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Un buen trato malo

Alí Jamenei y Barack ObamaDespués de la guerra de la Guerra de Yom Kipur, recuerdo haber visto una caricatura que presentaba al presidente egipcio, Anwar Sadat, tendido boca arriba en un cuadrilátero de boxeo.

La primera ministra israelí, Golda Meir, con guantes de pugilista puestos, estaba parada sobre él, con Sadat diciéndole a Meir algo como: «Quiero el trofeo, quiero el dinero del premio, quiero el cinturón de campeón».

Estuve pensando mucho últimamente en esa caricatura mientras escuchaba al Lider Supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, dándole sermones a Estados Unidos y a sus cinco socios, que son grandes potencias, sobre sus condiciones para concluir un trato que restringiría la capacidad de Irán para el desarrollo de un arma nuclear durante 10 a 15 años, a cambio de levantar sanciones.

Sin embargo, en ese borrador de un acuerdo, Jamenei se las ingenia para conservar la infraestructura nuclear básica, aunque reducida, e insiste continuamente en que Irán no permitirá inspecciones internacionales de sitios militares de los que se sospeche que albergan programas nucleares de tipo encubierto.

Aún no está en claro si se resolverán los últimos obstáculos restantes para un acuerdo. Sin embargo, me resulta pasmoso lo bien que los iraníes jugaron una mano débil, sentados solos contra Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Alemania y Reino Unido al otro extremo de la mesa. Llegado el momento, contrataré a Jamenei para vender mi casa.

Nadie nunca sabría que «Irán es el que está sufriendo una hemorragia de cientos de miles de millones de dólares debido a sanciones, decenas de miles de millones de dólares a causa de la caída de precios del petróleo y miles de millones de dólares que sostienen al régimen de Assad en Siria», dijo Karim Sadyapour, experto en Irán de la Fundación Carnegie. Además, «es Alí Jamenei, no John Kerry, quien preside sobre una población desesperada por ver un alivio a las sanciones».

Sin embargo, a lo largo del año pasado, cada vez que hay un punto de fricción - como si Irán debería tener que embarcar su uranio enriquecido fuera del país o rendir cuentas por sus actividades previas en la fabricación de bombas nucleares -, se sigue sintiendo como si siempre fuera nuestro lado buscando adaptarse a las necesidades de Irán. Desearía que nos hubiéramos salido sólo una vez. Cuando se indica al tipo en el otro extremo de la mesa que no se está dispuesto a darle un golpe o mandarlo a volar - levantarse y marcharse -, uno se reduce sólo a un igual y recibe el mejor mal trato que la no-violencia puede comprar.

«Al final, las negociaciones diplomáticas siempre reflejan el equilibrio del poder», dice Michael Mandelbaum, especialista en política exterior de la Universidad Johns Hopkins, en un escrito de The American Interest.

«En las negociaciones actuales. Estados Unidos es mucho más fuerte que Irán, pero es Estados Unidos quien hizo grandes concesiones. Tras el comienzo de las negociaciones insistiendo en que el régimen de Teherán renuncie a todas sus presuntas instalaciones de enriquecimiento y cese toda actividad nuclear que sea relevante para la fabricación de una bomba, la administración Obama terminó permitiendo que Irán mantenga prácticamente todas esas instalaciones y siga con algunas de dichas actividades», agrega.

¿Cómo pudo suceder algo así?

«Parte de la explicación pudiera yacer en la fe personal de Obama en el poder transformador de la exposición a la economía global. Sin embargo, seguramente la principal razón es que, si bien hay una gran disparidad de poder entre ambas partes, Estados Unidos no está dispuesto a hacer uso de la forma máxima de poder y los dirigentes iraníes lo saben», explica Mandelbaum.

Antes de que quieran denunciar a Obama por imbécil, recuerden que George W. Bush tuvo ocho años para resolver el problema - cuando era más pequeño - ya sea con la fuerza militar o una vigorosa diplomacia, y titubeó todo ese tiempo.

Sin embargo, ¿es aún posible obtener un buen trato malo; uno que, si bien no requiera que Irán desmantele su infraestructura de enriquecimiento nuclear, reduzca esa infraestructura durante los próximos 10 a 15 años para que no pueda continuar una carrera hasta una bomba? ¿Un trato que también nos dé un nivel de transparencia para supervisar ese acuerdo y dé a inspectores internacionales acceso oportuno e intrusivo a cualquier parte de Irán de la que sospechemos de actividad nuclear encubierta? ¿Un acuerdo que restrinja a Teherán considerablemente para actualizar su capacidad de enriquecimiento a lo largo de la próxima década, como propuso el grupo de expertos convocaos por el Instituto Washington de Política para Oriente Medio?

Sí. Un buen trato malo siguiendo esos lineamientos aún es posible; y eso dependerá de los detalles que actualmente están siendo negociados a esta última hora. Un trato así permitiría al presidente decirles a un escéptico Congreso y a Bibi Netanyahu que él obtuvo el mejor trato malo que cualquier cartuchera de revólver vacía puede comprar, y que eso compró tiempo para una transformación en Irán que es mejor que empezar una guerra cuyas consecuencias nadie puede predecir.

Pero, cuidado: Este trato pudiera ser un terremoto en Oriente Medio tan grande, si no mayor, que las invasiones estadounidenses de Afganistán e Irak. Y lo que ambas tuvieron en común es que nosotros carecíamos totalmente de preparación para manejar las réplicas a la mañana siguiente.

El mundo árabe hoy día casi no tiene peso geopolítico. Egipto se debilitó, Arabia Saudita carece de la capacidad para proyectar poder e Irak ya no existe.

Si se liberan los grilletes de Irán de las sanciones y se le inyectan más de 100 mil millones de dólares en efectivo, será incluso más superior en poder a todos sus vecinos árabes.

Por lo tanto, Estados Unidos necesita tomar la delantera para dar comienzo a un modus vivendi entre árabes sunitas y chiítas persas, así como aminorar la beligerancia de Irán hacia Israel.

Si nosotros no podemos contribuir a restarle intensidad a estos conflictos, un buen trato malo podría alimentar con suma facilidad una guerra regional más amplia.

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com