La decisión del Ministerio de Educación israelí de excluir del programa de literatura de los centros de secundaria una novela que cuenta una historia de amor entre una judía israelí y un palestino despertó controversia en el país.
Según la central pedagógica del Ministerio de Educación, el veto a la obra «Barrera viva» («Gader Jaiá»), de la joven novelista israelí Dorit Rabinyán, publicada hace un año y medio en hebreo, es fruto del miedo a la asimilación entre judíos y palestinos.
El ministro de Educación, Naftali Bennett, líder del partido ultranacionalista religioso Habait Haiehudí, citó unos párrafos del libro ante las cámaras del Canal 2 local, en los cuales un soldado israelí era agredido por adolescentes palestinos, pero negó en la entrevista haber leído la obra completa. Dos renglones de la misma le bastaron para justificar el veto de una novela de «amor prohibido».
Con ese criterio «pedagógico», los alumnos de secundaria de todo el mundo desconocerían lo que sucedió con Sansón y Dalila, Romeo y Julieta, Marco Antonio y Cleopatra, Tristán e Isolda, Ana Karenina y Aleksei Vronski, Napoleón y Josefina, Diego Rivera y Frida Kahlo, Salvador Dalí y Gala, Eduardo VIII y Wallis Simpson, Diana de Gales y Dodi Al Fayed, entre muchas otras parejas, que «despiertan los instintos más bajos del ser humano y demasiados peligros de libertinaje».
Demás está decir que el hecho de que el bíblico Rey David mandara al marido de Batsheva a la primera línea de fuego para que no vuelva vivo de la guerra y así él pueda quedarse con ella, o que su hijo Amnón violara a su hermana Tamar, o que las hijas de Lot emborrachen y violen a su padre, o que Yehudá, cuarto hijo de nuestro patriarca Yaakov, se acueste con Tamar disfrazada de prostituta y que de su casa deba llegar nuestro Mesías, no inquietaron la «concepción literaria» de Bennett en lo más mínimo.
En todo caso, la medida vuelve a poner de relieve las delicadas relaciones entre el mundo cultural y el actual Gobierno hebreo, el más excluyente de la historia del Estado.
Las uniones entre judíos y palestinos y la pérdida de la identidad son dos de las máximas preocupaciones de ambos pueblos. En realidad, este tipo de uniones son muy poco frecuentes, pero no dejan de ser un tema usual en la creación artística israelí.
Dalia Fenig, funcionaria responsable del ministerio que decidió vetar el libro, alegó que temía que éste fuera percibido como una incitación a la asimilación. «Las relaciones íntimas, y más aún la posibilidad de institucionalizarlas casándose y fundando una familia - aunque no sea el caso en la historia - entre judíos y no judíos son consideradas por amplios segmentos de la sociedad como una amenaza para una identidad separada», declaró.
«Barrera viva» cuenta la historia de Liat, una traductora israelí, y Hilmi, un artista palestino, que se enamoran en Nueva York y que ven cómo su amor se resiste a apagarse aún cuando ambos deben regresar a Tel Aviv y Ramallah, y afrontar la cruda realidad política de la zona.
El libro recibió un premio Bernstein a los jóvenes escritores y sus derechos fueron vendidos en inglés, francés, español, alemán y en otros idiomas.
El ministerio ignoró las recomendaciones de un comité formado por universitarios y educadores y a los numerosos profesores que pedían que la obra se incluyera en el programa. La decisión indignó a varios autores israelíes de primer orden, como A. B. Yehoshua, quien declaró que «el ministerio muestra que no entiende nada de lo que es la verdadera literatura».
Asimismo, cientos de actores, publicistas e intelectuales en general, así como políticos y educadores, alzaron su voz contra el boicot que el ministerio impuso a la novela de Rabinyán.
«Hoy compré el libro. Creo que es una obra ideal para alumnas y alumnos», escribió en su página de Facebook el jefe de la oposición y líder laborista, Itzjak Herzog, instando a la población a adquirirlo.
Para Herzog, «el acto agresivo e innecesario de censurar una novela basándose en una interpretación lineal de su contenido es otro ladrillo del muro del miedo, la segregación y el oscurantismo que está levantando el Gobierno de Netanyahu».
Rabinyán se tomó el asunto con ironía. «Por lo visto alguien en el ministerio sigue pensando que la literatura tiene el poder de cambiar las cosas en las mentes maleables de la juventud y, vaya uno a saber por qué; eso me parece un motivo de optimismo», dijó.
Los lectores parecen darle la razón. Hasta ahora «Barrera viva» había suscitado poco interés en las librerías. Hoy en día, a una semana de la censura escolar, la primera edición se agotó en horas, la segunda está próxima a salir a la venta y productores y cineastas ya hablan del guión de la película.
Así se comporta la cultura en el mundo civilizado cuando tratan de agredirla alevosamente.