El carácter asimétrico del actual conflicto alrededor del operativo «Margen Protector» es el factor determinante para que, tras 40 días de confrontación (con algunos días de tregua), ambas partes se declaren triunfadores y se comporten como victoriosos. La continuidad de escaramuzas y una falta de perspectiva de tregua definitiva en el horizonte dio lugar a la configuración de una situación con un significado práctico: se trata de un empate estratégico.
Esta clara falta de definición ante las tajantes promesas del primer ministro israelí junto a rumores de dadivosas concesiones que Israel seria obligado a otorgar para permitir una tregua prolongada, exasperaron los nervios de activistas e Intendentes de ciudades lindantes con Gaza, uno de los principales objetivos de los bombardeos de Hamás [1].
Pese a crear un ambiente poco propicio para Netanyahu, estos activistas del sur del país no son su problema principal. No en vano ellos mismos se manifiestan «no contra el Gobierno, sino contra la política de los últimos 14 años sin decisiones» Bibi tampoco debe sentirse preocupado por protestas de la izquierda con sermones a favor de la paz en boca del destacado escritor David Grossman. Esta plataforma es totalmente marginal y con muy poco peso político en Israel de estos días.
El serio problema de Netanyahu está en su sustento político, allí es donde se está quedando sin su «Margen Protector».
Con seguridad, Bibi no se puede olvidar el «delicado» tratamiento que le concedió la derecha israelí como consecuencia de acordar mínimas concesiones territoriales a Arafat cuando firmaron juntos el Tratado de Wye Plantation en 1998: un desplante que lo dejó en el exilio político por varios años, inclusive a costo de ver la izquierda asumiendo el poder.
Todo comenzó en pleno desarrollo de los combates cuando Danny Danón, viceministro de Seguridad, declaró que «Netanyahu fracasó y se maneja con extrema delicadeza con Hamás» [2]. Netanyahu le exigió la inmediata renuncia al cargo ejecutivo aunque al quedar en funciones como miembro del Parlamento, en su mismo partido, Danón introdujo un signo de interrogación en el futuro apoyo a la coalición gubernamental.
Detrás de Danón surgieron otros nubarrones negros en la coalición. Tanto Liberman como Bennet expresan continuamente su malestar ante la insistencia de Netanyahu en llegar a un acuerdo con Hamás en vez de tratar de abatirlo totalmente.
La aritmética podría jugar una mala pasada a Bibi. Ambos ministros lideran a 24 miembros del Parlamento que sumados a otros posibles rebeldes del Likud (Danón, Erdán, Feiglin,) podrían adelantar las elecciones y así derrocarlo imposibilitado cuantitativamente de movilizar alternativas como por ejemplo el Partido Laborista y/o las facciones ultraortodoxas.
Pero aquí no terminan las complicaciones de Bibi. Los artículos de opinión de este último fin de semana reflejan claramente que sectores populares que tradicionalmente lo apoyan también se sienten defraudados y decepcionados frente aquellas soluciones tajantes y rápidas que prometió.
Para unos, Netanyahu está jugando con el honor nacional. «Lo más importante y lo que más molesta es la sensación de humillación, pues si coincidimos o nos oponemos a la conquista de Gaza, es muy claro que continuamos perdiendo nuestro honor nacional ante el mundo e inclusive ante nosotros mismos. Humillación nacional que fácilmente se convierte en humillación personal» [3].
Otros protestan por el largo proceso de perdida de iniciativa, de ser el factor que fija y conduce en lugar de ser conducidos y sólo buscar respuestas. «Por el momento da la impresión que Hamás decidirá cómo y cuándo dar por finalizado el operativo. En otras palabras, el enemigo fijará cuándo habrá silencio y cuándo se abrirá fuego» [4].
Un conocido rabino se quejó de la falta de pericia en el manejo del operativo. «Netanyahu, el ministro de Defensa y el jefe del Estado Mayor del Ejército exhibieron una terrible debilidad, una falta de confianza en su pueblo y sus aptitudes; temblaron de pavor ante las fieras de Hamás y, con toda la intención de proteger la vida de nuestros soldados, se achicaron en todos los frentes demostrando una cobardía incompatible con sus funciones» [5].
No hay duda que la crítica más demoledora la expuso un renombrado artista y columnista muy reconocido por su apoyo al actual Gobierno e inclinación de extrema derecha. «Todas las imágenes a la vista de nuestros ojos nos dibujan una derrota total de Hamás y un regreso de Gaza 30 años atrás. Pero no se equivoquen; ellos no fueron abatidos. Todo lo contrario. Esto fue un claro triunfo de Hamás sobre Israel, incluso una brillante victoria. Hamás quería guerra y la consiguió. Israel no la quería y se vio obligado a enfrentarla en combinación con deshonra. De ahora en más, no será posible relacionarse a Hamás como a una pandilla marginal de bandidos. Se trata de un enemigo a quien no logramos vencer y, aparentemente, tampoco lo podremos hacer en el futuro» [6].
La conclusión dentro del mismo periódico, vocero de la derecha israelí, no se dejó esperar. «El dúo Netanyahu-Yaalón nos demostró ser delicado y débil con mucha experiencia de retórica hueca sin ningún contenido. Ellos se tienen que retirar, y rápido. En el Parlamento actual no hay posibilidades de un cambio en la coalición gubernamental. Por lo tanto, para desprendernos de este Gobierno civil-laico-occidental no hay otra alternativa más que nuevas elecciones. Adelantar los comicios cuanto más se pueda es de interés primordial para la derecha» [7].
Si continúa con su actitud negociadora, Bibi podrá garantizar su permanencia en el poder si mágicamente es capaz de lograr una rendición incondicional de Hamás. Algo ilusorio. Alternativamente, si quiere salvar su pellejo político, tiene la posibilidad de dar al Ejército la orden inmediata de conquistar Gaza y abatir a Hamás, inclusive sin tomar en cuenta las trágicas e impredecibles consecuencias.
De no ser así, probablemente seamos testigos del comienzo del segundo exilio político de Netanyahu.
Cayendo abatido por Hamás, Bibi no debe sentirse solitario. Le harán compañía otros primeros ministros (Peres, Barak y Olmert) que fueron derrotados por ejecuciones políticas quirúrgicas al mejor «estilo hamásico».
[1] «El acuerdo nos deja como rehenes en manos de Hamás»; Ynet; 19.8.14.
[2] «Netanyahu exigió la renuncia de Danny Danón»; Ynet; 15.7.14.
[3] «Humillación de largo alcance»; Avi Segal; Besheva; 14.8.14.
[4] «Una montaña de un grano de arena»; Dr. Ron Braiman; Arutz 7; 16.8.14.
[5] «El Gobierno rediseña el Acuerdo Oslo C»; Rabino Dr. Elihau Zini; Arutz 7; 12.8.14.
[6] «Pese a lo que dice Israel, el triunfo fue de Hamás»; Dudu Elharar; Besheva; 14.8.14.
[7] «Y ahora, a las urnas»; Betzalel Shmotritz; Besheva; 14.8.14.