En las épocas actuales, parecería ser que la resolución de conflictos, que ha tenido a tantos actores, se encuentra en extinción o por lo menos en camino a ello.
Tradicionalmente era la ONU, la organización que con su normativa trataba de mediar en los conflictos y buscar una solución medianamente razonable para las partes con disputas entre ellos. Sus últimas cadencias han sido verdaderamente lamentables, con secretarios generales carentes de peso específico o de un respeto internacional que les permitiera, por lo menos, ser escuchadas sus sugerencias.
Dentro de esa Institución duermen el sueño eterno los temas de Malvinas, el Peñón de Gibraltar y otros ocho o nueve asuntos que tienen que ver con la descolonización u ocupación indebida de territorios que pertenecen a otros pueblos y que están ocupados ilegalmente. Surgen permanentemente resoluciones a granel, todas contrarias al Estado de Israel, debido a la gran mayoría de países árabes-musulmanes que la componen y a sus posturas anti-israelíes o judías en todo caso. Jamás se ha cuestionado el voto de muchos de esos estados que no sólo no son democráticos, sino que persiguen a sus ciudadanos, le niegan valor a la mujer, matan a los homosexuales, realizan ablaciones genitales y se llenan las castas dirigentes de poder y dinero hambreando a sus respectivos pueblos. Una verdadera vergüenza.
Las grandes potencias carecen de líderes capaces de imponer ideas o condiciones y se dejan doblegar por estados mas débiles pero peligrosos para el resto del mundo; tal el caso de Irán que ha llevado nada menos que a Estados Unidos a firmar un tratado internacional sólo para su conveniencia y que le permita nada más ni nada menos que evitar las sanciones económicas impuestas por el conjunto de las naciones por sus actividades delictivas. Sólo se compromete a postergar la terminación de la bomba atómica, pero nada se le exige para que deje de ser el principal planificador y sostén del terrorismo mundial. ¿Insólito no?
La OTAN y demás organizaciones militares defensivas, miran impávidas como unos asesinos que se denominan Estado Islámico (EI), penetran en diferentes países y matan de todas las maneras posibles a sus ciudadanos, como si estos no fueran parte de la humanidad. Las grandes potencias apenas reaccionan y hasta la Iglesia Católica parece tener un papel muy secundario, a pesar de la cantidad de sus fieles, que son o han sido exterminados recientemente.
Europa sólo sigue preocupada por su crisis económica y parecería no tener más norte que esos problemas, olvidándose de los dramas humanos de las pateras y de los cientos de miles de individuos que fallecen en huidas dramáticas en pos de su libertad o las de sus hijos. Muchos conflictos territoriales, coloniales y económicos lo tienen como protagonista y muy a nuestro pesar parece un continente autista más que un motor global.
América Latina se debate como siempre entre la corrupción y el populismo que crece aceleradamente y no es capaz de condenar ni siquiera a un país socio como Venezuela, prisionero de su gobierno y que no sabe ni del respeto ni de los derechos de sus ciudadanos. Habla del principio de no intervención, pero se olvida que los que padecen allí la carcel, las persecusiones y la creciente y descontrolada miseria son los ciudadanos de ese país.
Las organizaciones de Derechos Humanos, ante quienes caímos rendidos hace tan sólo unos años, creyendo que serían el eje moralizador del mundo, luego de castigar duramente a Israel por su tarea de defensa en el último conflicto con Hamás en la Franja de Gaza, después de casi un año, cambian su versión y acusan a los terroristas de haber cometido asesinatos contra su propio pueblo. Justamente ahora, que el mundo ya ni recuerda lo que realmente sucedió. Otra inmoralidad más.
El periodismo, núcleo principal de la revolución de los medios de comunicación, trabaja como empleado de cada uno por separado y no como un eje libertador, a pesar de las infinitas posibilidades tecnológicas que posee. Lo que hoy es noticia, mañana no vende y así la humanidad pasa de la posibilidad de encontrar un rayo de luz a desaparecer en la más enorme oscuridad. Verdaderamente cruel.
La resolución de conflictos como la hemos conocido, ha pasado a ser la transformación de conflictos; así las cosas, ahora que estamos huérfanos de líderes y de organizaciones, las mafias, los terroristas, los extremistas y yihadistas serán los grupos con los que nos deberemos enfrentar en las próximas décadas.
Si el mundo no entiende verdaderamente lo que está ocurriendo y, peor aún, lo que nos ocurrirá en un futuro próximo, el verdadero pelígro nos logrará dominar.
La Torre Eiffel será demolida y en su lugar se emplazará una gran mezquita. Irán dominará a sus vecinos a través del terror, África morirá de hambre, América se convertirá en un continente vencido y un gran califato gobernará grandes territorios mundiales, no sólo en su ámbito natural de Oriente Medio, sino que seguramente lo hará desde la Alhambra en España.
Pensar que después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, creímos que todo cambiaría. ¡Que ilusos!