Después de la Shoá parecía imposible que Israel y Alemania pudiesen tener contactos normales. Pero, al final, lo consiguieron. Hace 50 años, Israel y la entonces República Federal de Alemania (RFA) firmaron relaciones diplomáticas.
Ni siquiera habían pasado 20 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera 20 años tras el Holocausto, en el que murieron seis millones de judíos en campos de concentración nazis a los que fueron deportados, seleccionados y asesinados en las cámaras de gas. Una monstruosa ruptura con la civilización.
A pesar del Acuerdo de Reparación firmado a principios de los '50 entre Adenauer y Ben Gurión, nadie podía imaginar que, diez años más tarde, alemanes y judíos, alemanes e israelíes, intentarían establecer relaciones diplomáticas después de semejante crimen.
En Israel se opusieron con masivas protestas de ira, una reacción comprensible tanto desde el punto de vista humano como político. Aunque menos comprensible fue la manifestación organizada por el entonces jefe de la oposición, Menajem Begin, frente al antiguo Parlamento en Jerusalén, en la cual se lanzaron dos granadas a la Cámara.
Tanto Ben Gurión como Golda Meir, entre varios otros politicos, resultaron heridos por las explosiones.
Pero hoy, 50 años después, se podría hablar de un milagro político. Israel y Alemania están cerca. Más que cerca.
Los jóvenes israelíes viajan a Alemania de vacaciones, visitan Berlín o se asientan allí. 200.000 israelíes tienen un segundo pasaporte alemán y, junto a Estados Unidos, Alemania, el país de la Shoá, es el mejor valorado por los judíos.
Además, después de que en los años '60 los '70 los jóvenes llegaran a trabajar a los kibutzim, los alemanes visitan hoy Tierra Santa como turistas o peregrinos. Y lo más importante, los gobiernos de Berlín y Jerusalén trabajan juntos y con toda confianza.
Alemania es el país europeo en el que más confían los israelíes. Como anunció la canciller Ángela Merkel ante el Parlamento en 2008, aunque haya disputas sobre la política de ocupación, aunque Bibi Netanyahu se declarara contrario a un Estado palestino antes de las recientes elecciones, la seguridad de Israel es una razón de Estado para Alemania.
Ocurre que muchas veces, los alemanes son los únicos que apoyan a Israel en la Unión Europea. Una situación que, para un país rodeado de enemigos, es amarga a la vez que extraña.
Precisamente Alemania, responsable de la Shoá, es hoy el mejor aliado de Israel. Algo que nadie hubiese creído posible hace 50 años.
En las relaciones entre ambos estados rige una normalidad impensable. Una normalidad en la anormalidad, puesto que el trauma histórico continúa presente en las dos partes.
El exterminio de un tercio de los judíos en el mundo a manos del Tercer Reich es parte del entramado de relaciones, de la identidad y de la consideración de ambos países. Marca la personalidad de ambos pueblos y, aun así, tanto en sociedad como en política sucede algo sorprendente: los israelíes valoran a los alemanes, pero estos tienen peor imagen de los israelíes. Sobre todo debido al conflicto en Oriente Medio, ya que muchos consideran a los palestinos como víctimas de Israel. En ese punto las relaciones se tornan complejas.
En cualquier caso, mientras muchos judíos abandonan Francia porque no se sienten seguros, de Alemania no se van sino que llegan. La comunidad judía se dobló en los últimos 20 años.
Y ese es el segundo milagro: los judíos volvieron a vivir en Alemania.
Desgraciadamente, tanto en Alemania como en el resto de Europa, guarderías y sinagogas tienen que estar protegidas por la policía y los cementerios continúan siendo profanados. Pero 70 años después de la Shoá, las relaciones entre alemanes e israelíes son milagrosamente buenas.