Desde la creación del Estado independiente, en su corta historia la sociedad israelí está profundamente marcada por la segregación social. A la profunda discriminación de sus ciudadanos no judíos se le unió un conflicto social permanente entre judíos según su ascendencia étnica. Los entredichos entre judíos askenazíes u occidentales y aquellos sefaradíes u orientales alimentan los titulares hasta el día de hoy. Periódicamente los medios informan de un nuevo caso del «demonio étnico que salió de la botella».
Como en otros aspectos de los grandes cambios de las tres últimas décadas, también los nuevos caracteres de la segregación en la sociedad judía en Israel desaparecieron de los radares de los investigadores y periodistas. La excepción fue Maor Milgrom, joven investigador del Instituto de las Reformas Estructurales de Israel.
«En esta investigación se analizaron las tendencias en los procesos de segregación económica en las cuatro ciudades más importantes de Israel (Tel Aviv, Jerusalén, Beer Sheva y Haifa) durante las tres últimas décadas. De acuerdo con las normas de las publicaciones e investigaciones de este tipo que se llevaron a cabo en EE.UU, nosotros definimos el nivel de segregación económica en cada ciudad como los cambios en la proporción de familias pobres que viven en barrios definidos como pobres frente a los cambios en la proporción de familias ricas que viven en barrios definidos como ricos. Por medio de los últimos tres censos de población que se llevaron a cabo en Israel en 1983, 1995 y 2008, encontramos en todas esas ciudades un incremento significativo en los niveles de segregación económica. En promedio se midió un crecimiento del 65% en el índice de segregación. Estos resultados son paralelos a aquellos que caracterizan a ciudades en EE.UU» [1].
La inequidad distributiva que el liderazgo político implantó en Israel desde la aplicación de los programas de estabilización de 1985 ya no sólo se refleja en estadísticas del índice de Gini. Hoy en día ya tienen su expresión en la distribución geográfica y habitacional. Ante una inexplicable pasividad de la sociedad, lentamente se están creando guetos de ricos y guetos de pobres y de esta manera, tal como se detalla en la investigación de Milgrom, sino se toman medidas correctoras urgentes, el proceso sólo se agudizará.
Otro aspecto no menos interesante de la investigación es la afirmación que no se encontró ninguna relación entre la creciente segregación en base a ingresos y riqueza y la vieja argumentación que las brechas económicas en Israel son el resultado de una segregación étnica entre askenazíes y sefaradíes.
«¿Nos preguntamos, los cambios en el comportamiento de la segregación económica que informamos en la investigación son posibles de explicar por medio de los cambios en la distribución de los grupos étnicos en las distintos barrios de Israel? Según nuestras primeras conclusiones no se puede afirmar que el notable incremento de la segregación económica sea el resultado de procesos vinculados a la composición étnica de la población de los barrios» [2].
En otras palabras, el incremento proporcional de población rica en barrios ricos incluye partes importantes de ciudadanos de origen sefaradí. Por otro lado, el incremento proporcional de población pobre en barrios pobres incluye significativos sectores de ciudadanos de origen askenazí.
El liderazgo del Estado judío de las tres últimas décadas demuestra que es más fiel a los valores del capitalismo arrasador y segregacionista que al judaísmo histórico y solidario. Todos sus intentos de demandar el reconocimiento de Israel como Estado judío tienen la única intención de legalizar la discriminación de población israelí no judía.
Los escándalos de los cuales somos testigos el último tiempo en Israel son un buen ejemplo de esta dolorosa pérdida de rumbo. Da la impresión que hasta dentro de la casa de nuestro máximo líder el olor a dinero hace perder todo sentido de orientación.
Ojalá me equivoque...
[1] «La segregación económica en Israel. 1983-2008»; Maor Milgrom; Instituto de las Reformas Estructurales; Febrero 2015; reformsinstitute.org
[2] Milgrom; idem.