El Congreso español votó este martes la iniciativa del Gobierno para reconocer un Estado palestino. ¡Qué desilusión! ¡Qué frustración! Sobre todo para aquellos que consideramos que España e Israel mantienen relaciones especiales, vínculos históricos de mayor peso y envergadura que hacen que esas relaciones entre nuestros dos países no sean como las que mantenemos con Suecia, que acaba de reconocerlo.
Mencionemos sólo la iniciativa española de otorgar ciudadanía a los sefaraditas que fue tan alabada y acogida con entusiasmo por cientos de israelíes.
Mirando desde Jerusalén, nos preguntamos: ¿No comprenden allá en Madrid el daño que crea dicha resolución? ¿Es posible que un Gobierno que aparentaba al comienzo de su mandato sostener posiciones de amistad y comprensión a Israel y al pueblo judío, tome una iniciativa completamente pro palestina que finalmente va también en detrimento del proceso de paz?
La resolución es contraproducente, impone posiciones que sólo las partes del conflicto deben adoptar y presionan injustamente sólo a Israel.
Reconocer un Estado palestino implica tácitamente reconocer a Hamás - declarado «grupo terrorista» por la Unión Europea (UE) - que sigue siendo dueño y señor en la Franja de Gaza.
¿Es esa la intención de los legisladores españoles? ¿Dónde queda el frente internacional contra el terrorismo islámico?
España, después de aprobar dicha resolución pierde toda eficacia, peso político e influencia internacional a ojos de Israel y se descalifica automáticamente de cualquier rol de mediación en nuestro conflicto.
Quien adopta posiciones propalestinas - que, por lo tanto, impiden las negociaciones directas entre nosotros y nuestros vecinos - no puede ser tomado en cuenta por Israel como «mediador honesto», con o sin asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Sepamos todos que pasos como el que acaba de dar España en nuestro conflicto - dolorosos como nos resultan - tienen un efecto pura y exclusivamente simbólico. La realidad sobre el terreno no cambia en absoluto por más resoluciones que se adopten.
Mientras los palestinos no abandonen la vía del terror y no acepten la presencia y existencia de un Estado judío viviendo al lado de un futuro Estado palestino desafortunadamente no habrá progreso real en el proceso de paz tan imprescindible para el futuro de nuestra convulsionada región.
La fórmula «dos Estados para dos pueblos» sigue vigente como única solución al conflicto pero son imprescindibles actitudes equidistantes, no prematuras, que respeten los acuerdos existentes y que traten a ambas partes con la misma medida de comprensión y ecuanimidad.
De la España de hoy esperábamos algo diferente y de ahí nuestra desilusión y frustración.