Hace seis años, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se jactó del «nuevo inicio» del acercamiento de su país al mundo islámico y evocó una visión de paz en Oriente Medio.
Seis años después, la crónicamente conflictiva región sigue sumida en el caos y su situación es incluso peor que antes.
Las esperanzas de alcanzar la paz están disminuyendo y la grandilocuencia de aquel momento parece hoy un sueño.
El terrorismo y la violencia han cobrado fuerza, haciendo estragos en la región.
El grupo yihadista Estado Islámico (EI) ha ido ganando terreno en Irak y Siria, las guerras civiles en Siria y Yemen han dado lugar a una crisis humanitaria, y la paz entre israelíes y palestinos sigue tan huidiza como siempre.
Muchos factores están detrás de la actual situación pero Obama no puede culpar a nadie más que a sí mismo. Su país, un actor de peso desde hace mucho tiempo en la región, es la causa principal de lo que allí ocurre.
Por ejemplo, tras la caída en 2003 del régimen iraquí de Saddam Husdein a manos de una invasión dirigida por Estados Unidos, Washington ni siquiera se tomó la molestia de zanjar - sino que incluso ayudó a ampliar - las discrepancias entre los chiítas y los sunitas, una de las principales razones del auge del EI.
La política de la administración Obama hacia Oriente Medio ha fracasado debido en buena parte a que quiere mucho a cambio pero no está dispuesta a comprometerse con casi nada.
A través de la poco rígida coalición que dirige contra el EI, Washington sólo se compromete a ofrecer asistencia aérea y de armamento, ya que Obama entiende que una guerra desde el cielo es políticamente segura.
En Siria, la administración norteamericana quiere matar dos pájaros de un tiro: el derrocamiento del presidente sirio, Bashar al-Assad, y la derrota del EI. Por eso se negó a cooperar con Damasco y optó por armar a los rebeldes.
Esta estrategia interesada y maquiavélica ha permitido, por un lado, más espacio para alimentar y enconar el extremismo y el terrorismo, y por el otro, huele más a oportunismo que a idealismo
Siempre que se ha visto en la tesitura de tomar una decisión que requiera mostrar verdadero coraje político para afrontar la dura realidad, Obama no ha hecho otra cosa que achicarse.
Por lo tanto, cualquiera que lo suceda en el gobiero, sea democrático o republicano, tiene que saber que Estados Unidos deberá recalibrar en lo fundamental su implicación en un Oriente Medio tumultuoso, y formular una política más efectiva para arreglar el caos que el mismo presidente ha creado.