El presidente Barack Obama fue criticado con dureza por declarar que «aún no tenemos una estrategia» para enfrentar de manera efectiva al grupo Estado Islámico. Al criticar a Obama por tomarse demasiado tiempo, el representante Mike Rogers, el presidente republicano del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, declaró al noticiero «Fox News Sunday» que «esta política de 'no hagan cosas estúpidas' no está funcionando». Eso sonó raro en mis oídos: como si debiéramos meramente bombardear a alguien, incluso si es estúpido. Si Obama hiciera eso, ¿qué estaría pasando por alto?
En primer lugar, la experiencia. Después del 11 de septiembre de 2001, ese tipo de enfoque «fuego, preparen, apunten» llevó a George W. Bush a ordenar una guerra terrestre en Irak sin suficientes tropas para controlar al país, sin una verdadera comprensión de la dinámica sectaria entre chiítas y sunitas en Irak y sin darse cuenta en lo más mínimo de que, al destruir el régimen sunita del talibán en Afganistán y al régimen de sunitas baazistas en Irak, estábamos destruyendo a los dos enemigos de muerte de Irán y por lo tanto, abriendo el camino para una vasta expansión de la influencia regional de los ayatolás. Teníamos prisa, yo incluido, por cambiar las cosas después del 11 de septiembre, y cuando se tiene prisa se pasa por alto complejidades que regresan para atormentarte más tarde.
No hay palabras para describir la vileza de las decapitaciones por video de dos periodistas estadounidenses, uno de ellos también de ciudadanía israelí, a manos de Estado Islámico, pero no tengo dudas de que tienen el propósito de lograr una reacción exagerada de nosotros, a la 11/9, y correr de nuevo sin una estrategia.
El Estado Islámico es horrendo, pero no es una amenaza para el territorio estadounidense.
En segundo lugar, el contexto. Para derrotar al Estado Islámico, se tiene que abordar el contexto del cual emergió. Y eso es las tres guerras civiles que arden actualmente en el mundo árabe: la guerra civil dentro del islam sunita entre yihadistas radicales y musulmanes sunitas de tendencia moderada y la corriente popular y regímenes; la guerra civil a lo largo de la región entre sunitas financiados por Arabia Saudita y chiítas financiados por Irán; y la guerra civil entre yihadistas sunitas y todas las otras minorías en la región: yazidíes, turcomanos, kurdos, cristianos, judíos y alawitas.
Cuando se tiene una región asediada por tantas guerras civiles a la vez, significa que no hay un centro, sólo lados. Y cuando se interviene a la mitad de una región sin centro, muy rápidamente se acaba como uno de los lados o partes.
El Estado Islámico surgió como una expresión extrema de resentimiento de una de las partes: sunitas iraquíes y sirios que se sintieron expulsados del poder y de los recursos por el régimen chiíta a favor de Irán en Bagdad, así como el régimen proiraní de alawitas y chiítas en Damasco. Es por eso que Obama sigue insistiendo en que la intervención militar de Estados Unidos debe ir acompañada, para empezar, de iraquíes que produzcan un Gobierno de unidad - de chiítas, sunitas y kurdos de la corriente popular - para que, de esta forma, nuestro uso de la fuerza apoye el pluralismo y la compartición del poder, no sólo el poder chiíta.
Sin embargo, no es fácil compartir el poder en una región en la que el parentesco y lealtades sectarias abruman cualquier sentido de ciudadanía compartida. Pero, sin eso, la filosofía dominante es cualquiera: «Soy fuerte, ¿por qué habría de ceder?» o «Soy débil, ¿cómo puedo ceder?». Así que cualquier arremetida que hagamos en contra del Estado Islámico, sin gobiernos de unidad nacional, hará que los chiítas digan lo primero y los sunitas lo segundo. Es por ello que esto es complicado.
Y esto es una lucha de poder sectario. Consideremos un artículo de The New Tork Times que apareció la semana pasada sobre cómo el Estado Islámico efectivamente está siendo conducido por una combinación de yihadistas e insatisfechos oficiales iraquíes del ejército baazista, quienes fueron relegados ya sea por nosotros o por los gobiernos dominados por chiítas iraquíes.
El artículo decía: «Después de que Estado Islámico atacara entrando a Mosul, un oficial iraquí chiíta recordó un impactante telefonema de un ex general brigadier sunita en una de las fuerzas de élite de Saddam Hussein. El ex general había apelado meses antes para unirse de nuevo al ejército iraquí, pero el oficial se había negado. Ahora el general peleaba para el Estado Islámico y amenazaba con vengarse. 'Te alcanzaremos pronto, y te cortaré en pedacitos', dijo, con base en el oficial, Bijtiyar al-Qadi, de la comisión que prohíbe el acceso de algunos ex integrantes del Partido Baaz de Saddam Hussein a puestos gubernamentales».
Repitan después de mí: «Los alcanzaremos pronto, y yo los cortaré en pedacitos». Con eso estamos lidiando aquí: múltiples guerras venenosas que son el semillero del cáncer del Estado Islámico.
En tercer lugar, nuestros aliados no son aliados plenos. Si bien los gobiernos de Arabia Saudita, Qatar y Kuwait están a favor de Estados Unidos, acaudalados individuos sunitas, mezquitas y organizaciones de caridad en estos países son descomunales fuentes de fondos, y combatientes, para el Estado Islámico.
En cuanto a Irán, si derrotamos al Estado Islámico, sería la tercera vez desde 2001 que hayamos derrotado un crucial contrapeso sunita de Irán: primero el talibán, después Saddam Hussein y ahora el Estado Islámico. Esa no es una razón para no hacerlo, pero es una razón para hacerlo de una manera que no nos distraiga del hecho que el programa nuclear de Irán también necesita ser desactivado, o de lo contrario podría socavar a todo el régimen mundial de no-proliferación. Complicado.
Estoy totalmente a favor de la destrucción del Estado Islámico. Es un movimiento enfermo y desestabilizador. Apoyo el uso del poderío aéreo de Estados Unidos y sus fuerzas especiales para arrancarlo de raíz, pero sólo como parte de una coalición, en la cual todo aquel que tenga algo en juego en la estabilidad de Oriente Medio pague su parte y donde sunitas y chiítas de la corriente popular tomen la delantera demostrando que ellos odian al Estado Islámico más de lo que se odian mutuamente. De lo contrario, terminaremos en medio de un horrendo caos de aliados hipócritas y pasiones sectarias, y no durará nada bueno que nosotros hagamos.
Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com