Probablemente sea posible encontrar sólo un punto de coincidencia entre críticos y aduladores de políticas israelíes en el conflicto de Oriente Medio: la pésima situación de la hasbará (difusión y esclarecimiento) israelí. Si dejamos de lado la infundada acusación de un antisemitismo generalizado en el mundo, debemos reconocer que esta lamentable situación es el resultado de la carencia de argumentos convincentes capaces de justificar ciertas conductas generalmente inadmisibles e improcedentes para gran parte de las sociedades del mundo.
La experiencia nos demuestra que el ejército de voceros, instituciones oficiales y/o privadas, particulares y medios de difusión judíos de Israel y la diáspora dedicados al tema se inclinan básica y primordialmente por el uso de dos caminos muy característicos.
El primero se basa en tratar de rechazar y desviar las acusaciones a Israel bajo el pretexto de que hay otros países o conflictos mucho más atroces y sangrientos de los cuales los medios no se ocupan o lo hacen muy esporádicamente. Al respecto publiqué mi artículo «El síndrome de la piedra chica» [1] en donde demuestro que este argumento consolida la culpabilidad israelí, salvo que hay otros agresores mucho más sanguinarios.
El segundo método consiste en tirar barro a la imagen del enemigo en un esfuerzo por difundir una trama típica de una película de Hollywood: los buenos (israelíes) contra las fuerzas del mal (todo quien no esté del lado de Israel). En el ardor del combate mediático y en la incesante búsqueda de la originalidad, los distintos actores de la hasbará israelí no se dan cuenta que repetidamente recurren al uso de armas de doble filo con el nefasto resultado de no convencer a nadie, salvo a los ya convencidos de su bando.
En estos últimos días fuimos testigos de un nuevo y curioso proyecto. Israel Law Center (Shurat Hadín, en hebreo) es una organización israelí de defensa de derechos humanos cuyos integrantes se sintieron profundamente conmovidos por 38 de las más de 2.300 víctimas mortales que dejó el operativo «Margen Protector». No, no se trata de parte de los cientos de niños y de otras tantas mujeres, sino de 38 hombres, ciudadanos palestinos ejecutados por Hamás bajo la sospecha de colaboración con Israel. Los abogados de esta organización denunciaron ante la Corte de La Haya a Khaled Mashal como principal responsable del asesinato de estos palestinos [2].
Sobre los hechos en los que se basa la presentación no hay discusión que se trata de actos criminales. Lo que llama la atención es la persistencia en proclamar que el césped del enemigo siempre es más negro, sin prestar atención que en el presente y pasado Israel tiene numerosas y muy similares manchas negras.
La presentación del Israel Law Center carece de todo derecho moral, y por ende su efecto mediático está destinado al total fracaso, desde el momento que pasa por alto la misma conducta de heroicos combatientes de los movimientos de liberación nacional que lograron la independencia de Israel, tan sólo unas décadas atrás.
Compañeros de armas, sospechosos de colaborar con el enemigo, inclusive aquellos que sólo se suponía cayeron víctimas de una desviación de la línea ideológica del movimiento, fueron mártires de juicios sumarios, ejecuciones o simplemente asesinados en la calle. Ni siquiera se puede culpar una orientación ideológica especifica ya que tanto la Haganá (de izquierda) como el Lehi o el Etzel (de derecha) fueron partícipes de esta conducta perversa.
La lista incluye, entre otros, a Yosef Braverman, Arie Polonsky, Eliahu Giladi, Yosef Davidesky, Avraham Vilentzyc, Yehuda Arie Levy e Israel Pritzker. Vale la pena mencionar especialmente los casos de Valentin Back y Meir Tubiansky que con posterioridad se demostró la total inocencia de ambos. No menos grave es el caso de la ejecución de una mujer como Jaia Zaidenberg, o la de un joven, Ernst Michael Shanel, de tan solo 16 años de edad [3].
Si justicia por ejecución de compatriotas es lo que busca la organización que presentó la denuncia, es probable que esté a tiempo de incorporar algunos nombres de israelíes todavía en vida y con aparente responsabilidad en los hechos detallados anteriormente.
La experiencia del enfrentamiento entre Israel y la lucha del pueblo palestino por su liberación nacional demuestra la aparición de no pocos puntos de coincidencia con aquellos que caracterizaron la lucha por la independencia de Israel. Todo intento israelí de embadurnar la imagen palestina atacando estas problemáticas conductas está destinado al fracaso. Sólo basta recordar que si a Israel y los judíos lo perdonaron, no hay motivos para que no lo hagan con los palestinos, salvo que se demande el derecho del omni-privilegio judío, o sea la excepcionalidad a que tienen derecho de atenerse los judíos.
[1] «El síndrome de la piedra chica»; http://daniel.kupervaser.com/2014/07/27/el-sindrome-de-la-piedra-chica/
[2] «Denuncia en La Haya: Mashal responsable del asesinato de 38 palestinos»; Maariv; 3.9.14.
[3] Una detallada información al respecto está disponible en una extensa bibliografía en hebreo sobre el tema al alcance de la mano de cualquier lector interesado. Se puede iniciar simplemente en Google con la expresión «ejecuciones en Israel» en hebreo.