Para sobrevivir políticamente en Israel, Netanyahu recurrió a todos los trucos rastreros que hay en los libros e incluso se inventó un par más.
Bibi afrentó a Obama en su propia casa, lanzó insultos racistas contra la minoría árabe israelí, insistió en que los palestinos no tienen otra salida que la sumisión perpetua y, muy en particular, agitó la amenaza que a sus ojos representa Irán para el mundo, o sea, para su visión del mundo.
Al final, Netanyahu ganó las elecciones, si bien por el camino fomentó los peores instintos de sus ciudadanos.
Las negociaciones sobre el tema nuclear entre Irán y el Grupo 5+1, liderado por Estados Unidos, están en lo más álgido. La nueva fecha límite es julio de este año. Bibi sugirió ante el Congreso que hay que patear la mesa porque al poco rato Teherán entraría en pánico y se rendiría.
Esto es - y él lo sabe - demente. El mandatario hebreo dijo que quizá sería posible un compromiso distinto pero, claro, si Irán no acepta uno menos estricto ya ofrecido, ¿qué le hace pensar que aceptará uno más estricto? ¿Simplemente porque él lo dice?
Los anales del realpolitik dictan otra cosa: de no haber acuerdo, la relación entre Estados Unidos e Irán se deterioraría a marchas forzadas y el resultado más probable sería una guerra muy peligrosa, que sólo les conviene a los países petroleros por cuenta del salto que daría entonces el precio del crudo.
Ya están saliendo a la luz en Estados Unidos los halcones de siempre que afirman que una guerra contra la República Islámica sería apenas asunto de unos cuantos bombardeos de precisión.
¿No oímos eso antes? Sí, pero la mentalidad hollywoodense, según la cual la guerra es una suerte de juego electrónico con explosivos de verdad, permeaó la mentalidad de muchos norteamericanos e israelíes.
No ven, porque no quieren ver, la calamidad que sobrevino tras la guerra de Bush contra Saddam Hussein. De acuerdo, el dictador está muerto, pero a cambio quedó una región en caos con un nido de alacranes llamado Estado Islámico (EI). Y ni que hablar de que ese cáncer terrorista está haciendo metástasis en los propios países occidentales.
En fin, aunque hay guerras inevitables y hasta necesarias, no hay guerras sin consecuencias nefastas.
Irán, con sus 80 millones de habitantes y sus 1.650.000 kilómetros cuadrados de extensión, es un bocado demasiado grande para Bibi, aunque Israel tenga las fuerzas militares más potentes de la región. Además, está a 1.780 kilómetros de distancia, lo que hace casi imposible atacarlo por sorpresa, a menos que... No, eso ni lo pensemos.
El ayatolá Alí Jamenei, líder supremo de Irán, es un zorro viejo fanático. No tenemos manera de saber hasta dónde van sus fantasías teocráticas y hasta dónde su pragmatismo.
Dos escenarios se perfilan como posibles: 1) Irán firma un acuerdo nuclear razonable, en cuyo caso Bibi se verá arrinconado, 2) Irán no firma y entonces una guerra en su contra podría estar a uno o dos años de distancia.
La primera opción es de lejos preferible, así la humillación de Bibi implique que se desaten en Israel posibles convulsiones internas en extremo peligrosas.