En Israel de los últimos años, un ganso enjaulado vale más que un hombre preso, especialmente si se trata de un palestino.
En contraposición a la vía natural de alimentación de los gansos, estas aves son forzadas cruelmente a una alimentación especial por medios abusivos cuando el objetivo es incrementar el rendimiento en la producción de foie gras.
Al unísono con otros países europeos, la Corte Suprema de Justicia de Israel prohibió en 2003 la alimentación forzada de gansos aduciendo prácticas que contradicen las leyes de protección del bienestar animal, inclusive a costo de dejar sin trabajo a miles de productores.
Presos palestinos convictos por terrorismo o encarcelados bajo arresto administrativo sin juicio alguno ni pruebas, no gozan de la misma protección. Si deciden optar por el camino de la huelga de hambre como herramienta de lucha no violenta para reivindicar el cumplimiento de algún derecho o eliminar normas consideradas ilegítimas, el gobierno israelí les tiene preparada una sorpresa.
Retomando una iniciativa del ejecutivo anterior, «el gabinete de Netanyahu aprobó una semana atrás un proyecto de ley por el cual las autoridades podrán alimentar forzosamente a reclusos en huelga de hambre en peligro de vida, inclusive en contra de su expresa voluntad. El objetivo de la medida es frenar las posibilidades de los presos palestinos de chantajear al gobierno y, por otro lado, evitar la posible efervescencia de la calle palestina» [1].
Esta problemática iniciativa legal del gabinete israelí es reprobada por una amplia gama de instituciones. Fuera de críticas previstas normalmente de partidos opositores, varios organismos de alto nivel profesional y ético dieron a conocer su terminante oposición a este proyecto. Entre ellos se puede mencionar a la Organización de Médicos para los Defensa de los Derechos Humanos, la Organización Israelí de Defensa de los Derechos Humanos y el Consejo Nacional de Bioética.
Quien lidera activamente la oposición a esta ley es la Asociación de Médicos de Israel. En una impactante solicitada en los medios locales «los médicos de Israel le dicen no a la alimentación forzada de reclusos. Según las normas de la ética medicinal aceptadas en Israel y el mundo, el tratamiento médico forzado, incluyendo la alimentación forzada, están prohibidos so pena de ser culpado de torturar» [2].
La Asamblea Médica Mundial fijó claramente que «la alimentación forzada nunca es éticamente aceptable, incluso con la intención de beneficiar. La alimentación con amenazas, presión, fuerza o uso de restricción física es una forma de trato inhumano y degradante» [3]. Naciones Unidas también se alineó en la reprobación de esta iniciativa de ley israelí [4].
Todas las advertencias y esfuerzos de convencimiento no mellaron en lo más mínimo las intenciones oficiales israelíes. Por el contrario, Gilad Erdán, el flamante ministro de Seguridad Interior y uno de los promotores de la iniciativa, declaró que «si bien la ley no puede obligar a médicos a dar ese tratamiento, con seguridad que en Israel se van a encontrar médicos dispuestos a hacerlo» [5]. Al diablo con la ética y normas internacionalmente reconocidas. Lo importante es encontrar médicos que esos nuevos valores del judaísmo moderno de Israel les hayan borrado de su memoria los compromisos que tomaron en su graduación.
Como se sabe, Netanyahu es un férreo defensor de los principios de la ley israelí del retorno del pueblo judío a su tierra. Hipócrates no fue judío, por lo tanto, su legado es considerado inmigrante ilegal que no tiene derecho a residencia en el Estado Judío.
Bibi no deja de machacar en la conciencia del pueblo judío los inminentes peligros existenciales de Israel. El peligro de la desaparición de Israel que tanto inculca no es más que uno de los tantos argumentos para tener unido por temor a su pueblo y de esa manera garantizar su tradicional comportamiento como ovejas sumisas de un rebaño conducido por un pastor con fusil en vez de una flauta.
Israel no enfrenta un apremiante peligro existencial. Quien está en peligro de desaparición tal como fue en su pasado es el judaísmo, esa conocida escala de valores que actuó durante siglos como sustento ideológico del pueblo judío. El rechazo de la predominancia de valores humanos universales y la exigencia de imponer la excepcionalidad judía que es capaz de justificar lo injustificable, hacen que judaísmo, valores universales y democracia no puedan subsistir juntos en estos días.
No en vano, Sheldon Adelson, el judío multimillonario estadounidense, uno de los personajes que más influye en las instituciones judías del mundo, y además patrón de Netanyahu, como lo cataloga la mayoría de la prensa israelí, se toma el tupé de declarar que «no es nada terrible si Israel deja de ser democracia, pues eso no está escrito en la Biblia» [6].
Bibi es el responsable de la alimentación forzada del judaísmo con una nueva escala de valores que lo nutre de principios aberrantes, ajenos a la tradición milenaria judía, causa reprobación generalizada en el mundo y, consecuentemente, cada día somos testigo de una popularización y legitimación de un proceso de exclusión del pueblo judío del resto de los pueblos democráticos del mundo.
Ojalá me equivoque...
[1] «Gobierno aprueba ley de alimentación forzada de reclusos»; Haaretz; 14.6.15.
[2] «Solicitada de Asociación de Médicos de Israel»; Globes; 22.6.15.
[3] «Declaración Malta de Asamblea Médica Mundial»; 11/1991 y revisada en 1992 y 2006.
[4] «ONU recuerda a Israel que alimentar en forma forzada es trato inhumano»; ABC; 25.6.14.
[5] «Gobierno aprueba ley de alimentación forzada de reclusos»; Haaretz; 14.6.15.
[6] «Adelson: Nada terrible si Israel deja de ser democracia»; Haaretz; 9.11.14.