El acuerdo marco en materia nuclear que concretaron Irán y las potencias mundiales deja abiertas grandes interrogantes: ¿Teherán podrá hacer trampa? Posiblemente. ¿Estados Unidos e Israel podrán reaccionar a tiempo? En teoría, sí. ¿Están dispuestos a hacer uso de la fuerza militar? Eso está en duda. ¿Un acuerdo definitivo sosegará las preocupaciones de la comunidad internacional sobre las intenciones de Irán? Casi con seguridad, no.
En una declaración conjunta con su homólogo iraní, Mohamamd Javad Zarif, la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, anunció que se habían acordado «los parámetros clave» para un acuerdo final sobre el programa nuclear de Teherán.
Sin embargo, el documento informativo sorprendentemente detallado que difundió Estados Unidos después de los avances diplomáticos en Suiza, dota al presidente Obama de argumentos suficientes para convencer del valor del pacto a los escépticos en el Congreso norteamericano y a sus aliados en Oriente Medio.
Es decir, si los negociadores pueden llegar hasta ese punto en los próximos tres meses.
Según Obama, «se necesita la adopción de muchos detalles clave. Nada está acordado hasta que todo esté acordado. Y si hay reincidencia, no habrá acuerdo».
Los parámetros para un pacto integral el 30 de junio todavía incluyen grandes lagunas para Washington y sus socios negociadores.
* Los límites son vagos sobre la investigación y desarrollo de tecnología avanzada por parte de Irán que podrían ser utilizados para fabricar armas nucleares.
* Los inspectores aún podrían no conseguir la autorización para ingresar en instalaciones militares iraníes donde anteriormente se realizaron actividades atómicas.
* Los estadounidenses y los iraníes ya están discrepando sobre cuán rápido podrían reducirse las sanciones económicas contra Irán.
* La afirmación de Obama de que las sanciones siempre podrían ser restituidas se ve socavada por el documento informativo estadounidense que describe un proceso de resolución de disputas consagrado en el acuerdo.
Sin embargo, el punto más delicado podría ser aquel en el que las autoridades norteamericanas pusieron énfasis sobre todos los demás: el tiempo que Irán necesitará para fabricar subrepticiamente un arma nuclear. El acuerdo marco impone un conjunto de restricciones que hace necesario que Teherán trabaje cuando menos un año para lograr ese objetivo, en lugar de los dos o tres meses en la actualidad.
Obama y su canciller, John Kerry, mencionaron que el hecho de que ese tiempo sea ahora más largo es prueba de que lograron un buen acuerdo y afirmaron que ese espacio de un año es suficiente para que Estados Unidos detecte y actúe en consecuencia ante alguna acción secreta iraní hacia la construcción de una bomba.
Sin embargo, ese estándar sólo se sostendrá durante una década. Durante los próximos cinco años se desconoce qué tan lejos se logrará mantener al programa nuclear de Irán fuera del alcance de la fabricación de armas nucleares. Y después de que el acuerdo de 15 años expire completamente, no parece haber ya ninguna restricción de qué hablar, algo que para los legisladores estadounidenses que se oponen, así como para Israel y Arabia Saudita, es evidencia de un mal acuerdo.
Ahora estos asuntos y muchos más serán sopesados por un Congreso en Washington que observa impaciente tratativas durante 18 meses. Casi todos los republicanos se oponen al esfuerzo diplomático de Obama y los demócratas están divididos. En conjunto echarán un vistazo a dos posibles caminos para una intervención legislativa.
La primera daría a los legisladores una votación directa de sí o no en torno al acuerdo, algo a lo que Obama podría mostrarse receptivo a pesar de haberse opuesto en el pasado. El presidente se dijo confiado en poder demostrar que un pacto aumentará la seguridad de Estados Unidos y del mundo y aseguró que sus asesores involucrarán al Congreso sobre cómo puede desempeñar un papel de supervisión constructivo.
La segunda posible acción del Congreso es más riesgosa: imponer nuevas sanciones sobre la economía de Irán. Eso podría acabar completamente con la diplomacia al poner en riesgo la fórmula básica para un pacto final: el retiro de las sanciones de las potencias mundiales a cambio de límites más estrictos al programa nuclear iraní.
Pero Obama tiene más cosas a su favor ahora que las que tenía el año pasado, cuando las negociaciones no lograron cumplir con los plazos en dos ocasiones. Incluso entonces, su gobierno logró contener la presión del Congreso.
El actual acuerdo obliga a Irán a reducir a la mitad el número de centrifugadoras para uranio que tiene. Ningún material para fabricar bombas podrá ser colocado en las máquinas en unas instalaciones subterráneas que puedan resistir un ataque aéreo. Los modelos avanzados de centrifugadoras serán desconectados. No se permitirá que una planta de agua pesada produzca plutonio adecuado para armas. Las inspecciones aumentarán.
Y el hecho de que las actividades nucleares de Irán estén pensadas a largo plazo bien puede ser un motivo para que la diplomacia también continúe.
El gobierno norteamericano y otros partidarios del acuerdo hacen notar que, en los años en que Washington se negó a hablar con Teherán, le exigió que suspendiera todo el enriquecimiento de uranio y buscó un desmantelamiento total de sus instalaciones nucleares, los iraníes pasaron de varias decenas de centrifugadoras hasta una capacidad de 20.000. Establecieron un sitio secundario en un búnker subterráneo reforzado y comenzaron a enriquecer uranio a niveles apenas debajo de los necesarios para producir armas.
Desde noviembre de 2013, Irán está operando sólo 9.000 centrifugadoras y esa cifra descenderá a poco más de 6.000. Los iraníes ya no están produciendo uranio enriquecido y enviarán al extranjero o neutralizarán la mayor parte de sus reservas. La amenaza de una bomba de plutonio parece estar controlada, al menos por ahora.
Teherán dice que no busca poseer armas atómicas y que su programa está enfocado exclusivamente en la producción de energía, así como en objetivos médicos y de investigación.
Obama y sus asesores no le creen a los iraníes en ese punto, pero dicen que el acuerdo hace que las afirmaciones de Irán sean por lo menos verificables y hace más que las sanciones o que la acción militar para asegurar que Teherán no cree un arsenal atómico.
Con todo, algo positivo se desprende de ese acuerdo: Al igual que en la Guerra Fría, no hay ningún aspecto en él que se base en promesas o en confianza. Todos los elementos están sujetos a verificación. Y las reacciones deberán estar sujetas a lo que se descubra o no.