El terrorismo islamista mantiene en alerta a Europa. Este año, primero fue Francia, y luego Dinamarca. Todos se preguntan dónde volverán a atacar los terroristas, pues nadie duda que lo harán.
Pero a pesar de todo, el miedo al terrorismo no ha acabado con la cordura política, ni la ha desplazado. Europa se muestra decidida a no arrodillarse y a no abandonar sus propios valores.
Europa quiere aferrarse al ideal de una sociedad abierta y liberal, así como defender el derecho a la libertad de opinión contra los autodenominados profetas de un cerrado Estado teocrático.
El terror apunta contra todos nosotros, pero de manera especial, contra los judíos en Europa. En enero, terroristas atacaron a judíos de un comercio parisino que vendía productos kosher; más tarde, en Copenhague, a los feligreses de una sinagoga. De manera vergonzosa, toma como objetivo tumbas judías que son profanadas en toda Europa - especialmente, y desde hace años, en Francia.
Así sucedió el pasado fin de semana. Y debido a que muchos se muestran indiferentes ante estos sucesos, es preciso decirlo de nuevo: tales profanaciones violan la ley, y hieren los sentimientos de familiares y personas cercanas a las víctimas.
Estos casos ofenden el recuerdo, y eso es condenable, sin importar que provenga del terror islamista o de la extrema derecha.
Es tiempo de que Europa recuerde que no sólo tiene una herencia judía, sino también un presente judío. También pertenece a la historia judía - junto con grandes figuras de la vida intelectual europea como Albert Einstein o Moshé Mendelssohn - el antisemitismo asesino que durante milenios ha marcado al Viejo Continente: en Inglaterra y Francia en tiempos de las cruzadas, o en España, donde tuvo lugar en 1492 la primera gran expulsión de judíos, hasta el Holocausto a manos de los nazis.
La historia de los judíos en Europa está marcada por la persecución, la discriminación, el destierro social y el asesinato. Es por eso que los europeos deben apoyar a los judíos, si no quieren que prosiga el éxodo de judíos de este continente.
Este año han sido 30.000, de un total de dos millones, los judíos que han emigrado hacia Israel. Quizá son muchos más los que abandonan el continente europeo de manera discreta, para irse a Canadá o Estados Unidos. Es una señal de alarma.
Europa mantiene la cordura, incluso frente al terror islamista. Casi no cambia sus leyes. No cae en la histeria. El miedo al peligro invisible no paraliza a la sociedad, hasta ahora.
Pero Europa debe liderar decididamente la lucha contra el odio antisemita. Debe dar a los judíos de sus países la certeza de que está de su lado.
Es un escándalo, al que al parecer muchos se han acostumbrado, el que las guarderías judías, las escuelas judías, las sinagogas y los cementerios judíos deban gozar de protección policial.
Políticamente, es más que lamentable que detrás de la llamada «crítica a Israel» se esconda un ostentoso antisemitismo. Europa, y todos los europeos, deben hacerle frente al creciente odio antijudío.
Y no sólo en manifestaciones, sino también en la vida diaria.
«No te pondrás contra la sangre de tu prójimo», se dice en las sagradas escrituras.
Contra el antisemitismo no debemos callar, sino oponerle un claro rechazo.