Durante el reciente conflicto entre Israel y Hamás, resultó obvio que muchos lo utilizaron para deslegitimar a Israel y deshonrar la memoria del pueblo judío.
Fueron descritos mitos basados en falsas premisas en contra del Estado hebreol; pero, pese a que la idea sería defender la causa palestina, lo que en verdad consiguieron fue justificar a Hamás.
Entre los mitos, se destacan tres. Uno de los más repetidos es que Israel se fundó en tierras palestinas como compensación a los judíos por lo sufrido a manos del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.
En ese caso omitieron que la única nación que existió en la región fue la judía, primero con el reino de Israel y después, con su renacimiento. Jamás hubo un Estado palestino.
No se percataron que varias décadas antes del inicio del Holocausto, Israel existía sin haberse declarado: tenía un gobierno e instituciones que hacen a un país.
La ONU no resolvió la partición por desagravio, sino por una arraigada realidad.
Desde las últimas décadas del siglo XIX comenzó a funcionar un Estado sin haberse formulado su independencia.
Precisamente, ese país ofreció posibilidades laborales, por lo que árabes de zonas vecinas se mudaron a lo que se conocía como Palestina.
Un segundo mito que los hechos niegan es que en Palestina convivieron fraternalmente judíos y musulmanes, hasta que se creó el Estado de Israel. Ello es una falsificación de la historia y justo, hace pocos días se recordó la masacre de Hebrón, ocurrida en agosto de 1929.
La incitación a la violencia contra los judíos fue proferida por el Mufti de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini, aliado de Hitler, y en todo el territorio del mandato británico se perpetraron ataques a las poblaciones judías. En los años siguientes hubo varios pogroms más.
La tercera tergiversación insiste en que el judaísmo es sólo una religión.
Se equivocan. El judaísmo es un pueblo, con una forma de vida y de cultura, la cual también incluye liturgia y fe.
Los Diez Mandamientos constituyen normas básicas de convivencia entre las personas. Libros sagrados como la Mishná y el Talmud, establecen jurisprudencia.
Al igual que estas calumnias, hay otras que en tiempos de crisis son cultivadas para generar una mala imagen de Israel y azuzar el odio antijudío, disfrazado ahora de antisionismo, de acuerdo a ciertos intereses políticos.