotzkistas.
«¿Qué pasa con los trotzkistas?», preguntó.
«Que son tan antisemitas como lo fueron los nazis», dijo tímidamente una voz.
«¿Y eso qué tiene de particular?», insistió.
«Que Trotzky era judío», volvió a contestar la misma voz, aterrada, en un tono casi inaudible.
«Eso no tiene nada de raro», sostuvo Hitler. «Hay algunos judíos que superan a los nacional-socialistas del más puro linaje ario en lo que respecta a su odio al Estado de Israel y a los judíos mismos. No es nada fuera de lo común. Después de todo, los seres humanos tienen las más diversas y curiosas maneras de suicidarse», dijo.
«Nada nos causa más satisfacción que la noticia de que haya judíos que se quieran suicidar».