Si los padres de la democracia (como Locke o Rousseau) resucitaran y observaran el sistema político norteamericano de hoy, seguramente darían media vuelta y retornarían rápidamente a su mausoleo.
En su tiempo revolucionaron el orden institucional demandando el poder para el conjunto de la sociedad y no en manos de unos pocos que lo asumían por la supremacía de la fuerza. Un rápido vistazo al orden institucional norteamericano les convencería que en estos tiempos el poder retornó a un grupo reducido que ahora lo controla por la supremacía del dinero y la riqueza acumulada.
Ytzhak Meir afirma que «dinero también compra democracia, y ella ni siquiera se ruboriza» [1].
La revista «Forbes» se especializa en el mundo de negocios y finanzas y cada año publica un listado y ranking de los personajes más acaudalados del mundo. Fuera de ciertas observaciones de carácter nacional a tenerse en cuenta, la información no es más que un cotilleo. Darrel West, conocido politólogo norteamericano, fue mucho más agudo y en un reciente libro nos revela el accionar de magnates norteamericanos destinado a proteger los temas de sus intereses interfiriendo con su dinero en la política oficial norteamericana [2].
Los acontecimientos que caracterizan el desarrollo político norteamericano de los últimos años nos puso en contacto con una creciente participación activa de millonarios en este campo. El éxito de una campaña electoral está determinado, en gran medida, por la capacidad del candidato en movilizar cientos de millones de dólares. Dinero y poder se entrelazaron uno con el otro de forma grosera y a la luz del día.
«El libro de West nos describe cómo 492 multimillonarios que viven en EE.UU y controlan fortunas por valor de más de 2 trillones de dólares amoldan el quehacer político norteamericano mucho más de lo que el público supone» [3]. Además de dar un perfil personal del billonario típico que interfiere en la política norteamericana, West detalla ciertos mecanismos muy característicos, como es el caso de la «estrategia de conseguirse un senador», donaciones para campañas electorales, activismo en fundaciones sin fines de lucro, propiedad de medios de comunicación, etc. La investigación aporta una lista personal con el ranking de los primeros 19 según los importes invertidos para estos propósitos en sus distintas formas.
El tema comenzó a preocupar y surgieron interrogantes. «Las elecciones presidenciales de 2012, con donaciones billonarias para campañas presidenciales, encendieron en muchos la alarma y comenzaron a cuestionarse si no está desapareciendo la influencia del ciudadano simple» [4].
Lo expuesto hasta aquí no pretende tomar la función de prólogo a una crítica de la sociedad norteamericana. Esta impertinente intervención en el proceso político que quiere tener visos democráticos es problema del pueblo norteamericano. Para un judío israelí, como el autor de esta nota, se trata de la introducción a un nuevo toque de alarma que nos alerta del peligroso camino que el judaísmo moderno decidió transitar las últimas décadas.
De la lista de los 19 mega-magnates norteamericanos que más invierten dinero para interferir en la política de ese país, los 5 primeros son todos judíos, de los 10 primeros, 7 son judíos, y de los 19, más de la mitad. Significativamente mucho más del 28% de los Premios Nobel de judíos del que tanto se jactan muchos voceros del judaísmo.
Este informe se conjuga con el continuo coqueteo del liderazgo israelí con millonarios norteamericanos (judíos o no), con la afamada influencia del lobby judío AIPAC y con el servilismo sin argumentos estratégicos serios del Congreso y Ejecutivo norteamericanos en defensa exagerada de Israel, pese a las reiteradas cachetadas diplomáticas que le envían de Jerusalén. Ejemplo: el reciente anuncio de nuevas viviendas judías en Cisjordania en pleno encuentro entre Obama y Netanyahu.
Bajo estas condiciones, cada día se hace más difícil refutar esas calumnias antisemitas escritas un siglo atrás. La anuencia e indolencia del pueblo judío ante tan clara inclinación problemática de parte de sus integrantes permite que esas difamaciones se conviertan en profecías que el liderazgo judío de nuestro tiempo se empecina en dar suficientes motivos para que sean consideradas una realidad.
Ojalá me equivoque...
[1] Ytzhak Meir; Blog Café; The Marker; 9.10.12.
[2] «Billionaires: Reflections on the Upper Crust»; Darrel West; Brooking Institution; 18.9.14.
[3] «Los billonarios que doblegan la política norteamericana»; Globes; 15.9.14.
[4] «Dinero - Poder - Washington: millonarios que quieren la Casa Blanca»; Walla; 27.9.14.