No es necesario ser analista de alto nivel para comprobar la complicada y delicada situación en la que se acorraló la colectividad judía en Argentina. Esta realidad no es consecuencia de una supuesta y organizada campaña de determinados grupos dentro de la sociedad argentina. Más bien es una reacción a actitudes arrogantes y prepotentes hacia los marcos sociales que los circundan y que se convirtieron en la característica dominante del accionar de la dirección judía local en los últimos tiempos.
Líderes judíos locales prefirieron buscar la afinidad y sustentación bajo las alas y polleras de los gobernantes de turno mientras que despreciaban, inclusive hasta el insulto injustificado, a la sociedad que los rodea, la única que puede garantizar a largo plazo su plena integración resguardando sus tradiciones.
En este reducido marco sólo me permito remarcar dos hitos significativos y, lamentablemente, una incomprensible provocación.
En el marco del «Informe Anual sobre Antisemitismo en la Argentina 2010» publicado por el Centro de Estudios Sociales de la DAIA se incluyó un capítulo especial con un sondeo de opinión que abarcó toda la sociedad argentina. «La tarea fue evaluar la presencia de actitudes judeofóbicas en la población argentina» [1].
Las conclusiones del informe no pudieron ser más adecuadas y se amoldaron perfectamente al objetivo de insultar injustificadamente a los argentinos: «La mayoría de los argentinos tienen creencia antisemita» [2]. En la nueva versión del judaísmo remodelado por Israel, la mejor defensa es el ataque. Para ello nada mejor que insultar y ofender a los argentinos, incluso cuando el informe comete severos errores de apreciación, omite información básica y finalmente conduce a dudosas conclusiones [3].
La firma del Memorándum de Entendimiento por la causa AMIA entre el gobierno argentino y el iraní elevó al máximo la tensión entre la dirección comunitaria judía y las autoridades nacionales. En otro trágico error de conducción, el liderazgo judío de Argentina permitió un generalizado ataque al canciller Timerman acentuando su carácter de judío renegado en sus funciones. La DAIA se tapó la boca cuando Marcos Aguinis lo tildó de traidor, y lo más insólito, enmudeció cuando en un conocido medio judío, y por el mismo motivo, lo catalogaron de «judío de mierda» [4].
En este último tiempo se lanzó una verdadera caza de brujas para expulsar a Timerman de la AMIA «por formar parte del entramado de encubrimiento que denunció el fiscal Nisman y que representa una amenaza para las aspiraciones de justicia de la sociedad argentina toda» [5]. Da la impresión que los principales responsables, Plural Jai, una agrupación autocatalogada «judaísmo amplio innovador» que declara promover la reflexión, no tiene la suficiente paciencia para esperar una sentencia judicial.
Peor aún. Con los acontecimientos de público conocimiento de los últimos días, consiguieron que la AMIA se quede sin Timerman, pero en su irresponsable insensatez lograron que la predominancia del interés judío o israelí por sobre los intereses generales atribuida a judíos ciudadanos argentinos deje de ser una conocida y grosera diatriba antisemita. De ahora en más pasó a convertirse en una dolorosa verdad que pesará con fuerte razón sobre todos los judíos argentinos.
Sin lugar a dudas el vaso se colmó con la publicación de una entrevista a Teresita Dussuart, la conocida periodista española-belga, en uno de los medios de difusión judíos más importantes en Argentina. Para quien se atribuye un profundo conocimiento de la sociedad argentina, y aparentemente, una capacidad analítica social admirable, «el peronismo es intrínsecamente antisemita y todos sabemos que la presidenta es una peronista ortodoxa. No hay nada raro en sus dichos. Mientras todo va bien, ese antisemitismo esta solapado. Pero apenas ocurre algo ese ADN antisemita sale a la luz» [6].
Como es la costumbre, hasta el momento de la publicación de este artículo, la DAIA y el liderazgo judío argentino no ven ninguna necesidad de censurar o repudiar esta grosera, infundada e injustificada ofensa a la mitad del pueblo argentino. Esta falta de responsabilidad de la dirección comunitaria judía argentina no le permite ver que está otorgando su tácita anuencia a parte de sus miembros, o a sus aduladores, a una permanente provocación y difamación de quienes conviven en el mismo país.
Gobiernos se guían por interés y se los puede convencer, chantajear, comprar o manejar. A las sociedades no. En ellas se convive bajo un riguroso respeto mutuo Si la DAIA y las demás instituciones judías de Argentina no recapacitan, lamentablemente tienen que tener en cuenta lo que afirmé tiempo atrás: «Lo peor está por venir».
Ojalá me equivoque...
[1] «Informe sobre Antisemitismo en Argentina 2010; DAIA; pág. 23.
[2] «La mayoría de los argentinos tienen creencia antisemita»; Itón Gadol; 2.10.11.
[3] «Israel se emborrachó y no de vino»; D. Kupervaser; Editorial Dunken; 2014; pág. 363.
[4] Id; Id; pág. 372.
[5] «Solicitud de exclusión de Héctor Timerman como socio de la AMIA»; Plural Jai; Febrero 2015.
[6] «El peronismo es intrínsecamente antisemita y todos sabemos que la presidenta es una peronista ortodoxa»; Radio Jai; 27.4.15.