La diáspora aportó al pueblo judío un gran líder y profeta. No uno de aquellos de la conocida tradición religiosa, sino un profeta político. En 1970 Nahum Goldmann moldeó un acuerdo de paz con el presidente egipcio Nasser. Lamentablemente esta iniciativa fue saboteada por una arrogante Golda Meir. La glorificada primer ministra de Israel debió asumir tres años más tarde la responsabilidad de los 2.200 israelíes muertos que esa y otras desidias similares causaron.
En 1975 Goldmann acusó al liderazgo israelí de exigir que «todo lo que deben hacer los judíos de la diáspora es recibir a ojos cerrados todas las decisiones israelíes» [1]. Hoy, cuatro décadas más tarde, debemos reconocer que esa acusación se trataba más bien de una profecía que con los años se convirtió en realidad.
Algunos acontecimientos de los últimos días nos proporcionan los justificativos relevantes para comprobar que la mayoría de los directivos de las diásporas judías han dejado de lado todo sentido crítico e independencia de pensamiento para convertirse en disciplinados voceros o sumisos sirvientes de los gobiernos de turno de Israel.
El reciente proceso electoral fue el escenario apropiado para que Netanyahu, el primer ministro de Israel, proyecte a todo el mundo una clara imagen de sus bochornosas conductas y políticas fariseas. Sus frecuentes y sofisticadas argucias, el decir y el consecuente desmentir, los agravios y ofensas y sus inmediatas disculpas se repitieron como ráfagas de ametralladora en unos pocos días. Un rápido pasar por la mayoría de los periódicos más importantes del mundo basta para convencerse que para las potencias del mundo la palabra de Israel en boca de Netanyahu ya no es creíble, por no decir vale muy poco.
La farsa mayor la expuso el premier israelí en la payasada que fue el acto de disculpa por su ofensivo llamado el día de las elecciones. Ante la presencia de árabes israelíes movilizados como tribuna de un programa de reallity, Netanyahu alabó a la población árabe israelí cuando se sabe que ya esta lista la próxima puñalada discriminatoria a esos mismos ciudadanos en términos de la Ley del Estado Judío [2].
Esta problemática y vergonzosa imagen del Estado judío y de su primer ministro, tema de mucho peso en los medios internacionales de estos días, no conmovió en lo más mínimo a las direcciones de la diáspora judía. Más aun, Abraham Foxman, Director Nacional de la Liga Anti-Difamación (ADL), en una actitud que muy fácilmente podría ser asociada a un ser extraterrestre, dio la «bienvenida a la aclaración del primer ministro en su apoyo a la solución de dos Estados y un acuerdo de paz con los palestinos» [3]. Salvo las declaraciones de la modesta y endeble agrupación liberal norteamericana J.Street, el mutismo fue la característica generalizada.
Los directivos de la comunidad judía de Argentina no fueron la excepción. La visita del Yair Shamir, ministro de Agricultura de Israel con motivo del acto recordatorio del ataque terrorista a la embajada en Buenos Aires, fue el marco adecuado en donde estos líderes locales no logran convencer sobre las motivaciones de sus actitudes: credulidad patriótica o complicidad deliberada.
Tiempo atrás, las instituciones judías más importantes de Argentina acentuaron que «El pueblo judío aboga por la existencia de dos Estados, el palestino y el israelí, viviendo en paz» [4]. En estos días, los líderes de esas mismas instituciones se arrugaron y callaron la boca cuando ese mismo ministro, al que tanto honor le rindieron durante su visita, declaró sucesivamente su oposición a la creación de un Estado palestino. Su falta de respeto hacia otro pueblo lo manifestó diciendo «No vamos a instituir otro Estado en el mundo por un millón de palestinos» [5], rematándola con «La idea de dos Estados para dos pueblos es imposible» [6].
Peor aún es la actitud de esas instituciones hacia un racismo y discriminación que día a día se impregna en lo más profundo de la sociedad israelí. La DAIA se fijó a sí misma «la misión de luchar contra toda expresión de antisemitismo, de discriminación, racismo y xenofobia». Esta norma la lleva a denunciar actos de esa naturaleza en contra de judíos en todo el mundo y en contra de minorías en distintos países del globo. Por ejemplo, la DAIA se preocupó mucho por declaraciones discriminatorias en el Parlamento italiano en contra de una ministra local de origen africano [7]. Pero cuando se trata de transgresiones israelíes, eso no se siente, de eso no se habla.
Lamentablemente estos dirigentes se quedaron mudos y honraron la presencia sin ninguna reserva de un ministro judío israelí, Yair Shamir, quien recientemente declaró que «se debe sopesar un tratamiento en contra de la reproducción en mujeres beduinas israelíes a efectos de reducir la natalidad» [8]. Digamos, una temática muy cercana a aquella de la que tanto sufrió parte del pueblo judío en manos del malvado nazismo tan sólo unas décadas atrás en Europa.
Así como tienen la valentía de exigir la penalización por la difamación y discriminación de judíos argentinos, la cobardía de estos líderes judíos locales los tiene sometidos a un silencio ante peores contravenciones de derechos humanos - mantener por décadas y tal vez generaciones a palestinos sin derechos civiles - de parte de Israel al que tanto alaban.
Con la imagen de adulto responsable, el liderazgo de las instituciones judías de la diáspora no deja de sermonear con valores de inclusión e igualdad a las sociedades que lo circundan. De nada le vale. La conducta hipócrita descripta hace que finalmente se sobreponga el desprecio y la indiferencia de los marcos sociales que los rodean.
Nadie puede discutir una realidad cada día más problemática con los judíos en el mundo. Esto no es casualidad ni tampoco una confabulación internacional. Se debe reconocer que la conjunción de esas conductas de Israel y los ejecutivos judíos de la diáspora tienen su significativo aporte.
Desde el momento que Netanyahu impuso a Israel como Estado judío, desde el momento que las direcciones comunitarias del mundo apoyan incondicionalmente a Israel, toda protesta en contra de conductas y políticas de Israel que se interpreta que transgreden normas de derechos humanos internacionalmente reconocidas, llevarán a que importantes sectores de las sociedades del mundo vean en una protesta dirigida en contra de Israel, el judaísmo y/o los judíos una similitud y paulatinamente la consideren legitima. Estos comportamientos de Israel y el liderazgo de la diáspora están popularizando y legitimando el antisemitismo.
Ojalá me equivoque...
[1] «¿Israel hacia donde?»; Nahum Goldmann; Editorial Shoken; Tel Aviv 1976.
[2] «Bennett y Netanyahu hablaron de la Ley del Estado Judío»; Arutz 7; 23.5.15.
[3] «ADL celebró apoyo de Netanyahu a la solución de dos Estados»; Itón Gadol; 19.3.15.
[4] «Declaración de instituciones judías argentinas»; Nueva Sion; 9.1.09.
[5] «No vamos a instituir otro Estado en el mundo por un millón de palestinos»; Haaretz; 1.1.13.
[6] «La idea de dos Estados para dos pueblos es imposible»; Nana 10; 12.2.13.
[7] «Repudio de la DAIA por agravios racistas en Italia»; Comunicado de DAIA; 2.5.13.
[8] «Se debe sopesar un tratamiento en contra de la reproducción en mujeres beduinas israelíes a efectos de reducir la natalidad»; Haaretz; 28.9.14