Son tiempos felices los que vive Barack Obama luego de la firma de un acuerdo preliminar con Irán por su programa nuclear, aunque la negociación final con los ayatolás está lejos de haber finalizado.
La estrategia negociadora del mandatario parece estar dando sus frutos no sólo con Teherán sino en otras regiones del mundo como América Latina, tras el reciente acuerdo entre Washington y Cuba para restablecer relaciones diplomáticas después de más de 50 años.
Obama es un hombre optimista, aunque sabe que todavía falta mucho camino por recorrer para firmar antes del 30 de junio un pacto que limite el programa de enriquecimiento de uranio iraní, con el que la República Islámica podría construir una bomba atómica, como temen Israel y la Casa Blanca.
Pero también es un pragmático que ha sabido corregir a tiempo una declaración errónea en la que señalaba que Venezuela constituía una amenaza para Estados Unidos.
Lejos de la bravuconearía manifestada por la Casa Blanca en los tiempos del republicano George W. Bush, Obama afirmó en vísperas de la Cumbre de las Américas que se realizó en Panamá: «Terminaron los días de la injerencia de Estados Unidos en América Latina».
Con respecto al acuerdo con Irán, el mandatario demócrata busca lograr su meta más ambiciosa en política exterior, mediante las negociaciones del Grupo 5+1.
Ese pacto podría transformar el mapa de Oriente Medio donde Arabia Saudita e Israel - ambos aliados de Estados Unidos - tienen un rol central por su relación con las fuerzas que combaten la influencia de Teherán.
En Yemen, donde a fines de marzo Arabia Saudita intervino liderando una coalición de países en contra de los rebeldes chiítas hutíes, se está librando parte de esa batalla regional.
«Ha habido, y hay evidentemente, vuelos procedentes de Irán (para apoyar los rebeldes que son fieles al ex presidente yemenita Alí Abdullah Saleh). Cada semana, hay vuelos de Irán, los hemos localizado, lo sabemos», dijo el secretario de Estado norteamericano, John Kerry.
Yemen, cuyo presidente Rabbu Mansour Hadi se refugió en Riad, es un nuevo escenario que Washington no quiere descuidar, después que los rebeldes hutíes se apoderaran de Sanaá, la capital yemenita, mientras en el país opera la llamada Al Qaeda Islámica y las milicias yihadistas del Estado Islámico (EI).
Cuando todavía no se habían acallado los festejos en Teherán por la firma del pacto preliminar con las potencias mundiales, el presidente de ese país, Hassan Rohani, advirtió: «No firmaremos ningún acuerdo si las sanciones económicas no son totalmente anuladas el mismo día de su aplicación».
Este es un punto importante de la negociación, ya que las sanciones aplicadas por la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) contra Irán han perjudicado las exportaciones petroleras de ese país.
El líder supremo, Alí Jamenei, fue más claro aún cuando dijo que «nunca fui optimista» en las relaciones con Estados Unidos, tras señalar que lo que se ha hecho hasta ahora en Lausana, Suiza, no garantiza un acuerdo entre Teherán y el Grupo 5+1.
Jamenei también condenó a Washington por apoyar la ofensiva de Arabia Saudita, y dijo que «ésta es la naturaleza de Estados Unidos, que siempre está al lado del opresor en contra del oprimido, pero ellos también sufrirán los daños».
Unos y otros ajustan sus posiciones en medio de la negociación, pero ya empezó la cuenta regresiva para evitar que Irán continué enriqueciendo uranio, uno de los componentes para fabricar bombas atómicas, aunque sí podrá hacerlo con fines civiles.
En el plano regional, la monarquía de Arabia Saudita es un socio complicado para Obama, dado que varias organizaciones denuncian que no se respetan los derechos humanos en ese país, especialmente respecto a las mujeres.
En 2014 fueron ejecutadas o decapitadas 87 personas, mientras en lo que va del año murieron de esa manera un total de 10 personas. Las autoridades del reino sunita prohíben a las mujeres conducir vehículos, según denuncias de la organización Amnistía Internacional (AI), con sede en Londres.
La posibilidad de que se firme un acuerdo con Irán molesta también a Riad, que sigue expectante y preocupado la injerencia de los chiítas en Irak, donde Teherán ha colaborado para combatir a los fundamentalistas del EI.
Obama, sin embargo, parece entender lo que ocurre en Arabia Saudita.
Durante su reciente entrevista con el periodista Thomas Friedman, del diario «The New York Times», admitió: «La más grande amenaza que ellos enfrentan puede no ser de la invasión de Irán. Va a ser la insatisfacción dentro de su propio país».
Asediado por los republicanos y algunos demócratas que amenazan con bloquear el futuro acuerdo con Irán en el Congreso, Obama continúa adelante con su política para Oriente Medio y otras regiones del mundo, con éxitos y también con fracasos, aunque sus postulados no tienen nada que ver con aquel «Eje del mal» (Irán, Irak y Norcorea) que impulsaba Bush.
Obama no es el Premio Nobel de la Paz que todos esperaban en 2009. Pero sus últimas jugadas diplomáticas parecen indicar que su llegada a la Casa Blanca ha iniciado una nueva era en el mundo.