Una desesperada e imprevista jugarreta de Niv Asraf, joven judío de Beer Sheva, logró mostrar a la sociedad israelí en uno de sus perfiles más mediocres.
Erán Negauker, su íntimo amigo, informó a la policía judía de Hebrón (Cisjordania) a primeras horas de la tarde del pasado jueves 2 de abril que Asraf se demoraba en su retorno después que se vio en la necesidad de acercarse a la aldea palestina Beit Hanún en búsqueda de una herramienta para solucionar el desperfecto de su vehículo que los obligó a detenerse en la ruta en esas cercanías.
Tratándose de una aldea palestina claramente identificada con Hamás, aparentemente los responsables de seguridad de la región se imaginaron estar frente a un inminente secuestro y probable asesinato de un judío israelí y, por lo tanto, sin pensar mucho, se puso en práctica un inmediato y desproporcionado operativo de búsqueda.
«En este marco no sólo se movilizó soldados de unidades de la cercanía, sino que se llevó a cabo una reunión de evaluación urgente con la participación del ministro de Defensa, el jefe del Estado Mayor y el comandante militar de la Zona Centro. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) participarin con todo su poderío operativo y logístico: el Comando de la Zona Centro, la Fuerza Aérea, la Unidad de Computación y Comunicaciones y el Comando de Informaciones. En la zona se desplegaron tropas de las divisiones regionales, se observaron en el aire drones y globos de recolección de información y hasta se puso en funcionamiento los costosos sistemas de captación de datos por medio de satélites. Todo ello en menos de una hora desde que el amigo de Asraf informara a la Policía de su tardanza en regresar» [1].
Paralelamente todos los medios televisivos y radiofónicos suspendieron sus programas habituales para informar extensamente sobre el desarrollo de los acontecimientos.
El final es conocido. Fue un gran fiasco. Niv Asraf nunca pisó Beit Hanún y fue encontrado sano y salvo en otro lugar.
Lamentablemente, como ocurre en muchos aspectos de la sociedad israelí, la mayoría de los medios se centran en los aspectos marginales y picantes para dejar de lado problemáticas manifestaciones de deslices éticos-sociales que el caso puso de relieve.
La actitud exagerada y fuera de proporciones de los servicios de seguridad no fue casual ni tampoco un error de los oficiales de turno. Es el resultado de una norma que lideres de Israel impusieron a los largo de sus años de independencia. En las pizarras de la sociedad israelí, la sangre de un asesinado se cotiza, no según su persona, sino según el origen étnico del asesino.
Basta sólo un par de ejemplos para constatarlo.
En el mismo momento que transcurrían los acontecimientos detallados en Cisjordania, en la ciudad norteña de Akko, dos personas fueron asesinadas en plena calle céntrica, acribillados a balazos con un fusil M-16 mientras que el asesino se daba a la fuga sin mayores problemas [2]. Como la Policía supuso que se trataba de un «ajuste de cuentas sobre un trasfondo no relacionado con la seguridad nacional», sólo se percibió la presencia de unos pocos patrulleros y ambulancias con la Policía local envuelta en los acontecimientos. La noticia encontró únicamente su lugar en rincones marginales de los medios. Así como nos acostumbraron respecto a este tipo de asesinatos, a diferencia de los de judíos en manos de palestinos, probablemente también en este caso nunca se sepa quien fue el criminal. Y si llega a saberse, que sea juzgado y penado.
No por casualidad, dos días antes, otro acto normalmente considerado terrorista de extremado riesgo para la población en Israel de hoy, pasó prácticamente desapercibido por tratarse de mafias y delincuentes judíos. El 1 de abril la Policía informó acerca de la detención de «dos miembros del conocido grupo mafioso dirigido por Shalom Dombrani» en un coche bomba que fue preparado con garrafas de gas y miles de tornillos. Según el jefe del destacamento regional de la Policía, «una explosión de ese tipo de vehículo en un barrio poblado podría haber causado innumerables victimas» [3].
Por supuesto, también esa noticia recibió el típico trato marginal. Si se tratara de palestinos capturados en la misma situación, probablemente el tema seria parte importante de los enardecidos discursos de Netanyahu por todos los medios del mundo en contra de Mahmud Abbás y su pueblo.
La realidad nos demuestra que es muy difícil desprenderse de la sensación de que la sociedad israelí sólo glorifica la sangre cuando fundamentalmente brota del cuerpo de un judío asesinado por un palestino. El resto, prácticamente no vale mucho.
Ojalá me equivoque...
[1] «Asraf informó a la policía de deudas que acumuló»; Walla; 5.4.15.
[2] «Akko: Dos hombres fueron asesinados en un kiosco» Ynet; 3.4.15.
[3] «Mafia de Dombrani trató de asesinar a competidor con coche bomba»; Walla; 1.4.15.