Los niños de Oslo, jóvenes palestinos nacidos en los últimos 22 años, están en el centro de la oleada de violencia que vive la región y que atribuyen a la frustración generada por años de ocupación.
Cuando Yasser Arafat e Itzjak Rabín ampararon la primera fase de los acuerdos negociados en Oslo que establecían las bases de lo que debía ser el camino hacia la creación de un Estado palestino independiente, en 1993, ellos recién habían nacido y sus padres creían que era el principio del fin de décadas de demandas de la autodeterminación.
Hoy, estos jóvenes se ajustan la kefía para cubrir su rostro, agarran cuchillos, piedras, cócteles molotov o revólveres y llegan a Jerusalén a matar civiles inocentes y a enfrentarse a las tropas israelíes.
El resultado es sin duda alarmista. En la Intifada de 1987 hubo alrededor de 1.300 muertos palestinos y 90 israelíes. En la de 2000, fueron más de 1.000 muertos palestinos y 200 israelíes. En los actuales enfrentamientos, todavía no son más de 40 sumando ambas partes.
Intifada virtual, la llaman. En todo caso, el término no lo usan sólo algunos medios de comunicación, sino los niños de Oslo palestinos que lanzaron en la web la «Intifada 2.0» y que, organizados a través de las redes sociales, acuden en masa a las protestas y perpetran ataques contra soldados y civiles israelíes.
La Intifada virtual empezó después de que el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmúd Abbás, declarara ante la Asamblea General de la ONU que no aplicará más los obsoletos Acuerdos de Oslo.
La Intifada virtual usa redes sociales para llamar adolescentes a morir como mártires al ejercer resistencia contra la ocupación, pero derivó en ataques que se salen de ese objetivo. Apuñalamientos contra civiles inocentes que se repiten en los últimos días.
Aunque Netanyahu le impute responsabilidad a Abbás por estos hechos, la causa profunda de lo que sucede es la frustración de los niños de Oslo; una nueva generación palestina que creció desilusionada de su liderazgo político y es presa fácil para el fundamentalismo islámico, más aún cuando mira a su alrededor regional.
No es la primera vez que una de las partes actúa contra los Acuerdos de Oslo. Hay que recordar que Rabín, que firmó dichos acuerdos con Arafat, fue asesinado por un fanático religioso de extrema derecha israelí, quien declaró que su objetivo era interrumpir el proceso negociador. Hay que recordar que desde la firma y hasta el asesinato, el entonces líder de la oposición, Binyamín Netanyahu, declaró que los Acuerdos de Oslo eran un «suicidio nacional» y dijo que «todos los israelíes tienen que movilizarse, correr y apoderarse de tantas colinas como puedan para expandir los asentamientos porque todo lo que agarremos ahora se quedará con nosotros; y todo lo que no agarremos se quedará con ellos».
Ese llamado tuvo eco en los siguientes gobiernos, principalmente en los de Bibi. La ocupación se transformó en una causa profunda de la violencia. La Intifada del 2000 venía alimentada por esas frustraciones y estalló cuando Ariel Sharón hizo una desafiante visita al Monte del Templo de Jerusalén. Esa segunda Intifada fue más violenta que la primera y dejó un aumento de colonias israelíes en Cisjordania.
Las circunstancias de fondo no cambiaron desde entonces. Al contrario, empeoraron. La expansión de asentamientos ilegales israelíes fragmentó más el territorio palestino. La construcción de la cerca de seguridad por fuera de las fronteras de la Línea Verde, reconocidas por todo el mundo, se convirtieron en símbolo de una violación al derecho internacional. Desde 2000, más operaciones del ejército israelí encendieron la ira por la ocupación.
¿Cómo puede ocupar Israel una tierra que es israelí? Frase de Bibi ampliamente compartida en redes sociales. Frase que resume el argumento del líder hebreo para no hablar de ocupación: Palestina es sólo un territorio en disputa. Frase refutada por el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de la ONU y por su adhesión a múltiples tratados y organismos internacionales.
Además, una aseveración esgrimida a partir de reivindicaciones religiosas de «tierras prometidas» no basta para reclamar un territorio en el mundo contemporáneo. Las delimitaciones territoriales en el tiempo moderno son sustentadas en el derecho internacional y no que dijo o no dijo tal o cual Dios. Conviene no olvidar: bajo ese mismo derecho fue establecido el Estado de Israel.
Hoy, con una cerca de seguridad y un sistema más que sofisticado de baterías antimisiles, Israel recibe ataques con cuchillo impulsados por los «niños de Oslo» desde las redes sociales.