Son pocas las personas que lo conocen, suelen pasar desapercibidos, pero no en las altas esferas de la política y la economía norteamericana. Y es en la política exterior donde ejercen un inmenso poder. Me refiero a AIPAC, el Comité de Asuntos Públicos de Estados Unidos e Israel.
Este lobby pro-israelí ocupa el segundo lugar en la influencia política sobre el Congreso estadounidense, después de la Asociación Nacional del Rifle, que defiende la venta y posesión de armas de fuego.
Pero esta semana quedó demostrado, gracias a la diplomacia que llevaron a cabo Obama y Kerry, que AIPAC no es invencible, aunque su oposición al pacto nuclear con Irán haya sido la mayor y más costosa campaña a favor del gobierno hebreo en la historia.
Millones de dólares gastaron en anuncios de TV trasmitidos a todo EE.UU y en la compra del voto de congresistas que los respaldaron. Pero AIPAC cometió un error: hacer posible el discurso de Bibi ante el Congreso, a pesar de que los demócratas le pidieron que no lo hicieran. Y así quedó demostrado que la organización es del Partido Republicano, y no bipartidista, como había sido en muchos casos hasta ahora.
Obama logró los 34 votos senatoriales que necesitaba para que el acuerdo con Irán saliera adelante, aunque ya van por 36 los demócratas que se han declarado a favor del acuerdo. AIPAC reconoce, en su amarga derrota, que está en una posición muy difícil, al haber ido en contra de la prioridad número uno de la política exterior del presidente.
A decir verdad, AIPAC se la jugó el todo por el todo. Logró que poderosas y ricas organizaciones judías se unieran al él, como el Comité Judío Americano y la Liga Antidifamatoria, además de 21 federaciones judías de todo el país.
Como bien dijo el columnista Roger Cohen, de «The New York Times»: «No había un trato mejor, algo con lo que fantasearon los que odian a Irán y a Obama. El acuerdo nuclear se ha convertido en una deliciosa pieza de la propaganda republicana, me dijo William Luers, director del Proyecto de Irán, cuyo objetivo es mejorar las relaciones entre Estados Unidos e Irán».
«Dije que un desastre de guerra nuclear se había evitado. Un desastre también ha sido revelado. Ninguno de los 301 miembros republicanos del Congreso apoya el acuerdo, a pesar de la abrumadora evidencia de que, aunque no es perfecto, es lo mejor alcanzable, como comprobaron casi todos los demócratas cuando llegaron a esa conclusión después de una revisión agonizante de su contenido».
«Los republicanos, empujados por Netanyahu y AIPAC no están a punto de dejar a un lado su juguete: Irán. El acuerdo se convertirá en el 'Obamacare de la política exterior', me dijo Nicholas Burns, profesor de Harvard y ex subsecretario de Estado».
Ahora bien, como he leído en alguna parte, y me impresionó por las consecuencias que puede tener para Israel, nuestro aliado más cercano en Oriente Medio: los estrechos vínculos de AIPAC con el gobierno israelí puede plantear el gravísimo problema de que esa entidad sea definida legalmente como «un agente extranjero» del Estado judío bajo la Ley Federal de Registro de Agentes Extranjeros. Esto conllevaría que se registrara en el Departamento de Justicia y sería objeto de mayor vigilancia por el ejecutivo estadounidense.
Otra cosa que ha revelado esta batalla es que la tendencia sionista de AIPAC no es omnipotente: hay numerosas organizaciones judías en Estados Unidos que estuvieron a favor del acuerdo y así lo expresaron y también ejercieron su creciente influencia en el Congreso. Una de ellas, J-Street, que se define como «el hogar político de los estadounidenses pro-Israel y pro-paz», compuesta por más de 700 rabinos, decenas de políticos y ex miembros del ejército, como por ejemplo, Ami Ayalón, ex jefe de la Fuerza Naval Israelí y del Shin Bet; Dalia Rabin, ex viceministra de Defensa, Colette Avital, ex cónsul general de Nueva York; escritores, intelectuales, gente del mundo cultural israelí y un gran número de ciudadanos estadounidenses.
J-Street unió a cientos de organizaciones judías que apoyan el acuerdo. Irguiéndose como el rival de AIPAC, expresa que quiere que Israel sea un Estado seguro, democrático y el hogar nacional del pueblo judío.
Trabajando a favor de la política estadounidense y de la comunidad judía, aboga por políticas que avancen intereses compartidos entre estadounidenses e israelíes, así como valores judíos y democráticos, lo que lleva a una solución de dos Estados en el conflicto israelí-palestino.