A pocos días de que el ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, llegue a la zona para recabar apoyos para su plan de rescate del proceso de paz de Oriente Medio, los principales gobernantes israelíes no se ponen de acuerdo sobre si la solución de dos Estados es aún vigente.
Las divergencias en torno a esta cuestión sacuden la mesa del nuevo gobierno hebreo, que entró en funciones a mediados de mayo y del que forman parte ministros que la apoyan a regañadientes y otros que, directamente, la rechazan de plano.
«Sigo comprometido con la solución de dos Estados para dos pueblos», afirmó la semana pasada Netanyahu, al clausurar la Conferencia de Herzlía.
Bibi respondía así a insistentes llamamientos durante los tres días de debates para que aclarase su postura de una vez por todas, después de que durante la campaña electoral retirase su apoyo a esa fórmula y se lo devolviera, sin muchas ganas, después de ganar los comicios.
«El primer ministro debe dejar claro si acepta o no la solución de dos Estados», lo «pellizcó» un día antes en el mismo foro el ex presidente Shimón Peres, quien llegó a describir al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, como «la persona más cómoda para negociar».
La última vez que israelíes y palestinos lo hicieron fue a comienzos de 2014 por presiones de Estados Unidos, aunque las conversaciones - que nunca llegaron a tener un avance real - colapsaron rápidamente.
Desde entonces, la zona sucumbió a una nueva guerra el pasado verano en Gaza y a una progresiva violencia en Jerusalén y Cisjordania, todo ello acompañado de medidas políticas unilaterales por ambas partes que profundizaron más aún el desencuentro.
La propuesta francesa comenzó a gestarse precisamente cuando la AP acudió en diciembre pasado al Consejo de Seguridad con una resolución para poner fin a la ocupación, rechazada por falta de apoyos.
Fabius quiere elevar desde entonces al Consejo su propia propuesta - 18 meses de plazo para llegar a un acuerdo -, de la que sin duda hablará con palestinos e israelíes durante la visita que comenzará el próximo día 21.
Según el diario francés «Le Figaro», el plan recoge anteriores propuestas para un Estado palestino en las fronteras de 1967 con canjes territoriales acordados, medidas de seguridad para Israel, una solución justa y equilibrada al problema de los refugiados y el reconocimiento de la fórmula de dos Estados para dos pueblos, demanda que podría tratar de satisfacer la de Bibi de que los palestinos reconozcan a Israel como «Estado judío».
Netanyahu también exigió en su discurso de Herzlía que el futuro Estado palestino esté desmilitarizado.
«Estas no son condiciones para entrar en las negociaciones. No pongo condiciones. Pero son la bases para una paz duradera», insistió el mandatario que en la última legislatura perdió gran parte del crédito internacional que le quedaba en su batalla contra el programa nuclear iraní y por la ampliación de los asentamientos.
Para los dirigentes de la AP, que conocen bien los detalles del plan francés, según el jefe negociador, Saeb Erekat, la del Estado judío es una condición inaceptable, si bien agregó que: «Vemos la iniciativa francesa como interesante, sin llegar a emocionarnos demasiado».
«Lo primordial para nosotros es que contenga términos de referencia claros para poner fin a la ocupación», declaró Erekat.
Coordinado con la Liga Árabe, Estados Unidos y varios países europeos, la propuesta francesa reabrió en Herzlía el debate sobre la vigencia de la solución de dos Estados.
«Desde mi punto de vista hoy, no hay opción a que en la actual generación podamos llegar a un acuerdo, y la solución no se perfila en el horizonte», destacó Tzipi Hotoveli, viceministra de Exteriores y en la práctica titular de la cancillería, al rechazar esa fórmula.
Como ella, hay otros ministros del ala más dura del Likud que se oponen, así como los del partido Habait Haiehudí, que dirigido por el ministro de Educación, Naftali Bennett, reniega de ella.
Durante la campaña electoral, éste defendió la anexión de cuantas más tierras de Cisjordania y la concesión a los palestinos de una entidad autónoma.
«No. No vemos con quien hablar en el nuevo gobierno israelí. Por el momento no», lamentó Erekat al pedir una valoración del nuevo ejecutivo de Netanyahu.
La oposición israelí advierte que la alternativa a la ya consagrada fórmula es un único Estado para dos pueblos que diluya - por una mera cuestión de demografía - la identidad judía de Israel, o un Estado que no conceda plenos derechos a los palestinos y, por tanto, viole ineludiblemente los principios democráticos de la Declaración de Independencia.
Pero parece que, fuera de Bibi, que dijo «no querer la solución de un Estado» y «llevar años esperando a Abbás para que venga a negociar», pocos son los ministros israelíes que hoy por hoy están dispuestos a apostar por los dos Estados, y la mayoría coinciden en que en la actual incertidumbre de Oriente Medio, con el yihadismo a las puertas de Israel, los riesgos de un proceso de paz son demasiado altos.
No menos importante será ver como procede el gobierno norteamericano cuando la propuesta de Francia sea sometida a votación en el Consejo de Seguridad. Considerando la crisis existente entre Obama y Kerry con Netanyahu y las excelentes relaciones entre Estados Unidos y el país galo en particular y la Unión Europea en general, cuesta creer que el presidente estadounidense se animará a vetarla.
Una acción de este calibre dejaría aislado a Israel ante el resto del mundo.