Las tensiones en Cisjordania entre Israel y la Autoridad Palestina (AP) van en aumento, con lo que la zona se ha convertido en el escenario más inestable del entorno israelí, y crece el riesgo de que allí se produzca una nueva oleada de violencia a gran escala.
El personal de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que presta servicio en Cisjordania ya ha notado un significativo aumento en el número de incidentes violentos en su zona de operaciones.
Por ejemplo, en los últimos días una unidad de las FDI en Cisjordania detectó a dos palestinos que lanzaban bombas incendiarias contra el tráfico israelí cerca de la ciudad de Nablus (Shjem), y abrió fuego contra ellos: uno de ellos resulto muerto y el otro, herido.
Considerado de forma individual, el incidente es un choque letal, pero aislado, que no tuvo consecuencias inmediatas.
Sin embargo, es justo la clase de incidente que, según creen los miembros de los Servicios de Seguridad israelíes, acaba por provocar enfrentamientos mayores.
Hay varios factores que se combinan para que Cisjordania sea la región que, con más probabilidad, estalle en 2015:
El primero es el intento del presidente de la AP, Mahmud Abbás, de extender el enfrentamiento diplomático con Israel, empleando para ello organismos legales internacionales.
Aparte del gran desafío que la maniobra de Abbás supone para a Israel en los aspectos legal, político y de legitimidad internacional, el líder de la AP podría estar jugando con fuego, y acabaría haciendo saltar la chispa en las calles palestinas.
Parece que el objetivo de Abbás es limitar el enfrentamiento con Israel al ámbito diplomático, pero sus posibilidades de evitar los choques violentos entre palestinos y las FDI disminuyen semana tras semana.
La frustración de los palestinos por la falta de desarrollo económico en Cisjordania y por la ausencia de avances diplomáticos en las conversaciones entre Ramallah y Jerusalén está haciendo que la atmósfera se vuelva volátil por momentos. Cuanto más cargada esté, más fácil le resultará a cualquiera hacer que explote.
La actual incitación al odio, tanto por parte de los líderes de la AP y de Al Fatah, como a nivel popular - como en las páginas de Facebook de comunidades palestinas - se suma a la tensión existente.
Además, cualquier amenaza a los salarios mensuales de las Fuerzas de Seguridad de la AP desestabilizan aún más la situación. El papel de dichas fuerzas - como reconoce la Defensa israelí - es fundamental para mantener el orden en los territorios palestinos.
En las últimas semanas, miembros de la AP han amenazado con poner fin a la coordinación con Israel en cuestiones de seguridad. Pese a que algo así perjudicaría más a los palestinos que a ellas, las autoridades israelíes deben tomarse en serio la amenaza.
A finales de marzo entrará en vigor la firma del Estatuto de Roma por la AP, lo que allanará el camino al plan de Abbás de iniciar un ataque legal contra el Gobierno israelí y sus mandos militares ante la Corte Penal Internacional (CPI).
No resulta difícil imaginarse que algo así hará que al mes siguiente unos cuantos miles de palestinos organicen manifestaciones que podrían volverse violentas.
Además, como Cisjordania y Gaza se influyen mutuamente de forma rápida y directa, esos enfrentamientos podrían tener un efecto dominó y volver a inflamar el conflicto con las organizaciones terroristas palestinas de la franja.
La Defensa israelí está tratando de contrarrestar estas tendencias preparándose para la inestabilidad y actuando para poder contener y controlar estallidos de violencia antes de que puedan degenerar en una tercera intifada.
Hasta ahora ha logrado contener una oleada de disturbios y de atentados en solitario por parte de habitantes palestinos de Jerusalén Este; lo ha conseguido reforzando la presencia de la Policía fronteriza en lugares problemáticos y disuadiendo la comisión de más atentados destruyendo las casas de los terroristas responsables de atentados mortales.
A todo ello se ha sumado una solicitud de las fuerzas del orden a los políticos israelíes para que reduzcan sus visitas al Monte del Templo, a fin de suavizar tensiones.
Estas iniciativas han logrado evitar que la oleada de violencia - originada por las tensiones en el Monte - se extendiera de Jerusalén Este a Cisjordania.
Pero no suponen una garantía frente a la erupción de disturbios generalizados. Normalmente éstos comienzan con inofensivos lanzamientos de piedras, que son de todo menos inofensivos, y con lanzamiento de bombas incendiarias; la intensidad aumenta y se llega a los ataques armados. Las armas de fuego no escasean en las zonas palestinas.
La violencia de este tipo va subiendo de intensidad desde el nivel popular, en vez de adoptar una forma organizada.
Entretanto, en Gaza, Hamás maniobra para revitalizar sus redes terroristas en Cisjordania y orquestar atentados desde la franja. En los últimos meses, el Shin Bet anunció incluso que había frustrado una conspiración de Hamás para derrocar a la AP y organizar atentados a gran escala contra objetivos israelíes desde esa zona. Sólo las actividades de la inteligencia y la seguridad israelíes, junto a las acciones anti-Hamás de la AP, han logrado impedir, hasta ahora, esos planes.
Sin embargo, no hay garantías de que prosiga ese éxito. Aunque de momento el terrorismo organizado supone una amenaza menor que la violencia desorganizada, ambos están esforzándose por volver a arrasar la región.