Tras arduas y dificultosas negociaciones, casi en tiempo suplementario, Netanyahu pudo contactarse con la residencia del presidente de Israel y anunciarle que culminaron exitosamente sus esfuerzos de formar gobierno. Este significativo logro no fue motivo de festejos. Por el contrario, su esplendor se vio empalidecido por una imagen que se proyectó en todos los medios: Netanyahu arribó a la línea final con la lengua afuera. Sus socios más cercanos lo extorsionaron.
Las apariencias efectivamente le dan la razón a la oposición y gran parte del periodismo que critica ferozmente este proceso como una manifestación de decepción. Herzog, el líder del Grupo Sionista opositor catalogó a la nueva formación como «un gobierno de fracaso nacional».
De Netanyahu, con esos resultados en las elecciones, se esperaba un proceso mucho más rápido y sosegado. Su sorprendente victoria en las urnas, junto a una cómoda mayoría que le podía aportar la coalición de sus «aliados naturales», creó una solida expectativa de un gobierno de derecha a constituirse fácilmente en término de unos pocos días.
Sin lugar a dudas, si la desilusión fue grande, como dice el refrán, la expectativa fue exagerada. Llama la atención que en su quinto intento de asumir el más alto cargo del ejecutivo, el electorado de Israel y los experimentados medios informativos hayan caído nuevamente en las redes de las artimañas proselitistas tan típicas de Netanyahu. El líder del Likud es un experto en trasmitir mensajes que ilusionan una parte importante de la ciudadanía israelí contaminada de una visión visceral de la realidad que les imposibilita captar que se trata de ficciones o falacias.
Todos aquellos que enumeran y acentúan las persistentes capitulaciones de Netanyahu a sus aliados de coalición pecan seriamente por desconocer la escala temática que guía el accionar de Bibi. En tanto y en cuanto, estas concesiones aportan a su sustento en el poder y no representen un serio riesgo sobre su orden de prioridades, Netanyahu es capaz de tirar por la borda todo principio político, económico o social.
En los últimos 19 años, se puede afirmar que Bibi estuvo en el centro de del poder político israelí durante 13 años. Dos años y medio como Ministro de Finanzas y el resto como Primer Ministro, 6 de los cuales de forma continúa durante sus dos últimos gobiernos. Difícilmente se pueda encontrar otro funcionario sobre quien mayormente caiga la responsabilidad del surgimiento de los serios y amenazantes problemas socioeconómicos que sufre gran parte de la sociedad israelí. Tampoco se debe dejar de lado su responsabilidad por el persistente proceso de desgaste de la imagen del Estado judío en el mundo con las inevitables y nefastas consecuencias en las diásporas judías.
Si la coalición de sus aliados naturales no toca el establishment de seguridad, la conquista territorial de Cisjordania, las ganancias de los grandes emporios económicos y permite continuar la conquista del poder en Washington con la ayuda de dinero de billonarios judíos [1], sus socios tienen cancha libre para preocuparse sectorialmente de sus electores abandonando intereses nacionales.
Probablemente Bibi tenga presente la acotación de su gran amigo, el multimillonario judío-estadounidense Sheldon Adelson, quien afirmó que en la Torá no existe la palabra democracia. Seguramente por ese motivo, según el acuerdo de coalición con los partidos religiosos ultraortodoxos, se continuará presupuestando Yeshivot (seminarios rabínicos) que estafan con sus informes y de esa manera roban presupuestos del Estado [2].
Al rompecabezas de la coalición que sustenta el nuevo gobierno de Netanyahu sólo le resta un elemento para llegar a un final feliz. Una coalición homogénea y duradera únicamente de derecha con sólo 61 miembros del Parlamento requiere urgentemente de una careta que proyecte al mundo una imagen transigente y disposición, aunque teorética y virtual, de llegar a un acuerdo con los palestinos. Los trascendidos ya hablan del futuro canciller Herzog. Una nueva traición ideológica del laborismo israelí no sería sorpresa para nadie.
Bibi puede continuar tranquilo con sus planes. Los ladridos que se escuchan sólo atestiguan que continúa avanzando, lenta pero persistentemente. Probablemente el modelo no dure más de dos años, como lo fue su anterior gobierno. Entonces, «si se repite de nuevo, como dice el poema de Alexander Penn, con seguridad el resultado «no será distinto».
Ojalá me equivoque...
[1] «Batalla entre multimillonarios judíos que fijará quién entrará en la Casa Blanca»; Walla; 30.4.15.
[2] «Alumnos de yeshivot podrán comprar departamentos destinadas a laicos»; The Marker; 6.5.15.