El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, afronta hoy un último pero crucial escollo para poder anunciar su nuevo gobierno antes de que concluya, mañana, el plazo que le concede la legislación, en medio de la incertidumbre de cuánto le costará «persuader» al partido Habait Haiehudí.
La presión sobre el mandatarioo creció ayer vertiginosamente cuando el partido Israel Beiteinu, que dirige el ministro de Exteriores, Avigdor Liberman, anunció su intención de ir a la oposición, lo que le dejó virtualmente en manos del líder ultranacionalista religioso, Naftali Bennett, frente a la opción del todo o nada.
Sin los ocho diputados de esta formación, Netanyahu no podrá alcanzar la mayoría de 61 de los 120 escaños del Parlamento, por lo que en teoría debería devolver al presidente del Estado, Reuvén Rivlin, el mandato para formar gobierno.
Según «Yediot Aharonot», dentro de Habait Haiehudí crecieron estos últimos días las voces que piden a Bennett no sucumbir a las presiones del primer ministro, después de que en sus acuerdos de coalición con las dos formaciones ultraortodoxas eliminara los intereses que defendían.
«Todos nuestros logros en la anterior legislatura fueron borrados», se quejaron fuentes del partido al diario al referirse a las concesiones que Netanyahu hizo en materia religiosa y presupuestaria a las formaciones Iahadut Hatorá y Shas.
Se trata de la congelación de la ley de conversiones, que Bennett trataba de liberalizar para romper el histórico monopolio ultraortodoxo de los tribunales rabínicos, y de otros mecanismos que se ajustan a la versión supuestamente más moderna que este partido tiene del judaísmo.
Netanyahu devolvió a los ultraortodoxos una gran parte de su poderío e influencia en la política del país en el primer acuerdo de coalición que firmó el miércoles pasado con Iahadut Hatorá, y dio ayer la puntilla a las aspiraciones de Habait Haiehudí cuando cerró su pacto con Shas, al que concedió absoluto dominio del Ministerio de Asuntos Religiosos.
Bennett, que hoy retomará las negociaciones con el Likud de Netanyahu, exige que dentro de ese ministerio haya un viceministro de su formación, lo que parece altamente improbable una vez cerrado el acuerdo con Shas.
«No tendremos el más mínimo acceso a las decisiones sobre los servicios religiosos», denunciaron fuentes del partido al pedir a su líder que no firme el acuerdo, que está pendiente aún de la resolución de ésa y otras difíciles diferencias.
Pero se trata de una posibilidad, la de no entrar, que los analistas locales dan como altamente improbable por las consecuencias que tendría a nivel nacional y partidista.
A escala nacional podría suponer la entrega del mandato de formar gobierno al candidato que quedó en segunda posición en las elecciones del pasado 17 de marzo, el laborista Itzjak Herzog, una posibilidad que ideológicamente el partido ultranacionalista colonizador Habait Haiehudí no se puede permitir.
Más probable es que Netanyahu, un viejo zorro de la política local que sabe aprovechar las limitaciones de sus adversarios, trate de «sobornar» a Bennett con alguna concesión importante, o de ponerle frente a la disyuntiva de dejar el gobierno israelí en manos del centro izquierda.
En esta circunstancia es improbable que Bennett pueda decir que no, pero aún así el próximo gobierno israelí sería más inestable que el anterior, interrumpido a los dos años por discrepancias entre sus socios.
Una mayoría con sólo 61 escaños deja expuesto a Netanyahu a los designios de cualquier parlamentario con pocas aspiraciones.
«No será el gobierno de Bibi, será el gobierno del diputado Oren Hazan», escribe hoy el veterano columnista Nahum Barnea refiriéndose a uno de los diputados del Likud pero aludiendo a cualquiera que forme parte de la coalición.
Para Barnea, este gobierno dependerá de los «deseos» de cualquier diputado: «del estado de ánimo con el que se levante ese día o de quien lo irrita al mediodía».
Y recuerda que a la luz de las extremas concesiones que hizo Netanyahu estas últimas semanas a sus próximos socios, cualquiera de ellos podrá obtener de él lo que se le antoje, si de ello depende su ejecutivo.